La verdad del comercio de armas


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Cuando los periódicos y los tertulianos tratan de explicar las causas de las tragedias en Oriente Medio y África –y, desde ahí, las causas de la emigración–, siempre se refieren a la política. El ISIS y otros grupos fundamentalistas son los principales acusados. A veces abordan el interés de las grandes potencias para controlar la arena internacional. Pero todo termina ahí.

Francisco no se limita a estos análisis y, siempre que habla del comercio de armas, menciona a los mercaderes de la muerte. Pero sus palabras, por lo general, caen en oídos sordos. Sin embargo, es el único que dice la verdad. Y yo me he encontrado con la confirmación donde menos lo esperaba: en una serie de televisión.

En Italia se ha emitido The night manager, basada en una novela de John Le Carré, que comienza y termina en El Cairo, pero que también recorre Inglaterra, España, Turquía y Estados Unidos. La novedad de la serie es que en el centro de todo está el comercio de armas a gran escala, con el consentimiento tácito de los gobiernos a través de la corrupción. Los altísimos beneficios acumulados por los comerciantes sirven para generar tramas en todas partes y evitar cualquier tipo de control.

Los protagonistas de este comercio son respetables hombres de negocios, con estrechas relaciones con la élite internacional, muy interesados en hacer que las guerras se prolonguen. El clímax narrativo se da cuando los protagonistas se ven en un campo de refugiados entre Turquía y Siria, donde se almacenan las armas y se pasan por la frontera camufladas como ayuda humanitaria. Allí, un ejército de mercenarios está listo para actuar y reavivar el conflicto. La serie también muestra la desesperación de los campos de refugiados, los cuerpos destrozados por armas prohibidas, como las bombas de racimo.

Es curioso que solo una serie de televisión muestre aquello que nadie más denuncia, salvo el Papa. El lobby de los mercaderes de la muerte existe. Potente y riquísimo, está interesado solo en provocar conflictos y darles continuidad en el tiempo. Para alimentar esa “Guerra Mundial por partes” que, quizás, ya esté fuera de control.

En el nº 2.996 de Vida Nueva