El sin techo que cantó en nombre del Papa: del plató rosa al circo de la humanidad

‘Francisco es universal’ es la obra de Roberto Carlos, un artista callejero en San Pedro

Roberto Carlos, sin techo en Roma

Arruinado tras su paso por televisión, este español vive en la calle romana

ÁLVARO DE JUANA | La vida de Roberto Carlos bien podría calificarse como la de un juguete roto de la fama que, sin embargo, ha encontrado el verdadero tesoro que nunca hubiera imaginado alcanzar. Como todo tesoro, contiene unas perlas que lo empujan a no darse por vencido y a seguir adelante. Por ejemplo, cantar ante 2.000 personas sin hogar de Roma en un circo por petición expresa del Vaticano. Fue el pasado mes de diciembre, en un día que nunca olvidará.

Hace apenas dos años y medio era conocido en España como Roberto Bahía. Cada mañana se asomaba a las casas de unos dos millones y medio de personas a través del programa de Telecinco Mujeres y Hombres y Viceversa. “Su carrera va en ascenso” aseguró un día la presentadora del espacio, Emma García, ante los aplausos del público. En ese momento nada hacía presagiar que, poco después, al lanzar un disco al mercado, sería víctima de una estafa que le cerró las puertas de la música comercial y de las televisiones y le retiró a las calles de la Ciudad Eterna.

Entonces, Roberto Carlos y su esposa Eva quisieron probar suerte en Inglaterra (hace ahora unos dos años), donde un amigo les contó que los artistas callejeros son muy respetados. Tras una serie de problemas, se preguntaron: ¿dónde está el Señor? “En Roma”, recuerda el artista que se respondieron. “Y allí fuimos –añade Eva–, sin pensárnoslo dos veces. Estábamos seguros de que la Iglesia nos ayudaría. No sabíamos italiano, pero conseguimos el dinero para el viaje. Comenzamos a dormir en la calle, en varios sitios, hasta acabar en los alrededores de la Plaza de San Pedro”.

Roberto Carlos recuerda un día importante: “Yo iba mucho a las duchas que el papa Francisco puso para los sin techo al lado de un de las columnatas de la plaza y, al salir, un día conocí al limosnero papal, Konrad Krajewski. Sin conocerme, me dio la mano y me preguntó cómo estaba. Desde ese momento, cada vez que nos veía en algún sitio, nos saludaba”. Así fue como el limosnero tuvo el detalle de invitarle a repartir el Evangelio en la plaza un domingo, después del ángelus del Papa. Fue el 6 de abril de 2014.

“Yo dije que sí –cuenta el cantante–, y fuimos junto con nuestra hija. Al terminar, don Konrad y Guido Marini, el maestro de las celebraciones litúrgicas del Pontífice, nos repartieron comida a todos los que habíamos participado. Konrad me dio un abrazo y Marini me pidió que le regalase uno de mis discos”. Entonces, Roberto Carlos, ni corto ni perezoso y con la canción debajo del brazo, acudió a la Limosnería. A los pocos días, recibió la esperada llamada y le citó Krajewski: “La escuchó y dijo que le había gustado mucho, estaba impactado. Fue entonces cuando me contó que el Papa quería invitar al circo a 2.000 pobres como regalo de Navidad y me propuso comenzar el espectáculo cantando yo la canción que le había compuesto”.

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