Adolfo González Montes: “La Iglesia busca que no se falsifique a Jesucristo”

Adolfo González Montes, obispo de Almería y presidente de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe

Obispo de Almería y presidente de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe

Adolfo González Montes, obispo de Almería y presidente de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe

Entrevista con Adolfo González Montes [extracto]

JOSÉ BELTRÁN | Se encuentra con un pie en Almería y el otro en Cracovia. Durante estos días ultima con los grupos de jóvenes de la diócesis el envío hacia la JMJ. Pero antes de iniciar la peregrinación, Adolfo González Montes reflexiona para Vida Nueva sobre la instrucción pastoral Jesucristo, salvador del hombre y esperanza del mundo. Presidente de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, el obispo de Almería es ponente del documento aprobado por la Asamblea Plenaria el pasado mes de abril y que fue presentado el 6 de julio.

PREGUNTA.- ¿Por qué esta instrucción sobre Jesucristo en el Año de la Misericordia?

RESPUESTA.- Francisco insiste mucho en el primer anuncio como una realidad permanente. Lo deja muy claro en Evangelii gaudium. Tenemos que llevar adelante la tarea de la evangelización, es la misión de la Iglesia. El contenido de esta evangelización es Jesucristo muerto y resucitado, que abre un horizonte de esperanza para un mundo que sin él no tendría una esperanza definitiva.

P.- ¿Cómo le gustaría que fuera acogido el documento?

R.- Me gustaría que se promoviera su lectura sin prejuicios. Mi deseo es que formara parte de la formación permanente del clero, de los religiosos y de las religiosas, que se trabajara en el laicado militantemente apostólico. Además, esta instrucción ensaya una forma nueva de proponer la doctrina de la fe, buscando que quien disiente o se aparta de lo que entendemos los sucesores de los apóstoles que debemos custodiar y guardar, debe dar explicación de qué dice, qué alcance tiene lo que dice y en qué medida afecta a las formulaciones tradicionales de la fe.

P.- Este texto pastoral está elaborado precisamente en el seno de Doctrina de la Fe…

R.- Se elaboró en el contexto del Año de la Fe, como respuesta a Plan Pastoral 2011-2015, que incluía la elaboración de un documento de esta naturaleza a propuesta de la propia comisión, que la Plenaria aprobó como muy pertinente y necesario, teniendo en cuenta que el Año de la Fe buscaba reafirmar la fe para fortalecer el testimonio cristiano en el mundo, con una función misionera. Adolfo González Montes, obispo de Almería y presidente de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe

“Tratar de que se entienda”

P.- En los primeros párrafos dice dirigirse “a los hombres y mujeres con quienes compartimos sociedad”. A veces, el lenguaje eclesial no logra romper las fronteras con la sociedad. ¿Cómo evitar que estos términos no sean crípticos para el ciudadano de a pie?

R.- Es ciertamente difícil. Una y otra vez se vuelve sobre esto y casi se acusa a la Iglesia de ser incapaz de usar un lenguaje que pueda tener empatía o conectar con la manera de hablar de la sociedad. Si no se entiende, habrá que comenzar la obra de evangelización tratando de que se entienda. Y eso es lo que buscamos. Precisamente el documento va acompañado de un glosario para hacerlo más asequible. De todas maneras, en informática hay un argot determinado y hemos aprendido lo que es un hashtag como sinónimo de etiqueta. Quizá tenemos que hacer un esfuerzo por promover una cultura religiosa en esta sociedad secularizada. Hace poco visitaba el Museo del Prado y una guía me dijo en confianza que era catequista. “¿En la parroquia?”, le pregunté. “No, mi catequesis permanente es aquí, porque las obras que ven los chavales no las comprenden, nadie les ha explicado lo que significan”. Esta incapacidad para contemplar una obra de El Greco refleja una gran quiebra cultural.

P.- ¿Cómo presentarles a Jesucristo de forma atrayente?

R.- Con esta instrucción nos hemos propuesto ante todo fortalecer la fe del pueblo de Dios. Los pastores son destinatarios inmediatos. Y junto a ellos, los profesores universitarios, los sacerdotes con sus catequistas y los profesores que enseñan religión. A partir de ahí se contempla una amplia extensión para la generación de grupos apostólicos, donde se trabaja en formación permanente. No creo que sea más difícil leer este documento que Laudato si’, que opera con todos los esquemas que el pensamiento ecológico ha puesto en rodaje y requiere unos conocimientos específicos. Aun así, pensar que hay que leer la instrucción a palo seco… Siempre tiene que haber un guía que ayude a profundizar en el texto. El documento se entiende desde su contexto y hay que buscar la manera de hacerlo asequible.

