Editorial

La influencia del voto católico el 26J

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EDITORIAL VIDA NUEVA | No resulta aventurado afirmar que el resultado de las elecciones generales del 26 de junio está en manos de los cristianos, aunque solo sea porque el barómetro del CIS de mayo recoge que el 72,1% de los españoles se consideran católicos. Vida Nueva ha querido conocer su comportamiento electoral a través de la primera encuesta de estas características.

Los resultados reflejan esa fragmentación de la sociedad española manifestada el 20 de diciembre. En el caso de los electores católicos se ve una tendencia de un apoyo más significativo al PP y un menor respaldo a Unidos Podemos, mientras que hay una respuesta similar al resto de la ciudadanía sobre PSOE y Ciudadanos. Así, si el futuro Gobierno estuviera únicamente en manos de los católicos, la suma del PP y Ciudadanos permitiría esa mayoría absoluta que parece inviable.

Cuatro de cada diez católicos considera que la moral condiciona su voto. Más discreta –28%–parece la influencia de las orientaciones de los obispos, justo cuando la Conferencia Episcopal ha decidido romper con los pronunciamientos de etapas anteriores, apelando únicamente al diálogo y remitiéndose al documento Iglesia, servidora de los pobres.

De la misma manera, no son las cuestiones doctrinales las que más preocupan a los cristianos ante las urnas. Aunque les inquieta el derecho a la vida o la defensa de la libertad religiosa, por encima sitúan, como el resto de la población, las medidas para el crecimiento económico.

Existe un electorado católico maduro,
que no se encasilla y se siente
libre para decidir a quién vota
con una perspectiva integral.
No hay un partido confesional ni voto cautivo.

Con todos estos datos sobre la mesa, frente a quienes valoraron tras el 20-D que esta variedad de voto reflejaba una sociedad enferma, los datos de la encuesta revelan la existencia de un electorado católico maduro, que no se encasilla y se siente libre para decidir a quién vota con una perspectiva integral. No hay un partido confesional ni voto cautivo, como las propias formaciones reconocen a Vida Nueva.

La cuestión radica en si los partidos políticos han caído en la cuenta del peso del votante cristiano cuando le encasillan en un perfil estereotipado, cuando amenazan con el fin de los Acuerdos Iglesia-Estado, cuando ningunean a la escuela concertada, cuando ignoran a los pobres o cuando utilizan a los inmigrantes y los refugiados como arma electoral.

Vista la influencia del voto católico, aquellos que sean titulares de un escaño a partir del 26 de junio han de caer en la cuenta de que ni ellos ni sus partidos son propietarios de su sillón en el Congreso. Y es que, para seis de cada diez encuestados, los partidos son capaces de representar los valores del Evangelio.

Desde ahí, el escaño se convierte en un aval prestado por una ciudadanía soberana, en su mayoría cristiana, que les han encomendado la tarea de hacer realidad esos principios evangélicos.

En el nº 2.993 de Vida Nueva. Del 18 al 24 de junio de 2016

 


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