Alicia Barrios: “Francisco sabe convivir con sus enemigos, es un guerrero”

Mi amigo el padre Jorge, libro de Alicia Barrios, Romana Editorial

Periodista, publica ‘Mi amigo el Padre Jorge’ (Romana Editorial)

Alicia Barrios, periodista y amiga personal del papa Francisco, autora del libro Mi amigo el padre Jorge

Entrevista con Alicia Barrios [extracto]

JOSÉ BELTRÁN | Le conoció en la Nochebuena de 1999. Era la primera que Jorge Mario Bergoglio celebraba como arzobispo de Buenos Aires. Para Alicia Barrios, aquella misa supuso un punto de inflexión. “De regreso a casa tenía paz de pesebre, estrella de Belén”. Nació una amistad que no fue capaz de detener ni siquiera un cónclave. Lo cuenta en Mi amigo el padre Jorge (Romana Editorial), el libro en el que esta periodista argentina da algunas pinceladas sobre su relación con el Papa actual. Tan estrecha que su marido, el juez Hernán Bernasconi, “le pidió mi mano a Francisco”, como si de su padre se tratara. El padre Jorge.

PREGUNTA.- ¿Es más fácil creer en Dios o en Francisco?

RESPUESTA.- Yo creo en los dos. Tengo fe desde pequeña. Cuando rezo, siempre he sentido que Dios me escucha. Diecisiete años después de conocernos, caminar al lado de Jorge me ha hecho redescubrir en los acontecimientos que hemos compartido gestos de santidad. Y esos gestos se dan cada vez más. En el libro cuento cómo, en la fiesta de San Ramón Nonato, una chica que no podía ser madre se acercó llorando a él. La bendijo y al año siguiente regresó con un bebé en brazos. Estoy convencida de que su oración contribuyó al nacimiento de ese niño. Creo en Francisco como un increíble mediador de Dios, y no me quedo corta si te digo que hay mucha gente que ha comenzado a creer en Dios a partir de Francisco.

P.- Como mediador, ha intervenido en el conflicto árabe-israelí, en Cuba…

R.- Francisco logra tener una proximidad con el otro muy fuerte. Por ejemplo, tiene una gran ascendencia sobre Obama sin pensar como él, al igual que con Raúl Castro. Encuentra siempre las palabras justas para conversar con unos y con otros para acercar posiciones.

P.- El libro se llama ‘Mi amigo el padre Jorge’. Da la sensación de que todos los argentinos le han conocido y tienen una relación cercana a él. ¿Cómo distinguir los falsos de los buenos?

R.- Yo no soy vaticanista ni mis programas son confesionales. Desde ahí se forjó una amistad que conocían los argentinos, porque yo le acompañaba a visitar las villas, a las misas, a los encuentros… Y eso no lo han vivido otros que dicen ser amigos.

Nostalgia de Argentina

P.- ¿Qué echa de menos Bergoglio de Argentina?

R.- Hay cosas que no le pregunto cuando le veo, y esta es una de esas cuestiones, porque sé que generaría en él un gran dolor. Creo que cuando nos encontramos viene a ser para él una manera de recuperar sus lazos con el país. A mí me resulta muy difícil despedirme de él. Se queda mirándote hasta que te pierde con la vista, y no hay una sola vez que no me haya marchado llorando.

P.- ¿Compartirán unos alfajores en sus encuentros?

R.- No le llevo dulce, porque no debe comerlos. Además, no me puedo arriesgar a llevar cualquier alimento del exterior y que le siente mal. Sí le suelo llevar alguna imagen de san José en sueños, que tallan unas carmelitas de Buenos Aires. También le llevo algo de yerba mate.

P.- ¿Discute con él?

R.- Nunca. Y tampoco me puso una cara terrible de malestar, como sí le hemos podido ver alguna vez. Sí he visto un hombre sufriendo, doliente, triste y conmovido ante determinadas situaciones y realidades.

P.- ¿Qué es lo que más le puede hacer sufrir?

R.- La traición. Y le han traicionado en muchas ocasiones, pero él aprende de estas situaciones.

P.- ¿En qué ha cambiado Bergoglio al ser Francisco?

R.- En nada. Mantiene el mismo sentido del humor, que antes no era conocido por la gente y ahora ha exteriorizado.

Un hombre libre

P.- ¿Se siente libre?

