El nuevo obispo de Logroño, Carlos Escribano, invita a no caer en la resignación

Carlos Manuel Escribano, obispo de Teruel y Albarracín y nuevo pastor de Calahorra y La Calzada-Logroño, saluda a una persona

“No somos una Iglesia en retirada”, señala a VN el hasta ahora pastor de Teruel y Albarracín

Carlos Manuel Escribano, obispo de Teruel y Albarracín y nuevo pastor de Calahorra y La Calzada-Logroño, saluda a una persona

J. LORENZO | “Me llevo muchas cosas de Teruel y Albarracín. Pero me quedo con una: la capacidad de aprender a ponerme a la escucha de los pequeños acontecimientos del día a día, que se convierten en esperanzas y frustraciones para la gente sencilla y también para los curas que les sirven, e intentar compartirlas con ellos desde la fe”.

Este es parte del bagaje que, como obispo durante casi seis años, se lleva Carlos Escribano (Carballo, A Coruña, 1964) a su nueva sede de Calahorra y La Calzada-Logroño, de la que fue nombrado nuevo pastor el 13 de mayo, y de la que tomará posesión el 25 de junio.

Reconoce el prelado a Vida Nueva que se va con pena y mucha gratitud, pues son muchas las cosas que ha aprendido en la sede aragonesa desde que fuera ordenado su obispo en 2010. Entre otras cosas, que “uno de los grandes retos que se derivan de una aparente pobreza pastoral (somos pocos, nos hacemos mayores…), es intentar no caer en una pastoral de la resignación. Debemos animarnos mutua y constantemente, tomando conciencia de la realidad para iluminarla con la luz del Evangelio”.

Escribano –que aunque gallego de nacimiento, su infancia y juventud discurrieron en Aragón– ha recorrido Teruel y Albarracín de cabo a rabo, conduciendo unos 50.000 kilómetros al año. “La carretera –señala– se convierte en vehículo para encontrarte con la gente y con los sacerdotes, celebrar juntos la fe y trabajar ‘sobre el terreno’, buscando nuevos caminos de evangelización”. Unos caminos que en diócesis rurales pasan por “repensar el modo de hacer presencia, atendiendo también a la estacionalidad de la población (en los largos inviernos los pueblos se vacían y en los veranos se concentra más gente), y el papel que en ese sentido están aportando ya algunos seglares”.

“Los sacerdotes –añade este licenciado en la Gregoriana– siguen trabajando con dedicación y constancia. Aun así, se hacen mayores y el relevo no termina de llegar. Hay que intentar estar cerca de ellos, valorar lo que hacen en situaciones que a veces son de extrema pobreza pastoral y animarles a tomar conciencia de que no somos una Iglesia en retirada, sino que estamos intentando anunciar de un modo nuevo el Evangelio en el hoy que nos ha tocado vivir”.

Escribano, que sucede en la sede riojana a Juan José Omella, es también consiliario nacional de Acción Católica y de Manos Unidas. Sobre las recientes apreciaciones del papa Francisco remitidas por carta al cardenal Ouellet en el sentido de que “es la hora de los laicos [pero] pareciera que el reloj se ha parado”, el prelado cree que se le puede volver a dar cuerda “confiando en sus posibilidades y en su buen hacer. Tanto en la vida de la diócesis como en la Acción Católica, he encontrado muchos laicos con una gran capacidad de entusiasmarse y de entusiasmar a la hora de anunciar el Evangelio”. Y citando esa misma carta, hace suyas las palabras de Bergoglio en donde subraya que esto se hace “discerniendo con nuestra gente y nunca por nuestra gente o sin nuestra gente”.

‘Amoris laetitia’, una revolución para la pastoral familiar

Como miembro de la Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida, Carlos Escribano asegura que, cuando se entra en la exhortación apostólica Amoris laetitia, “encuentras un gran número de propuestas que alientan a las familias a vivir el sacramento del matrimonio descubriendo la belleza que contiene y a articular la pastoral familiar de un modo nuevo y sugerente”. Consciente de la fragilidad humana y “con los pies en el suelo, como dice Francisco”, el obispo invita a desarrollar “una pastoral preventiva” que ayude a gestionar las crisis. “Creo que Amoris laetitia –abunda– está llamada a revolucionar nuestra pastoral familiar, no tanto por las novedades que propone, sino por la confianza que deposita en la familia”.

En el nº 2.989 de Vida Nueva

 

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