Hacia una nueva Conferencia Episcopal

Comisión Permanente CEE

Una comisión de cinco obispos reflexiona sobre su papel para afrontar los retos que le plantea la sociedad

Comisión Permanente CEE

Los miembros de la Comisión Permanente, en la reunión de la pasada semana

Hacia una nueva Conferencia Episcopal [extracto]

JOSÉ LORENZO | La Conferencia Episcopal Española (CEE) se encuentra inmersa “en un proceso de revisión muy profunda” –como apunta un prelado a esta revista–, que busca ser la respuesta que desde la Iglesia en España se dé a la hoja de ruta eclesial que marca el papa Francisco en la exhortación apostólica Evangelii gaudium. Tal y como contempla el plan pastoral vigente, aprobado el año pasado, esta institución colegial ha reservado para este 2016 como una de sus acciones destacadas “poner los órganos y servicios de la Conferencia Episcopal Española en estado de revisión, conversión y misión en el 50º aniversario de su inauguración, haciendo de las Comisiones y Secretariados hogar, escuela y taller de comunión y responsabilidad”.

“Esta celebración de los 50 años no es solo una mirada al pasado, a nuestra historia; nos tiene que servir para hacer examen de conciencia sobre si damos el tono evangelizador que el Papa espera de nosotros, si somos eficaces”, señaló José María Gil Tamayo, secretario general de la CEE, en la rueda de prensa de clausura de la Comisión Permanente, celebrada en Madrid del 21 al 22 de junio. En esa misma reunión, empezó a dar cuenta de su labor la comisión de obispos encargada de elaborar una reflexión que será estudiada en la Asamblea Plenaria del próximo mes de noviembre.

Creación del C-5

Esta comisión está formada por cinco miembros, los cincos primeros obispos más votados durante la Plenaria de marzo, y que fueron, por este orden: Casimiro López, obispo de Segorbe-Castellón; Ginés García Beltrán, obispo de Guadix-Baza; Carlos López, obispo de Salamanca; Juan José Omella, arzobispo de Barcelona; y Vicente Jiménez, arzobispo de Zaragoza; Gil Tamayo ha sido designado coordinador de esta especie de C-5, similar al C-9 que estudia la reforma de la Curia vaticana.

“Esta comisión no está planteada desde un punto de vista político”, añade otro prelado consultado por Vida Nueva. “Entre los cinco hay sensibilidades distintas, pero hay unanimidad en cuanto a lo que tiene que ser la línea de reflexión que nos mueva. Y entre lo primero, no está cambiar los estatutos. Eso llegará, pero no es el punto de partida”, apunta, para conjurar algunas críticas surgidas por quienes creen que priman los prelados “franciscanos” que pretenderían aprovechar su mayoría en la comisión para cambiar el reglamento interno.

“Lo que hay –añade el obispo– es el convencimiento de hacer una reflexión sobre el papel de la Conferencia Episcopal para hoy; y que sea una reflexión obra de todos los obispos y no la obra de una comisión de obispos. La voz de la Plenaria tiene que ser muy importante; y sin olvidar que es una comisión formada por los obispos que los propios obispos hemos querido que estuviesen en ella”. Y reitera que hoy “no se quiere entrar en el tema de los estatutos. Se considera que hay cosas más urgentes. La tentación sería cambiarlos, algo que ya se ha hecho en ocho ocasiones. Eso sería lo más fácil, pero no lo mejor”.

Par estos primeros momentos de su reflexión conjunta –ni siquiera hay un borrador de trabajo–, los obispos están estudiando diversos documentos, entre ellos, el motu proprio Apostolos suos, sobre la naturaleza teológica y jurídica de las conferencias episcopales, de Juan Pablo II. Asimismo, se está analizando el funcionamiento de otra conferencias europeas, como la de Francia, Italia o Portugal. “En este momento de la reflexión, se quiere ver el papel y la misión que la Conferencia Episcopal tiene que tener en medio de una sociedad como la actual en España, para que nos ayude a afrontar los retos que tenemos como Iglesia. Queremos una Conferencia para hoy. Y queremos hacerlo de manera colegiada, con todos los obispos”.

Simplificar estructuras

En un segundo momento, está prevista una consulta a todos los organismos que conforman la Conferencia Episcopal con la finalidad de “simplificar y agilizar” estructuras. En este sentido, según fuentes de la CEE, para estas reformas, desde Añastro se mira al Vaticano, también metido él mismo en un período de cambios. De hecho, el 1 de septiembre comenzará su andadura, tras su aprobación ad experimentum, el nuevo dicasterio para los laicos, la familia y la vida, que absorbe las funciones del Pontificio Consejo para los Laicos y del Pontificio Consejo para la Familia.

Adelgazar estructuras es el objetivo que está detrás también de otro nuevo dicasterio sobre Caridad, Justicia y Paz, que asumiría las competencias de Justicia y Paz, Cor Unum, Agentes Sanitarios, Migrantes e Itinerantes. En esta línea, se podría reducir el número de comisiones o subcomisiones (16, en total, con una veintena de departamentos correspondientes). Y también aquí, en este momento, podrían aparecer recelos. Según la fuente consultada, “estas posibles reducciones o reunificaciones suponen una pérdida de cuota de poder para los obispos”. Y en un momento en el que, a pesar de la aparente calma, no se pierde de vista el horizonte electoral de la Plenaria de marzo de 2016, donde, a excepción del secretario general, se renovarán todos los cargos, también los de los presidentes de las comisiones. En todo caso, a final de verano, probablemente en septiembre, el C-5 volverá a reunirse para concretar ya elementos de cara a la Plenaria de otoño.

Añastro reivindica el estilo del papa Francisco

A pesar de que la reunión de la Comisión Permanente aprobó la creación de la Oficina de Transparencia (ver página 22) o se presentó una reflexión pastoral sobre Amoris laetitia, estos temas pasaron a un segundo plano, opacados para los periodistas por la nota impulsada por el cardenal Cañizares previa a las elecciones del 26-J. El portavoz Gil Tamayo bandeó como pudo las preguntas, que buscaban una vía de agua entre Añastro y Valencia. Sin embargo, mostró la cercanía de la Conferencia al purpurado valenciano, defendió la libertad de predicación y dejó caer que “el mensaje que dé la Iglesia, tiene que ser en el estilo del papa Francisco”.

En el nº 2.995 de Vida Nueva


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