Turquía evidencia su malestar ante el viaje papal a Armenia

Pietro Parolin y Petro Poroshenko

Ankara, que no reconoce el genocidio, homenajea a un embajador suyo asesinado en 1977 en Roma

catedral apostólica de Echmiadzín, Armenia, canonización de las víctimas del genocidio armenio abril 2015

Catedral apostólica de Echmiadzín, Armenia

Turquía evidencia su malestar ante el viaje papal a Armenia [extracto]

ANTONIO PELAYO (ROMA) | Francisco se dispone a iniciar el 24 de junio un breve viaje a Armenia que se prolongará hasta el domingo 26. Visita muy deseada por el pueblo y sus Iglesias (la apostólica y la católica) y que permitirá al Papa manifestar su solidaridad con los descendientes de las víctimas del genocidio sufrido por esta antiquísima nación a principios del siglo XX.

El año pasado se celebró el centenario del Metz Yeghern (el Gran Mal) y entonces se habló de la posibilidad de que el Santo Padre visitase Armenia. La prudencia diplomática de la Santa Sede aconsejó posponer la visita, que hubiera sido interpretada casi como un casus belli por las autoridades turcas, que siempre han negado cualquier responsabilidad en tan lamentable suceso. El mismo día (14 de abril de 2015) en que proclamó doctor de la Iglesia a san Gregorio de Narek, Francisco envió un mensaje a los armenios en el que reconocía “sentir una gran cercanía a vuestro pueblo” y les mostró su deseo de “unirme espiritualmente a las oraciones que se elevan de vuestros corazones, de vuestras familias y de vuestra comunidad”.

Cercanía que se pondrá ahora de manifiesto en esta visita que comprende tres etapas: la capital, Yerevan, Gyumri y Vagharshapat, donde se encuentra Echmiadzin, la imponente sede de la Iglesia Apostólica Armenia. Con algunos cambios, es un programa muy similar al que realizó en 2001 san Juan Pablo II. Incluye una visita al imponente monumento erigido en Tzitzbernakaberd en memoria de las víctimas del genocidio.

Como prueba de la extrema “sensibilidad” de las autoridades turcas ante el viaje, hay que reseñar la ceremonia que tuvo lugar en el Palacio de la Cancillería (edificio extraterritorial del Vaticano) para conmemorar al embajador turco ante la Santa Sede Taha Carim, asesinado por un comando de terroristas armenios en 1977. El actual embajador, Mehmet Pacaci (que fue llamado a Ankara el año pasado después de que el Papa utilizara la palabra “genocidio” en una ceremonia en San Pedro), lamentó en su discurso “la degeneración metódica y violenta de las controversias que puede dañar a las sociedades modernas”. Se abstuvo, en todo caso, de referirse al viaje de Bergoglio a Armenia.

Por la paz en Ucrania

Siempre en temas de viajes, tenemos que destacar el que ha realizado a Ucrania el secretario de Estado entre el 15 y el 20 de junio. El cardenal Pietro Parolin ha visitado sucesivamente la ciudad de Zaporozhie, la capital Kiev y Leópolis (o Lviv en lengua ucraniana), limítrofe con Polonia. Como es sabido, Ucrania es escenario de un guerra iniciada hace dos años en la que se enfrentan su ejército y separatistas pro-rusos; un conflicto que ha causado ya 10.000 muertes y ha obligado a desplazarse a un millón y medio de personas que viven en situaciones desesperadas.

Pietro Parolin y Petro Poroshenko

Pietro Parolin con el presidente ucraniano, Petro Poroshenko

En su visita a Zaporozhie, situada en la parte suroriental de Ucrania y en las riberas del río Dnieper, Parolin ya hizo un primer llamamiento para que cesen los enfrentamientos entre fracciones opuestas que son “signo de una contraposición de civilizaciones, historias y pueblos más allá de las fronteras ucranianas y que podría tener consecuencias en el equilibrio, ya continuamente violado, en muchas partes del mundo”. Advirtió también contra el peligro de las “provocaciones”, porque “basta muy poco para que estallen conflictos desastrosos”.

Según el número dos de la Santa Sede, en Ucrania se da una “guerra solapada, con frecuencia escondida, aparentemente poco visible, y por eso injustamente olvidada por los medios”. En la citada ciudad se ha constituido la fundación que va a ocuparse de distribuir la ayuda a las víctimas de esa guerra. Como se recordará, Francisco promovió el pasado 24 de abril una colecta especial en todas las Iglesias de Europa para recabar fondos destinados a los más perjudicados por el conflicto. No se ha dado a conocer la cantidad recolectada (a la que el mismo Papa ha sumado su participación), pero se ha puesto de manifiesto que “esos millones de dólares” (según el nuncio apostólico, Claudio Gugerotti) se distribuirán sin “distinción de convicciones o pertenencias religiosas, étnicas o culturales”. Serán destinados “exclusivamente a las víctimas de la violencia en la parte oriental de Ucrania” y no habrá proselitismo alguno.

El viernes 17, Parolin fue recibido por el presidente de Ucrania, Petro Poroshenko; el ministro de Asuntos Exteriores, Pavlo Limkin; y el presidente del Parlamento. Al día siguiente, el cardenal viajó a Leópolis y celebró la misa en la catedral con el arzobispo de los latinos, Mieczyslaw Mokrzycki (el que fuera joven segundo secretario de san Juan Pablo II y durante algún tiempo también de Benedicto XVI). En su homilía afirmó que “hay siempre una infidelidad en el origen de todas las guerras, de esa violencia tan absurda y cínica, capaz de barrer todo sentimiento, todo respeto humano, toda ternura, todo interés por quien es como nosotros”. Esa misma tarde visitó el seminario de la diócesis y mostró su admiración por el alto número de seminaristas. “Hace ya tiempo –confesó– que no estamos acostumbrados a ver grupos tan grandes de candidatos al sacerdocio”. Sin olvidar el contexto socio-político en que se desarrollaba su visita, añadió: “Un nacionalismo exasperado, que se interpreta a sí mismo como única representación auténtica de la identidad nacional, es en realidad fruto de un complejo de inferioridad que no sabe aceptar la pluriformidad por lo que es: un extraordinario instrumento de crecimiento”.

Otro momento significativo de la visita fue su encuentro con el Consejo Panucraniano de las Iglesias y de las Organizaciones Religiosas (ya visitado por Wojtyla en su viaje de 2001). Después de evocar las tan numerosas como trágicas vicisitudes de Ucrania (Chernóbil entre ellas), Parolin dijo: “El sufrimiento del pueblo ucraniano continúa con los bombardeos, las destrucciones de aldeas e infraestructuras y, sobre todo, con el retorno del odio, de la desconfianza, con la desestabilización de una sociedad que busca de todas las maneras poder disfrutar adecuadamente de los inmensos dones con los que la dotado el Creador. En este momento de dificultades, agravado por el peso de una crisis institucional, económica y moral que suscita muchos sufrimientos, nosotras, las comunidades religiosas, estamos llamadas a una responsabilidad sin precedentes. (…) Nada justifica para el creyente el odio, la calumnia, el rechazo del hermano. Mucho menos lo justifica la referencia a Dios. Es una blasfemia que Dios sea usado como comandante de divisiones y muerte”.

Concluyamos la crónica con una noticia feliz: nueve refugiados sirios han sido acogidos por Francisco con la colaboración eficaz de la Comunidad de Sant’Egidio. Proceden, como los 15 que ya llegaron a Roma en el avión papal, de la isla griega de Lesbos. Del grupo, esta vez, forman parte dos cristianos.

En el nº 2.994 de Vida Nueva


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