R.- No se siente. Es un hombre libre. Tiene una libertad bárbara, pero consciente de que es el Papa. En cualquier etapa de nuestra vida sabemos que hay cosas que no podemos hacer, pero eso no nos resta libertad. Por ejemplo, fue muy terrible el día en que su sobrino sufrió un accidente de tráfico en el que murieron su mujer y sus dos hijos. Creo que ahí se dio cuenta de que no podía irse del Vaticano. Pese a esto, le veo feliz.

P.- ¿Aun teniendo que permanecer entre los muros vaticanos?

R.- Él disfruta hablando con los jardineros, con los mozos, con la guardia suiza… Considera que todo el mundo tiene algo importante que contar, sabe que ellos siempre le contarán la verdad, que es lo que más valora. Además, en algunos casos son su mejor servicio secreto. Cuando empezamos a tener confianza Begoglio y yo, tuve una conversación delicada con un sacerdote: “No se te ocurra decirle esto al cardenal”. Me generó un peso tan grande aquel silencio que, cuando le vi, le conté todo y le cuento todo desde entonces. Creo que precisamente aquello supuso un salto en nuestra amistad. Ahora siento que tengo la misión de decirle la verdad, aunque sea la más cruel, como sucede con las traiciones que ha sufrido. Eso me exige a mí chequear al milímetro toda la información que me llega.

“Francisco escucha y acoge la crítica”

P.- ¿Acepta la crítica que viene del mundo real?

R.- Nosotros no hablamos de otro mundo que no sea el real. Francisco escucha, acoge y agradece la crítica.

P.- ¿Aconseja a Francisco?

R.- Cuando uno tiene un amigo que es papa, es muy difícil darle un consejo. Si llegó a ser papa, es porque sabe bien lo que tiene que hacer.

P.- Asegura que el Papa es libre. ¿Y usted?

R.- Yo no me siento libre. Sé que hay temas que no puedo contar. Me he pasado toda la vida luchando para ser una periodista que se deja la piel por su trabajo, por ser una digna corresponsal de guerra, por entrevistar a grandes personalidades… Y, desde el momento en el que eligen papa a Jorge Mario Bergoglio, dejo de ser todo eso para convertirme en la periodista amiga de Su Santidad. Realmente estoy muy contenta con este destino que Dios ha querido para mí, pero también me exige bajar mi perfil.

P.- ¿Habrá renuncia papal?

R.- Yo por ahora no le veo con ganas de renunciar.

P.- Los hay que apuestan por una ley del péndulo, esto es, que después de Francisco todo volverá a ser como antes, que sus cambios se verán frenados, una reforma de la reforma…

R.- La revolución de Francisco es imparable. El que venga va a continuar su obra. No olvidemos que Jorge Mario Begoglio llega a ser papa porque la gran mayoría le ha votado. Ninguno de los que le votaron quiere otra Iglesia distinta a la que plantea Francisco.

P.- Sorprende que mantenga en altos cargos de la Curia a personas que en público le han cuestionado a él o a sus medidas. ¿Por qué?

R.- Un papa como este molesta. La primera reacción de cualquiera sería quitarlos de en medio. Sin embargo, Francisco puede vivir con gente que no lo quiera como si no le importara. Francisco es un guerrero. También se acostumbró a ello en Buenos Aires.

P.- ¿En la era Kirchner?

R.- Puede ser. Pero, fíjate, el almuerzo que mantienen en el Vaticano a los cuatro días de haber sido elegido papa marcó un antes y un después en esa relación. Se despertó una empatía entre ambos que no existía en los años previos.Mi amigo el padre Jorge, libro de Alicia Barrios, Romana Editorial

“¡Ganaron los pobres!”

Cuando escuchó de boca del cardenal Tauran que Jorge Mario Bergoglio era el nuevo papa, Alicia Barrios se puso a saltar y a gritar en la Sala de Prensa del Vaticano, “y eso que no grito nunca”, advierte. “¡Ganaron los pobres! ¡Ganaron los buenos!”. Solo le salían esas palabras, hasta que se vio rodeada de cámaras de televisión.

En aquel momento, cuando “concluyó toda la aventura” y tomó el avión de regreso a Argentina, la periodista pensó que “se acabó”, que le perdía como amigo. “Sentí un desprendimiento que no había vivido antes”, confiesa. Sin embargo, “aquel miedo desapareció cuando le escribí la primera carta y me la contestó. A partir de ahí, descubrí que iba a ser posible mantener una relación con él. Durante la JMJ de Río de Janeiro, me llegó un mensaje para reunirnos y ahí fue el reencuentro. Hasta hoy”.

En el nº 2.999 de Vida Nueva

 


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