Antonio Colinas: “¿Quién no puede ser un hombre de fe?”

Antonio Colinas, poeta

Poeta, ganador del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana

Antonio Colinas, poeta

ÁNGELES LÓPEZ | Traductor, novelista, ensayista, articulista, biógrafo… Su obra es amplia, pero, ante todo, es poeta. Lo es incluso cuando no hace poesía, pues la lírica, la musicalidad, la armonía y el sentido del ritmo están presentes en su obra, y es que Antonio Colinas, a quien nada de lo humano le es ajeno, ve la realidad a través de la poesía. Con el flamante ganador del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, y autor de Memorias del estanque (Siruela), compartimos un maravilloso café.

PREGUNTA.- ‘Memorias del estanque’: ¿por qué ha elegido el agua como espejo para conversar?

RESPUESTA.- La presencia del estanque no remite en el libro a la figura de Narciso, a un simple y plácido contemplar, sino que el estanque es el espacio con el que dialogo: yo le pregunto por mi pasado y él me va respondiendo. Bajo este punto de vista, el estanque cumple la función que la figura representa en la meditación contemplativa. Es un símbolo que nos vacía y que a la vez nos llena.

P.- El agua es una presencia heraclitiana, de que todo en la vida fluye…

R.- Así es. Está el agua quieta del estanque, pero también esa agua que fluye de los ríos. Mi libro se abre con los ríos de mi infancia y se cierra junto a ellos. Se cierra así un círculo que no es otro que el de la vida. El origen es muy importante para un escritor: son sus raíces, una especie de fuente que no cesa de manar y de la que él recibe una información preciosa.

P.- Aforismos, poemas, ‘monodiálogos’, semblanzas de escritores… ¿Tendrá que “consultarse” a sí mismo dentro de unos años, en estas páginas?

R.- Este es, en cierta medida, un libro de libros, pues en él son varios los géneros literarios. Eso denota que surgió de lo profundo de mi psique y que es la forma literaria la que tiene que ir adaptándose al fondo, al mensaje, al contenido. Es un libro sin máscaras, profundamente sincero, en el que he tenido que “desnudarme” en algunas ocasiones para contar cosas que no había contado, responder a dudas y preguntas de los demás o aclarar algunas cuestiones de carácter literario.

P.- Cuenta que de sus padres heredó el don de escuchar… ¡No es mala herencia!

R.- Sí, es otra forma de decir que a mí no me gusta hablar mucho, sino que prefiero escuchar; sobre todo, si el que habla no es un charlatán, sino una persona de la que se puede aprender. En este sentido, mis maestros los orientales me han enseñado mucho.

P.- Expresa su rechazo por algunos pensadores, y por la pérdida de los maestros, ¿los hemos sustituido por mercaderes mediáticos?

R.- Ha desaparecido la figura del maestro, en el sentido más amplio del término. La imagen, el mal uso de las nuevas tecnologías, devoran a la palabra, no se lee a los clásicos, que no suponen lo caduco, sino un canon en el tiempo de lo bello verdadero. Ahora parece que en cada persona hay un maestro que ya lo sabe todo.

P.- Ama lo evangélico, no le gusta que se malinterprete lo sagrado, que, a su vez, lo enfrentan a lo político. ¿Puedo preguntarle si es un hombre de fe?

R.- ¿Quién no puede ser un hombre de fe? Se secaría como un árbol o se mostraría como una roca. Mi libro es una apuesta por una visión plena, esperanzada de la vida. Escribir es un buscar la plenitud de ser, evitar los “contrarios”, buscar la armonía, que no es un estado dulzón y ausente de compromiso, sino lo que viene después de la prueba.

P.- Usted que hace semblanzas con maestría, ¿cómo definiría la figura del papa Francisco?

R.- Quizás es el Papa que necesita este tiempo, pero me preocupa la ausencia de la espiritualidad (que ha sido consustancial a todas las civilizaciones y religiones), lo sagrado bien entendido.

Dicto sentencia

  • “Este caos político lo estoy viviendo con desencanto, como la mayoría del pueblo. Nos falta un mayor civismo, una cultura política más concorde. Nuestros viejos enemigos siempre acaban apareciendo: el cainismo, la envidia, cierto carácter anarcoide que hace buena esa frase, tan recordada en estos días, de que España es un país que lleva mucho tiempo autodestruyéndose, pero que aún no lo consigue”.
  • ““María Zambrano fue para mí una maestra en el campo del pensamiento, como Vicente Aleixandre lo fue en el estrictamente literario”.

En el nº 2.996 de Vida Nueva


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