Pentecostés, fiesta de libertad

mujer bailarina en una danza durante una celebración litúrgica

Diez puntos de un nuevo manifiesto para los cristianos

mujer bailarina en una danza durante una celebración litúrgica

FIDEL AIZPURÚA DONÁZAR, OFMCap | ¿Cómo sacudir de los pliegues del alma el polvo que se posa en ellos y oculta sus mejores vibraciones? El cristiano que lee el título de este Pliego (“Pentecostés, fiesta de la libertad”) está amenazado de cansancio, de cosa conocida, de terreno hollado. ¿Qué puede aportar una reflexión sobre un Pentecostés de novedad? ¿Qué decir a estas alturas de la fiesta y de la libertad, conceptos que reverdecieron allá por mayo del 68 y que consideramos ingenuos en esta época donde todo está ya sabido, donde lo que vale es lo que se nos cuenta, etiquetado, en un hashtag?

Y, sin embargo, esta es la hora de insistir en lo que hay que insistir, precisamente porque es decisivo. Y la fe cristiana no puede vivir con frescura sin la continua renovación de su Pentecostés. Y se ahoga en la tristeza si no reivindica la fiesta. Y se sumerge en el gris de lo inhumano si no anhela y bebe con sed el agua dinamizadora de la libertad.

Por eso hoy, en este eón nuestro de consumo y de indiferencia, pero también de anhelos y voces nunca acalladas del todo, en estos pasos humanos queriendo escuchar lo que no se oye y ver lo que no aparece, plantear un Pentecostés de fiesta y de libertad es algo que brota de los adentros más vivos, de los últimos reductos de los sueños.

(…)

I. La “locura” de la libertad

II. La fuente de la libertad cristiana

III. Un relato de libertad

IV. ¿Un nuevo manifiesto de la libertad?

(…)

Manifiesto de la libertad:

1. Seguimos enamorados y anhelantes de libertad, a pesar del maltrato que le damos y de las heridas que le infligimos.

2. Creemos en la certeza de que el divino fuego de la libertad arde sin consumirse en el fondo de la estructura humana.

3. Tenemos por cierto que la persona libre es la meta del caminar humano y que ese anhelo en el horizonte es irrenunciable.

4. Nadie podrá inducirnos a creer que es un comportamiento humano el oprimir a otro humano e, incluso, a las creaturas. Somos todos una familia de seres llamados a la libertad.

5. A pesar de las enormes opresiones que aún sojuzgan a los humanos, reafirmamos nuestro compromiso de participar en una sociedad de iguales. Mientras llega ese día lejano, trabajamos con ahínco por una relación en la mayor libertad posible.

6. Acariciamos la posibilidad de un nuevo orden mundial donde el equilibrio de fuerzas no sea el que lo mantenga en pie, sino la más elemental libertad que es la antesala del amor.

7. Nunca renunciaremos los cristianos al sueño de la libertad. Hacerlo sería traicionar al hombre libre, Jesús, y a su costosa siembra de libertad.

8. Y, porque la comunidad cristiana ha de anunciar el reino de la libertad, nos mantendremos firmes en la postura de quien quiere vivir en una Iglesia de libertad, aunque sean hoy numerosos los comportamientos que la contradicen.

9. Convencidos, como nos lo recuerdan los últimos papas, de que la fe no se impone, sino que se propone, haremos los cristianos una propuesta de fe en el marco de la más respetuosa libertad. Perseverando en ello, conseguiremos que depongan sus actitudes impositivas otros modelos de pensamiento u otras religiones.

10. Notamos que nuestras manos acarician el horizonte de la libertad. Por eso nos remangamos para el arduo y hermoso trabajo de construir un marco histórico de personas y creaturas libres.

V. El nudo gordiano

VI. El sueño de una sociedad libre

VII. El sueño de una Iglesia libre

VIII. Necesitados de un nuevo Pentecostés

IX. La fuerza de lo humilde

 

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En el nº 2.987 de Vida Nueva. Del 7 al 13 de mayo de 2016

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