Unidad y oración, armas de la Iglesia francesa contra el terror

joven reza ante coronas de flores depositadas en el Paseo de los Ingleses, donde tuvo lugar el ataque en Niza 14 julio 2016

El ataque con un camión en Niza durante la fiesta nacional deja 84 muertos y centenares de heridos

joven reza ante coronas de flores depositadas en el Paseo de los Ingleses, donde tuvo lugar el ataque en Niza 14 julio 2016

Unidad y oración, armas de la Iglesia francesa contra el terror [extracto]

MARIE MALZAC (PARÍS) | Ante el dolor y la impotencia reinantes tras la tragedia de Niza, los obispos franceses han invitado a la oración por las víctimas y a la solidaridad con sus familiares, pero también a responder al desafío que plantea el ataque del 14 de julio, día de la toma de la Bastilla y fiesta nacional del país, conscientes de que “la solidaridad nacional debe ser más fuerte que el terrorismo” y con la certeza de que “la unidad es superior a la división”.

Apenas unas horas después de la terrible matanza, el sol resplandecía imperturbable en el cielo de Niza, apreciado destino turístico de franceses y extranjeros. De no ser por las huellas de sangre en el asfalto y los centenares de flores colocadas en el paseo marítimo, casi nadie podría sospechar lo sucedido. Pero la noche anterior, mientras familias y amigos estaban reunidos en el famoso Paseo de los Ingleses para disfrutar de los fuegos artificiales por las fiestas patrias, un camión conducido por el tunecino Mohamed Lahouaiej-Bouhlel embestía a la multitud durante casi dos kilómetros. El escalofriante balance: 84 muertos, entre ellos una decena de niños, y más de 200 heridos, algunos muy graves. Tras conocer los hechos, el Gobierno decretó tres días de luto nacional y amplió varios meses el estado de emergencia en el país. Poco después, llegaría la reivindicación del Estado Islámico.

“Tras lo ocurrido en Charlie Hebdo y en el supermercado judío en enero de 2015, y de los ataques en la sala Bataclan y en terrazas de bares parisinos en noviembre del mismo año, la barbarie terrorista ha golpeado de nuevo Francia”, se lamenta a Vida Nueva el vicario general de París y obispo auxiliar electo, Denis Jachiet. El domingo 17, siguiendo las indicaciones del cardenal André Vingt-Trois para toda la diócesis, presidió una misa en la catedral de Notre-Dame en memoria de las víctimas.

“Sentimos el dolor con estas familias marcadas para toda la vida –sigue explicando Jachiet–; como cristianos, estamos llamados a rezar, a pesar de este horror absurdo y de nuestro sentimiento de impotencia”. Muchos fueron los que acudieron ese día a misa en solidaridad con las víctimas. “La oración es lo único que podemos ofrecer”, cuenta una pareja de Niza que no suele ir mucho a la iglesia. Los propios sacerdotes de la ciudad constatan una mayor afluencia a las parroquias, “lógica en estos momentos de gran desesperación”.

El vicario general de París llama a responder al “desafío a la fraternidad” que se le ha lanzado a toda la nación. En el acto terrorista de Niza, “la fraternidad ha sido herida –sostiene–, porque ha golpeado a una muchedumbre unida para festejar, con sus diferencias de edad y de origen”. Después de lo ocurrido, la “mayor tentación es encerrarse en uno mismo”, advierte.

Tras el ataque del 14 de julio, son muchos los que, con rabia, se preguntan: ¿cómo, con la seguridad elevada al máximo nivel, un hombre pudo alquilar un camión y pasar a una zona peatonal con el pretexto de vender helados?, ¿cómo el primer ministro, Manuel Valls, puede decir que “desgraciadamente habrá otras vidas inocentes que se llevará por delante el terrorismo en el futuro”, confesando la impotencia de las autoridades ante la amenaza? Para Jachiet, es normal querer culpar a los dirigentes políticos de lo sucedido, pero “su responsabilidad es limitada ante un acto casi incontrolable”. “No cedamos a esta otra tentación, la de imputar el ataque a los poderes públicos, porque vamos a tener que seguir aprendiendo a vivir con esta realidad”, advierte.

Francia está siendo blanco de los ataques por su implicación en algunos conflictos internacionales y la fuerte presencia musulmana en su territorio. Y, “entre esta población, puede haber personas desequilibradas, vulnerables y reclutadas por el islamismo radical”, admite Jachiet, “pero esto no nos tiene que impedir salir al encuentro de nuestros hermanos musulmanes”. Según el imán de la gran mezquita de Niza, Otmane Aissaoui, 30 de las víctimas de Niza eran musulmanas y 20 tunecinas, nacionalidad del atacante. “El terrorismo golpea a todos, sin diferencia de religión”, dice.

Esta semana, los jóvenes de la Diócesis de Niza emprendían viaje hacia la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia. “Sin miedo”, aunque algunos estaban en el lugar de los hechos. “No consigo pensar en nada –relataba una de las chicas al diario La Croix–, pero no tenemos que cambiar nuestros planes, solo es necesario que nos apoyemos unos a otros”. En Polonia encontrarán a la juventud católica deseosa de construir un mundo en paz, una signo de esperanza en estos tiempos de oscuridad.

Misericordia contra el odio

“Golpeada y herida”. Así se encuentra la Diócesis de Niza, según su obispo, tras el ataque del pasado 14 de julio. En un comunicado difundido pocas horas después, André Marceau lamentaba que “la violencia ciega y el odio hayan producido muerte” y reconocía que “no es posible comprender un acto tan inhumano”, porque “nada puede legitimar la locura asesina y la barbarie”. Aunque sumida en un estado de shock, la población –considera el prelado– no puede encerrarse en sí misma, discriminar o guardar odio. Y pide a sus conciudadanos estar próximos a las demás personas en todo lugar y circunstancia, llevando “apoyo, esperanza y solidaridad”. Asimismo, recuerda que este Año de la Misericordia nos llama a cambiar los corazones y, a través de la oración, “dirigirnos a quien es el maestro del amor, Cristo, golpeado también en la cruz”.

“De su corazón traspasado, de su corazón herido de muerte, el corazón de Dios, manaron sangre y agua, nos dice el apóstol Juan. No dejemos que este tesoro se pierda”, escribe el pastor, al tiempo que exhorta a llevar “este mensaje de amor, porque nuestra sociedad lo necesita”.

En el nº 2.998 de Vida Nueva

 


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