‘Un doctor en la campiña’: medicina de proximidad

'Un doctor en la campiña'

'Un doctor en la campiña', fotograma de la película

J. L. CELADA | Lejos quedan ya aquellas televisivas Crónicas de un pueblo (1971-1974), en las que el alcalde, el cura, el médico y el maestro constituían las fuerzas vivas de la comunidad. Hoy, la atención sanitaria, escolar, pastoral o incluso institucional en el medio rural recae en héroes anónimos, cuya generosa entrega permite que pequeños núcleos de población sobrevivan con dignidad a una muerte anunciada.

Uno de esos abnegados profesionales es el protagonista de Un doctor en la campiña, tercer largometraje del francés Thomas Lilti, un manual de medicina de proximidad que, paradójicamente, nos enseña que a ser médico rural no se aprende. Aunque, por más que su personaje se niegue a dejarse ayudar, la sola posibilidad de compartir con él un día de consultas y visitas domiciliarias se convierte por sí misma en una clase magistral sobre este oficio en peligro de extinción.

Y así arranca el nuevo trabajo de Lilti –antes galeno que cineasta–, con una jornada cualquiera en la vida de nuestro hombre (François Cluzet adueñándose de cada plano con extraordinaria economía gestual): ancianos que se apagan y jóvenes que despiertan a la sexualidad, accidentados y desequilibrados… Unos y otros desnudan sus cuerpos –y almas–, mientras ponen a prueba la paciencia y sabiduría de este experimentado doctor, admirable exponente de una medicina que no entiende de horarios.

Sin embargo, sus sencillas lecciones acerca de pacientes, diagnósticos y tratamientos adquieren todo el sentido cuando un problema de salud en carne propia le obliga a compartir sus conocimientos –y sentimientos– con una colega recién llegada al campo tras su etapa como residente (Marianne Denicourt erigida en perfecto contrapunto con sus destellos de humor y ternura). Ella es quien, a la postre, propicia el descubrimiento de los “secretos” mejor guardados de una vocación casi siempre inasequible al desaliento, empeñada en “reparar los fallos” de una naturaleza que conjuga hermosura y barbarie. También su participación contribuye a acentuar otros aspectos no menos presentes en esa campiña abandonada a menudo a su suerte, como la solidaridad vecinal, el trabajo en equipo, la cultura del agradecimiento o hasta ciertos arranques machistas.

Con tono contenido, el naturalismo de su puesta en escena y la contagiosa humanidad de sus historias, Un doctor en la campiña encuentra en la palabra y la escucha un eficaz antibiótico contra el dolor o la soledad. Si en Hipócrates (2014) el realizador galo visitaba la trastienda de un hospital para denunciar los achaques del sistema sanitario durante la crisis, ahora vuelve a colgarse el fonendoscopio para examinar –y reivindicar– sin urgencias los latidos de una profesión que merece todo nuestro reconocimiento. Como esta honesta película.

 

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: Médecin de campagne.

DIRECCIÓN: Thomas Lilti.

GUIÓN: Baya Kasmi y Thomas Lilti.

FOTOGRAFÍA: Nicolas Gaurin.

MÚSICA: Alexandre Lier, Sylvain Ohrel, Nicolas Weil.

PRODUCCIÓN: Emmanuel Barraux, Agnès Vallée.

INTÉRPRETES: François Cluzet, Marianne Denicourt, Christophe Odent, Patrick Descamps.

En el nº 2.991 de Vida Nueva

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