La Europa humanista que sueña Francisco

Papa Francisco y rey Felipe

El Papa clama ante la élite política por la regeneración al recoger el Premio Carlomagno

Francisco recibe el Premio Carlomagno

Un momento del discurso en la Sala Regia del Vaticano

Francisco, al recibir el Premio Carlomagno: “Sueño un nuevo humanismo europeo”

ANTONIO PELAYO (ROMA) | La Sala Regia es el escenario más imponente del Vaticano; en ella recibían antaño los papas a los monarcas y a los altos dignatarios de las naciones. Los que la hayan visitado saben que es una sala muy amplia, pero el viernes 6 de mayo se quedó pequeña para acoger a los numerosos invitados a la ceremonia de entrega del Premio Carlomagno al papa Francisco; tan pequeña que muchos de ellos tuvieron que seguir el acto a través de una pantalla de televisión en la contigua Sala Ducal.

El Papa estaba acompañado por su secretario de Estado, el cardenal Parolin, y por los purpurados alemanes Müller, Kasper, Marx y Brandmüller. La lista de invitados la encabezaban el rey de España, Felipe VI, y el Gran Duque Henri de Luxemburgo; a su lado se sentaron la presidenta de Lituania, Dalia Grybauskaité; la canciller de la República Federal Alemana, Angela Merkel; y el primer ministro taliano, Matteo Renzi. También en primera fila, pero en el lado opuesto, tomaron asiento el alcalde de Aquisgrán, Marcel Philipp; el presidente del directorio que concede el Premio, Jürgen Linden; y las máxima autoridades de la UE: Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo; Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea; y Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo. En un segundo plano se encontraban el director de la Banca Central Europea, Mario Draghi, ministros de muchos de los 28 países de la Unión Europea y otras personalidades galardonadas en su día con el Premio, como Felipe González.

Abrió el acto Marcel Philipp. El suyo fue un discurso sin contemplaciones beatíficas: “La erosión del fundamento cultural y moral de Europa es alarmante. Hemos podido darnos cuenta de ello hace tiempo: eslóganes de la extrema derecha y expresiones de renacionalización su abren paso. (…) El modelo de consumo de la rica Europa es vergonzoso y a veces destructor. (…) Europa tiene que hacer frente a su responsabilidad global: esto no significa que tenga que ser capaz de resolver todos los problemas del mundo o que sea la responsable de su origen. Significa, sin embargo, vivir el principio de humanidad; esta ya es de por sí una tarea tan importante que solo se consigue realizar uniendo fuerzas”.

Después de afirmar que es un “fortuna” para Europa que el papa Francisco la contemple “con ojos del hemisferio sur”, Philipp le hizo entrega del Premio –una medalla y la suma de cinco mil euros–, mientras los presentes se pusieron en pie.

En tres sucesivos discursos, los dirigentes europeos subrayaron los siguientes aspectos:

  • “Desde la Segunda Guerra Mundial, no veíamos a tantas personas que huyen en todo el mundo. Y, sin embargo, los populistas aprovechan esta situación fomentando el miedo en vez de buscar una solución. El miedo es comprensible, pero, en política, es un mal consejero” (Martin Schultz).
  • “Europa es la profesión viva de la dignidad humana, de la convivencia entre los hombres y de la paz social. A veces corremos el riesgo de olvidar el valor de esta conquista; por eso aprecio mucho, Santo Padre, que usted haga un llamamiento a nuestra conciencia” (Jean-Claude Juncker).
  • “Hemos sido y seremos europeos. No quisiera que esta fuese solo una declaración de naturaleza geográfica o exclusivamente política. Se trata también y, probablemente, sobre todo de una declaración de valores y metafísica. En cierto sentido, Europa es un artículo de fe” (Donald Tusk).

Se sabía que el discurso del Papa no iba a limitarse a unas frases de cortés agradecimiento. Por indiscreciones, supimos que era un texto que había trabajado personalmente durante bastante tiempo y que, en cierto modo, quería ser la segunda parte de los dos discursos que pronunció en Estrasburgo el 25 de noviembre del 2014, ante el Parlamento Europeo y el Consejo de Europa. Un “rapapolvo” en toda regla, como simplificaron algunos medios.

A estos discursos se refirió Francisco, recordando que habló entonces de una Europa “anciana, cansada y envejecida, no fértil ni vital, decaída, que parece haber perdido su capacidad generativa y creativa”. “¿Qué te ha sucedido –se interrogó–, Europa humanista, defensora de los derechos humanos, de la democracia y de la libertad? ¿Qué te ha pasado, Europa, tierra de poetas, filósofos, artistas, músicos, escritores? ¿Qué te ha ocurrido, Europa, madre de pueblos y naciones, madre de grandes hombres y mujeres que fueron capaces de defender y dar la vida por la dignidad de sus hermanos?”.

Recuperar el alma

Papa Francisco y rey Felipe

Felipe VI regala al Papa un libro sobre Cervantes en su IV Centenario

Bergoglio llamó a recuperar los valores de los padres fundadores (citó a Robert Schuman), que “se atrevieron a buscar soluciones multilaterales a los problemas que poco a poco se iban convirtiendo en comunes. (…) Es necesario volver a aquella solidaridad. Hay que volver a la misma generosidad que siguió al segundo conflicto mundial. (…) Hay que construir puentes y derribar muros. (…) Hay que volver a una Europa capaz de dar a luz un nuevo humanismo, basado en tres capacidades: la capacidad de integrar, la capacidad de comunicación (de diálogo) y la capacidad de generar”.

Aquí, Francisco subrayó el papel de los jóvenes: “No son el futuro de nuestros pueblos, son el presente. Son los que hoy, con sus sueños, con sus vidas, están forjando el espíritu europeo. (…) No podemos imaginar Europa sin hacerlos partícipes y protagonistas de este sueño”. “La Iglesia –añadió– puede y debe ayudar al renacer de una Europa cansada, pero todavía rica en potencialidades”.

El final del discurso impresionó a todos: “Con la mente y el corazón, con esperanza y sin vana nostalgia, como un hijo que encuentra en la madre Europa sus raíces de vida y de fe, sueño un nuevo humanismo europeo. (…) Sueño una Europa joven, capaz de ser todavía madre; una madre que tenga vida porque respeta la vida y ofrece esperanza de vida. Sueño una Europa que se hace cargo del niño que, como un hermano, socorre al pobre y a los que vienen en busca de acogida porque ya no tienen nada y piden refugio. (…) Sueño una Europa donde ser emigrante no sea un delito, sino una invitación a un mayor compromiso con la dignidad de todo ser humano. Sueño una Europa donde los jóvenes respiren el aire limpio de la honestidad, amen la belleza de la cultura y de una vida sencilla, no contaminada por las infinitas necesidades del consumismo, donde casarse y tener hijos sea una responsabilidad y una alegría y no un problema debido a la falta de trabajo. Sueño una Europa de las familias con políticas realmente eficaces. (…) Sueño una Europa que promueva y proteja los derechos de cada uno, sin olvidar los deberes para con todos. Sueño una Europa de la cual no se pueda decir que su compromiso por los derechos humanos ha sido su última utopía”.

En el nº 2.988 de Vida Nueva

 

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