Benedicto XVI a Francisco: “Su bondad es el lugar donde vivo: me siento protegido”

El Papa con el grupo de refugiados

En los 65 años de su ordenación, Ratzinger agradece a Bergoglio todo el afecto recibido

papa Francisco y Benedicto XVI

Francisco y Benedicto XVI se saludan efusivamente en presencia de Angelo Sodano, decano del Colegio cardenalicio, y de otros purpurados en la Sala Clementina

Francisco: “Benedicto XVI continúa sirviendo a la Iglesia”

DARÍO MENOR (ROMA) | El 29 de junio de 1951, un joven Joseph Ratzinger (tenía entonces 24 años) recibía la ordenación sacerdotal junto a su hermano Georg en la catedral de la ciudad alemana de Freising. El pasado martes 28 de junio, 65 años después de aquella ceremonia, el hoy Papa emérito celebró este especial aniversario del inicio de su vida de servicio a la Iglesia católica dejando durante poco más de una hora su retiro voluntario para reunirse con Francisco y con buena parte de los miembros del Colegio cardenalicio en la Sala Clementina del Vaticano. Precisamente, la misma sala donde el 28 de febrero de 2013 Benedicto XVI se despidió de los cardenales diciéndoles que entre ellos estaba el “futuro papa”, al que desde ese momento prometía su “incondicionada reverencia y obediencia”.

El obispo de Roma emérito recibió muestras de cariño y de reconocimiento a raudales de los asistentes al acto, empezando por Jorge Mario Bergoglio, quien lo abrazó antes de dedicarle unas emotivas palabras. Le dijo que el monasterio vaticano ‘Mater Ecclesiae’, donde reside tras su renuncia al pontificado, nada tiene que ver con “esos rincones olvidados en los que ‘la cultura del descarte’ de hoy tiende a relegar a las personas cuando, con la edad, pierden sus fuerzas”. Desde su apartada residencia, Benedicto XVI sigue testimoniando de forma “intensa y luminosa” lo decisivo que resulta “tener el corazón y la mirada dirigidos hacia Dios”.

“Usted, Santidad –insistió Francisco–, continúa sirviendo a la Iglesia: nunca deja de contribuir con determinación y sabiduría a su crecimiento”. Aplaudió su “tranquilidad, paz, fuerza, confianza, madurez, fe, dedicación y fidelidad”, que hacen “tanto bien” e insuflan “tanta fuerza” al actual Papa y a toda la Iglesia, y, finalmente, celebró su “satisfactorio sentido del humor”.

Gracias a todos

En la parte conclusiva del acto, Benedicto XVI tomó la palabra por primera vez en público desde su renuncia al pontificado, hace ya más de tres años, para agradecer el afecto recibido. Lo hizo recurriendo al término griego Efharistomen que, según recordó, había utilizado uno de los sacerdotes que se ordenó con él en 1951. “Efharistomen dice un gracias humano, gracias a todos. Gracias especialmente a usted, Santo Padre: su bondad, desde el primer momento de la elección, en cualquier momento de mi vida aquí, me conmueve, me lleva realmente –más todavía que los jardines del Vaticano– hacia la belleza; su bondad es el lugar donde vivo: me siento protegido”, dijo con su particular voz aflautada el Papa alemán, que el pasado abril cumplió 89 años.

Benedicto XVI agradeció también las palabras de los dos cardenales que realizaron intervenciones en el acto: Angelo Sodano, decano del Colegio cardenalicio, y Gerhard Ludwig Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Como editor de las obras completas de Ratzinger, este último fue el encargado de entregarle al Papa emérito varios ejemplares del libro Enseñar y aprender el amor de Dios, que recoge algunas de las homilías del anterior obispo de Roma y ha estado impulsado por un grupo de editores católicos de diversos países, entre ellos el presbítero español Carlos Granados, responsable de la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC).