Los “fantasmas de Cristo”

P.- El documento subraya las que llama “desviaciones” del dogma de Cristo, como el reduccionismo histórico, la cristología adopcionista y arriana, la corriente del pluralismo religioso… ¿Hay una preocupación en el Episcopado porque estas tendencias planean sobre la Iglesia española o se ahonda de modo preventivo?

R.- Es una preocupación universal en la Iglesia. Uno de mis maestros –no teólogo sino profesor de psicología–, al analizar estas reducciones, nos expuso la operatividad que tenían en el marco cultural de nuestro tiempo a través de “los fantasmas de Cristo”. Estos fantasmas son los que nos creamos para acomodar la imagen de Cristo solo a nuestra conveniencia. Lo mismo lo hacemos con Dios Padre, con el misterio insondable de Dios, al que a veces le damos cuerda estirando y encogiendo según podamos aceptar o no aquello que realmente se acomoda a nuestra mentalidad. Ahí comienzan los reduccionismos, que ya se dieron en la Iglesia antigua. El Nuevo Testamento es testigo de que sucedió así. La generación apostólica ya tropezó con este problema que se ha dado en la historia del cristianismo. Lo curioso es que en una ciclicidad del eterno retorno, reaparecen en un lenguaje y marco cultural nuevo. La Iglesia siempre busca que no se falsifique la imagen de Cristo. Eso es algo que forma parte del testimonio evangélico. No somos una sociedad benéfica ni altruista. Podemos ser muy buenos para conservar el patrimonio histórico-artístico que la fe ha generado y estupendos como agentes de caridad, capaces de poner en juego los resortes de la beneficencia. Pero no nos podemos quedar ahí. Hay que dar una razón de por qué hacemos eso. La razón última de la acción de la Iglesia es la experiencia de Cristo.

P.- ¿Y cómo se resuelve despejar esos “fantasmas” sin que eso se traduzca en una condena a autores o teólogos?

R.- Es una pregunta ciertamente importante, es el virtuosismo que se exige de nuestro trabajo. No se trata sin más de pronunciar condenas, sino de entrar en un diálogo donde se esclarezca justamente lo que se quiera decir. Yo he dicho muchísimas veces que detrás de ciertas desviaciones hay mucho amor a la Iglesia y a Cristo, hay un intento apologético de hacer llegar el contenido de la fe al receptor. Cuando se rompe la comunión con la fe misma y se busca sustituirla por la interpretación que de ella se da, fracasa lo principal: la evangelización. En la misma educación de los chavales, si Jesucristo no pasa de ser el colega del campamento, se engaña el catequista y se engaña al catequizando. Hay que llegar a la experiencia interior por la cual el chaval llegue a comprender que está ante Dios mismo hecho carne. Esta vivencia tiene que llevarle a un amor verdaderamente adorador, que le lleve a estar siempre cautivado por Aquel que aparece como solución verdadera de la vida. Eso es difícil de transmitir, pero se ha hecho a lo largo de los siglos.

P.- El Papa alerta de la teología que se “agota en una disputa académica o contempla la humanidad desde un castillo de cristal”. ¿Esta tensión se palpa?

R.- Yo he sido veinte años profesor de teología y he cumplido funciones de teólogo profesional en la Iglesia, no solo docente. Esa preocupación ha sido constante. El Papa habla para toda la Iglesia en su conjunto y avisa con tino de los riesgos que se pueden correr. De todas maneras, hoy no creo que sean excesivas las disputas académicas sobre la realidad de la fe. Ahora nos encontramos con un desafío que es el que ha movido esta instrucción pastoral: cómo llevar el contenido de la fe, sin el cual no subsiste la Iglesia. Francisco da trazos directivos que son extraordinarios para mantenernos orientados. Ampararse en ellos para limitar la acción evangelizadora de la Iglesia, que lleva siempre a reiterar una y otra vez el primer anuncio, es muy aventurado. Supone “malutilizar” al Papa.

El sentido de la vida

Muchas horas ha dedicado Adolfo González Montes a esta instrucción pastoral desde que en 2011 está al frente de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe. Tras esta navegación, ¿quién es Jesucristo para él? “Respondo con san Pedro: ‘Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo, el que tenía que venir al mundo’. Respondo con aquella hondura de la fe, que es la que da sentido a mi vida, sostenida por el amor que le profeso y por la experiencia del que, siendo pecador, se siente permanentemente salvado y querido por Dios a través del corazón y del amor del Señor”.

En el nº 2.997 de Vida Nueva

 


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