Acogiendo la quietud

María Victoria Morán, pastoralista

María Victoria Morán, pastoralistaMARÍA VICTORIA MORÁN | Pastoralista

No hace mucho tiempo no hubiera podido escribir estas líneas sobre el descanso, aunque sean de sentido común, por mis muchos años de Marta intensa con momentos puntuales de María. Quizá a los que por vocación nos hemos dedicado a la educación nos resulta difícil dejar el ritmo frenético de Marta y desconectar, porque cuando termina el trabajo formal en las aulas, lo continuamos con la familia o lo prolongamos de una u otra forma en el tiempo libre. Puede que hayamos necesitado encontrarnos con las fuerzas desgastadas o darnos de bruces con nuestro agotamiento físico o mental para valorar la importancia del descanso.

Y, por deformación profesional, me surge espontáneamente acudir al significado que la RAE atribuye al “descansar”. Y todas sus acepciones son muy apropiadas. Empiezo por la tercera, “reposar, dormir”, porque algo tan humano y natural es el primer paso para recuperarse físicamente. Y la primera, “cesar en el trabajo, reparar las fuerzas con la quietud”, me recuerda la necesidad de recomponer todo lo que se va deteriorando con el paso de los días.

También el sentido figurado tiene resonancias para mí, “tener algún alivio en las preocupaciones”, pues encuentro el sentido de pararse, tomar distancia para mirar los afanes cotidianos de forma serena y que esta mirada alcance interpretaciones sobre personas y situaciones que el cansancio ha podido distorsionar.

Una vez serenos, lo interesante es plantearse las opciones para que, en la medida de lo posible, también sea elección el modo en que queremos gestionar el descanso: ocio, encuentros con familiares y/o amigos, viajes, intercambios solidarios para compartir parte de lo que somos y tenemos…

Intuyo que lo sensato es el equilibrio entre lo dedicado a uno mismo y a los demás, y también como creyentes, aprovechar el descanso como oportunidad de encuentro con El que nos sostiene, incluso cuando no somos conscientes de ello por la vorágine de la vida, y que la secuencia de Pentecostés nos describe como “Descanso de nuestro esfuerzo, Tregua en el duro trabajo, Brisa en las horas de fuego, Gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos”.

En el nº 2.998 de Vida Nueva

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