Este volumen cuenta con un prólogo de Müller y con un prefacio de Francisco, cuyo contenido fue adelantado por algunos diarios italianos la semana anterior al acto de homenaje. En este texto, Bergoglio muestra una vez más su profundo reconocimiento a su antecesor. “Cuando leo las obras de Joseph Ratzinger/Benedicto XVI, me resulta cada vez más claro que él ha hecho y hace ‘teología de rodillas’: de rodillas porque, antes incluso que ser un grandísimo teólogo y maestro de la fe, se ve que es un hombre que cree verdaderamente, que ora verdaderamente; se ve que es un hombre que personifica la santidad, un hombre de paz, un hombre de Dios”, dice Francisco.

A su juicio, el Papa alemán encarna de manera “ejemplar el corazón de toda la acción sacerdotal”, que no es otra que el “profundo enraizamiento en Dios”. Sin ella, “nada es ya verdadero, todo se convierte en rutina, los sacerdotes en asalariados, los obispos en burócratas y la Iglesia deja de ser la Iglesia de Cristo y se convierte en un producto nuestro, una ONG a fin de cuentas superflua”.

El Papa con el grupo de refugiados

El Papa con el grupo de refugiados que luego se sentó junto a él durante la audiencia general del 22 de junio

Bergoglio se muestra en este texto de acuerdo con la opinión manifestada por el cardenal Müller en el prólogo del libro, en el que sostiene que Benedicto XVI forma parte de la serie de “grandísimos teólogos que han ocupado la cátedra de Pedro; como, por ejemplo, el papa León Magno, santo y doctor de la Iglesia”. Francisco va incluso un paso más, al alabar la aportación que Ratzinger ha hecho a la Iglesia como Papa emérito, pues hoy “nos está impartiendo del modo más evidente una de sus más grandes lecciones de ‘teología de rodillas’”. Desde el monasterio ‘Mater Ecclesiae’, Benedicto XVI testimonia, “de un modo todavía más luminoso, el ‘factor decisivo’, ese íntimo núcleo del ministerio sacerdotal que los diáconos, los sacerdotes y los obispos nunca deben olvidar”. No es otro que el de rezar por los demás “sin interrupción, con alma y cuerpo”. Se trata de un servicio mucho más importante que la gestión de “los asuntos corrientes”.

Además del viaje a Armenia (ver páginas 8-15), completa la actualidad vaticana el mensaje en vídeo que el Pontífice envió a los alrededor de 1.500 participantes en el VI Congreso Mundial contra la Pena de Muerte, iniciado el 21 de junio en Oslo. El Papa les animó tanto a seguir trabajando por la abolición de la pena capital como también por “la mejora de las condiciones de reclusión, para que respeten plenamente la dignidad humana de las personas privadas de libertad”.

Otra de las imágenes significativas de la semana la protagonizaron los 10 refugiados que se sentaron en el suelo junto al Papa durante la audiencia general del 22 de junio en la Plaza de San Pedro. “Hoy me acompañan estos chicos. Muchos piensan que era mejor si se quedaban en su tierra, pero allí sufrían tanto”, comentó Francisco, subrayando que eran “nuestros hermanos”.

‘Amoris laetitia’, en Naciones Unidas

Amoris laetitia pone a la familia en la encrucijada de un nuevo desarrollo de nuestro planeta”. Con estas palabras presentó la última exhortación apostólica del papa Francisco el arzobispo Vincenzo Paglia, presidente del Pontificio Consejo para la Familia, en la sede de Naciones Unidas en Ginebra, el jueves 23 de junio. En un intento más por que este texto, que recoge las reflexiones de los dos últimos sínodos sobre la familia, siga propiciando una reflexión acerca de la situación de nuestra sociedad hoy, Paglia aseguró que “todos los estudios” señalan que, cuando la familia es apoyada y apreciada, mejoran de forma significativa los índices que miden la calidad de vida. Teniendo en cuenta esta “visión estratégica”, el ministro vaticano subrayó que Amoris laetitia ofrece una aportación significativa para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible planteados por Naciones Unidas entre 2015 y 2030. Con este texto, el Papa brinda una “tesela más para realizar el mosaico del sueño de todos los pueblos de la Tierra para convertirse en una familia que vive en paz”.

En el nº 2.995 de Vida Nueva


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