La vocación, más que un ‘reality’

Fernanda, una de las cinco concursantes del programa ‘Quiero ser monja’, empezará su aspirantado en septiembre

RUBÉN CRUZ | “¿Ha servido para algo? “Sí, sin duda”, contesta con rotundidad María Jesús Rodríguez, superiora de la comunidad del Colegio del Santísimo Sacramento. “Fíjate si ha servido que, desde que comenzó el programa, cinco jóvenes se han puesto en contacto con nosotras porque se sentían identificadas y estamos comenzando su acompañamiento”, añade Marian Macias, vicaria general de las Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada. Ella ha sido la cara más visible de esta congregación que decidió “hacer lío” y abrir las puertas de su convento para que entraran las cámaras del reality Quiero ser monja. “Dios ha conseguido entrar en miles de hogares”, dice Marian. Y si ha habido una protagonista del reality, esa es Fernanda.

A principios de abril, esta joven chilena de 24 años afincada en Mallorca, solicitó el ingreso con las Misioneras del Santísimo Sacramento. La semana pasada estuvo en Madrid para realizar su primera evaluación y que las hermanas determinaran si su vocación está clara. En principio, en septiembre se trasladará a la capital para realizar su aspirantado. Después, tendrá que viajar a México para hacer los dos años de prenoviciado y el noviciado.

Ella nunca tuvo claro llevar su vocación a un reality. En el Encuentro Europeo de Jóvenes celebrado en Ávila el pasado agosto, la productora, en busca de vocaciones, se topó con Fernanda. La llamaron mil y una vez buscando su sí, pero se resistía. “Si el Señor no ha necesitado la televisión para llevar su mensaje, ¿qué voy a hacer ahí?”, se preguntaba.

La joven lleva un año y medio en discernimiento vocacional. En Ávila conoció a una carmelita descalza a la que le contó sus sentimientos. La hermana le dijo que era una clara vocación: “Atrévete, no tengas miedo”. Y la invitó a visitar a las carmelitas descalzas de Mallorca. Así lo hizo. A ellas les consultó su participación en el reality. Las monjas lo rezaron y le dieron una respuesta clara: “Sí, Fernanda. Tienes que ir. No sabes quiénes son las otras chicas. Si no son reales, al menos estarás tú para dar testimonio”.

Fernanda dejó su trabajo como auxiliar de enfermería en una residencia de ancianos y puso rumbo a Madrid sin saber qué congregaciones iba a conocer y en qué lugares iba a estar. Obviaba también a quienes pudieran juzgarla. Y es que “a los católicos muchas veces se nos olvida que Dios no juzga, que es misericordioso, y yo iba a la tele a intentar tocar corazones”.

 
* ¿Quieres seguir leyendo este artículo? A fondo completo en este enlace solo para suscriptores

* Comprar el número suelto en la app de la Revista Vida Nueva nº 2.989: en iPad o para dispositivos de Android

* Suscribirse a Vida Nueva

 


LEA TAMBIÉN:

Compartir