Francisco abre el debate sobre el diaconado femenino

Francisco con religiosas

Apela a la mirada propia de las mujeres y reivindica que tomen decisiones en la Iglesia

Francisco con religiosas

Bergoglio saluda, el día 12 en el Aula Pablo VI, a las 870 participantes en la Plenaria de la UISG

ANTONIO PELAYO (ROMA) | La UISG (Unión Internacional de Superioras Generales) se define como “un foro internacional donde las superioras generales comparten experiencias, intercambian informaciones y se acompañan recíprocamente en el desarrollo de su servicio”. A la Asamblea Plenaria de este año, convocada bajo el título Tejiendo la solidaridad global para la vida, asistieron 870 mujeres provenientes de los cinco continentes. Se reunieron en un hotel de Roma cuyos amplios salones son utilizados habitualmente por los partidos políticos, organizaciones sindicales y organizaciones de masas. Pero 870 mujeres, aunque sean religiosas, son capaces de “armar lío” en proporciones insospechadas.

El momento central, eso sí, se dio en el Aula Pablo VI, que, a las doce del mediodía del 12 de mayo, era un hervidero de emociones no del todo retenidas. Cuando hizo su entrada el papa Francisco, el entusiasmo se desbordó. Bergoglio no quiso “sermonear” a las religiosas y prefirió dialogar con ellas. En total, le formularon seis preguntas, a las que respondió con amplitud. Natural, pero, lamentablemente, los medios se centraron en el tema de las diaconisas, cuando, en general, la temática fue más amplia y no menos importante.

La primera cuestión que se le planteó al Papa fue la de una “mejor inserción de las mujeres en la vida de la Iglesia”, y este comenzó su respuesta afirmando: “Es verdad que las mujeres están excluidas de los procesos donde se toman decisiones en la Iglesia; no excluidas, pero es muy débil la inserción de las mujeres en esos procesos decisorios. Hay que ir más lejos. (…) Se debe ir más allá porque, en muchos aspectos de los procesos decisorios, no es necesaria la ordenación. (…) Para mí, es muy importante la elaboración de las decisiones; no solo la ejecución, sino también la elaboración, es decir, que las mujeres, sean consagradas o laicas, entren en la reflexión del proceso y en la discusión. Porque la mujer mira la vida con una mirada propia y nosotros los hombres no podemos verla de esa manera. El modo de ver un problema, de ver cualquier cosa en una mujer es diverso respecto al de un hombre. Deben ser complementarios y en las consultas es importante que haya mujeres”.

Tras aclarar por qué una mujer no puede predicar en la Eucaristía (porque la liturgia de la Palabra y la eucarística son una sola, presidida por el obispo o sacerdote “en la persona de Cristo”), alertó sobre dos tentaciones de las que hay que preservarse: el feminismo y el clericalismo. “El papel de la mujer en la Iglesia –dijo– no es feminismo, ¡es un derecho! Es el derecho de una bautizada con los carismas y dones que le ha dado el Espíritu Santo”.

El peligro del clericalismo

Para Francisco, el verdadero peligro es el clericalismo, “que es muy fuerte”. “Tenemos –insistió– que apartar este peligro. El sacerdote y el obispo son servidores de la comunidad, no los jefes de una empresa. (…) El clericalismo es una actitud negativa (…), y doble. (…) El sacerdote que quiere clericalizar al seglar o a la seglar, al religioso y la religiosa; y el laico que pide el favor de ser clericalizado porque es más cómodo”.

Fue al responder a la segunda pregunta cuando Bergoglio abordó el tema de la mujer diaconisa. La religiosa la formuló con extrema claridad: “¿Qué es lo que impide a la Iglesia incluir a las mujeres entre los diáconos permanentes tal y como ya sucedió en la Iglesia primitiva? ¿Por qué no constituir una comisión oficial que pueda estudiar la cuestión?”.

No podemos reproducir íntegramente la larga respuesta del Papa, pero sí recogeremos sus elementos esenciales. “En la antigüedad –explicó Francisco– hubo un inicio de esto. Recuerdo que era un tema que me interesaba mucho cuando venía a Roma. (…) Un día se lo pregunté a un teólogo sirio, buen profesor, sabio, erudito. ‘Parece (me dijo) que el papel de las diaconisas era ayudar en el bautizo de las mujeres, por inmersión. Las bautizaban ellas por recato, también para realizar la unción sobre el cuerpo de las mujeres, en el bautizo’. (…) Hay algunas publicaciones sobre el diaconado en la Iglesia, pero no está claro cómo fue. Creo que pediré a Doctrina de la Fe que me informe de los estudios sobre este tema. (…) Además, quisiera constituir una comisión oficial que pueda estudiar la cuestión; creo que sería bueno para la Iglesia aclarar este punto. (…) Me parece útil una comisión que aclare bien esto, sobre todo en lo que se refiere a los primeros tiempos de la Iglesia”.

El eco de estas palabras –tamizadas por las impresiones personales de algunos colegas– fue inmediato y, en más de un caso, se daba por hecho que el Papa había abierto las puertas al diaconado permanente femenino… y al sacerdocio ministerial de las mujeres. Para apagar ese “incendio” informativo, acudió el director de la Sala de Prensa de la Santa Sede. “El Papa ha dicho –aclaró Federico Lombardi– que piensa constituir una comisión que retome estas cuestiones para ver con mayor claridad. Pero hay que ser honestos: el Papa no ha dicho que tenga la intención de introducir una ordenación sacerdotal de las mujeres”.

El propio Bergoglio quedó sorprendido por las interpretaciones. El sustituto de la Secretaría de Estado, Angelo Becciu, tuiteó esto: “El Papa me ha telefoneado sorprendido por lo de… las diaconisas. Piensa en una comisión. No anticipemos las conclusiones”.

En el nº 2.989 de Vida Nueva

 

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