Venezuela en la ruleta rusa

policía de Venezuela vigilando una manifestación de protesta contra el presidente Nicolás Maduro

La Iglesia se ofrece como mediadora ante el momento más convulso del país en los últimos años

policía de Venezuela vigilando una manifestación de protesta contra el presidente Nicolás Maduro

Un manifestante esgrime un rosario ante la Policía Nacional venezolana, durante una protesta contra el Gobierno de Maduro

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | La muerte de Hugo Chávez hace tres años dejó una Venezuela convulsa, con una parte del país rindiéndole culto como mesías y la otra clamando por un nuevo modelo alejado de dejes caudillistas. Pese a la división, la mayoría coincidía en algo: la incertidumbre ante el ascenso al poder de Nicolás Maduro, un antiguo conductor de autobuses cuya única experiencia en política había sido su lealtad sin fisuras a Chávez. Sin el carisma de su predecesor y un menor control de los resortes del régimen, el chavismo sin Chávez quedaba en una incógnita. Y mucho más en medio de asesinatos, robos, colas de muchas horas para acceder a elementos básicos, una inflación disparada… Y choques entre la oposición y el aparato oficial, que no ha dudado en reprimir con dureza cualquier movimiento considerado sospechoso.

A nivel eclesial, las reacciones en estas semanas ya son nítidas, advirtiendo los pastores contra un enquistamiento que puede devenir en una caída sin retorno.

La carta del Papa a Nicolás Maduro

Así, si hace unas semanas tuvo mucho eco la llamada de la Conferencia Episcopal Venezolana pidiendo al Gobierno que permitiera la entrada al país de alimentos y productos básicos a través de entidades como Cáritas, días atrás se conoció que el papa Francisco ha escrito una carta a Maduro en la que expresa su preocupación por la grave situación y propone a la Iglesia como mediadora.

“Aunque su contenido no lo conocemos –explican a esta revista significativas fuentes eclesiales locales–, el hecho de que el Gobierno no haya dicho nada es señal de que la misiva debe de contener aspectos que no le agradan”.

También se ha pronunciado el secretario de Estado vaticano, el cardenal Pietro Parolin, que ha declarado que la única solución pasa por una mesa de negociación “entre ambas partes”. Con el fin de facilitarla, se ha anunciado que el secretario para las Relaciones con los Estados del Vaticano, el obispo Paul Gallagher, viajará a Venezuela para ofrecerse como mediador en representación de la Santa Sede. El arzobispo de Caracas, el cardenal Jorge Urosa, también ha reivindicado estos días que “el Consejo Nacional Electoral debe cumplir con la Constitución y permitir el referéndum revocatorio [contra Maduro], no impedirlo”. Igualmente, ha reclamado que se libere “a todos los presos políticos”.

Un misionero a VN: “Hoy se pasa hambre”

Y mientras, ¿qué ocurre con la gente? Vida Nueva ha pulsado la opinión de diversos ciudadanos, representantes de realidades y sensibilidades diversas. La mayoría simplemente buscan sobrevivir en un contexto que sienten irrespirable. Entre ellos está Rafa Nieto, agustino recoleto español afincado desde hace cinco años en Caracas.

“La realidad del país es dura. Lo que más me llamó la atención cuando llegué fueron las rejas. Hay rejas por todos los sitios. Rejas para entrar y rejas para salir. Llaves y más llaves para todo. (…) Hay miedo”. “Lo segundo –prosigue– es encontrar las medicinas y los alimentos necesarios. En Venezuela hoy no encuentras cosas básicas cuando quieres. Las colas en los supermercados son ya habituales. (…) En Venezuela hoy se pasa hambre. Hasta hace un año no habría afirmado algo así, pero hoy ya sí”.

“En esto se te va –reconoce lacónico el religioso–, además de en trabajar, el día entero. No hay mucho tiempo para la política, la verdad”. Aparte de que, como constata, la tensión ejerce de atmósfera oscura y cuesta discernir los hechos: “En esta situación, una de las primeras víctimas es la verdad. No se sabe nunca con exactitud qué pasa. Todo son rumores. Y a río revuelto, ganancia de pescadores”. A su juicio, el Gobierno “usa todo el poder del Estado para asegurar sus intereses” y “la libertad de expresión es frágil”. “No puedo decir –aclara– que esto sea una democracia, pero tampoco una dictadura”.

Un panorama que no hace sino empeorar: “Cada vez se radicalizan más las posiciones, el diálogo se hace muy difícil. No creo que la realidad sea blanca o negra, que haya buenos o malos. Todo el mundo tiene su historia, sus aciertos y fracasos, sus intereses y sus mentiras. La mayor tragedia ahora es la incapacidad del país para tener un mismo objetivo y caminar juntos. Si Venezuela fuera una barca, unos reman hacia la derecha y otros hacia la izquierda, con lo que, en lugar de avanzar, da vueltas sobre sí misma”.

 

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