¿Cárcel o perdón?

No encarcelar a las FARC es un tema que genera urticaria en muchos colombianos, pone en riesgo la negociación del conflicto y a la postre el logro de la paz. A cambio de cárcel o de justicia punitiva, el Gobierno está proponiendo zonas con formas mínimas de restricción de libertad. ¿Por qué nos enfurece tanto no encarcelar? Porque normalmente, ante una falta, el instinto primario de nuestro cerebro arcaico nos empuja a enterrar el colmillo y aplicar el castigo. Muchos de nuestros políticos suelen promover el binomio castigo-cárcel, porque saben que el populismo punitivo les genera votos y poder.

mañsk

Dice Hannah Arendt que el ser humano es incapaz de perdonar lo que no logra castigar, pero trágicamente tampoco logra satisfacción plena con el castigo. Paradójicamente, la satisfacción plena se logra cuando entra en juego el perdón y los ofendidos se llenan de esa nobleza superior que les ayuda a entender que castigo no es eliminar al ofensor sino recuperarlo para la sociedad e incluso para sí mismo.

El apóstol Pablo, después de ser un fanático del cumplimiento preciso de la ley y del castigo, entendió que el valor máximo de la vida es el amor. Lo expresa diciendo que la justicia de Dios es la justificación.

¿Cómo castigar a ofensores de la ley que no tuvieron familia ni educación ni empleo ni vivienda ni tierra? ¿No será tan culpable el ofensor como el entorno de carencias donde vivieron? Y, a la larga, ¿no terminamos siendo culpables todos? ¿No merecen ellos ser justificados, si se tiene en cuenta el ambiente adverso que les generamos por acción u omisión? ¿No será más justo, en un proceso de reconciliación nacional, generar programas como la prevención y la intervención transformadora a través de programas de favorabilidad jurídica, empleabilidad y educación para la paz?

Edgardo Buscaglia, experto en temas de violencia y seguridad, afirma que los criminales y ofensores de la ley, en general, no son primeramente problemas policivos (o carcelarios, agrego yo), sino problemas socio-económicos que pueden prevenirse. Gran parte de los victimarios hoy fueron víctimas ayer. Nadie les ayudó a transformar sus rabias y sus rencores, como tampoco a responder a sus necesidades básicas.

Sin embargo, continuamos creyendo que la solución a gran parte de los problemas generados por la injusticia social y la inequidad son las cárceles, escenarios del fracaso más rotundo de la imaginación humana. La cárcel no devuelve a la sociedad individuos mejores sino peores. En Colombia existen índices de reincidencia en el delito de excarcelados que llegan hasta el 70% por ciento. Las cárceles seguirán generando más presos: son la universidad del delito; son una degradante y constante ofensa a la dignidad de los seres humanos.

Ante esta cruda realidad, la cultura ciudadana del perdón demuestra ser una cultura de gran impacto, no solo para prevenir el crimen, sino, y sobre todo, para evitar su propagación mediante la venganza. El instinto reptílico que amenaza a todos los mortales como forma aprendida de resolver conflictos en la larga cadena de la evolución, no obstante, deja de ser una oferta ideal en la promoción de la justicia, para permitir que un nuevo ascenso evolutivo proponga la reconciliación y la restauración como formas ideales de justicia.

P. Leonel Narváez

Presidente de la Fundación para la Reconciliación

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