Los cristianos de Siria se sienten “olvidados” por la Iglesia

Rodrigo Miranda, Alepo

Rodrigo Miranda, religioso chileno responsable de la catedral de Alepo, denuncia la inacción de Occidente

Rodrigo Miranda, Alepo

Rodrigo Miranda, en el centro, visita a la víctima de un atentado en el hospital

Los cristianos de Siria se sienten “olvidados” por la Iglesia [extracto]

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Rodrigo Miranda, misionero del Instituto del Verbo Encarnado, es el responsable de la catedral latina de Alepo, el corazón de una Siria devastada por la guerra. Habla desde una experiencia de diez años en Gaza (en su única parroquia católica), en Egipto, en Jordania y, desde septiembre de 2011, en Alepo. Llegó justo antes de que la guerra llegara allí: “Es una ciudad con 8.000 años de historia, punto comercial en el que cada cultura dejó su marca. Era bonita, limpia, segura y llena de turistas. Había un alto nivel de educación y todos los grupos religiosos convivíamos sin problemas. Era impensable que ocurriera esto”.

El religioso chileno (que atiende a Vida Nueva a su paso por España, donde dará testimonio en varias ciudades con Ayuda a la Iglesia Necesitada) se admira de un colectivo cuyo ejemplo le impacta cada día: “Los cristianos, de todas las confesiones, son la minoría que más sufre. No los persiguen por apoyar a Al-Assad, sino por ser cristianos”. Pero no pierden la esperanza: “Un atentado en nuestro barrio, en enero de 2013, acabó con la vida de 450 personas. Se vino abajo media catedral y mi casa. Al rato, la iglesia estaba llena de fieles. Recompusimos lo justo y, al pedírmelo todos, celebramos la misa. Su fervor impresiona. Jamás nadie culpa a Dios de sus desgracias. Con ellos vuelves a lo esencial y te purificas”.

Lo cual, lamenta, hace más duro el éxodo de muchos cristianos: “Tienen una marcada identidad, por ser la tierra de Jesús y nacer aquí la primera Iglesia. Al irse sienten que van contra su fe. Los pastores les acompañamos en su decisión y les damos los medios para quedarse según nuestras posibilidades, empezando por el trabajo. Pero, sin algo que ofrecerles, ¿cómo pedirles que se queden? Otra cosa es la seguridad. Sé de muchos autobuses de cristianos que han sido tiroteados y han muerto todos”. También es penosa la situación de los que logran huir: “Los medios lo ocultan, pero los cristianos no son admitidos en los campamentos de refugiados por no ser musulmanes. Esto ocurre en Oriente Medio, pero también en Europa, y nadie lo evita. Han de alojarse en casas particulares al mediar sus Iglesias”.

Rechazados

De ahí su severa crítica: “En la Iglesia se debate sobre los divorciados, mientras en Oriente los cristianos son asesinados por serlo”. Lo que le lleva a hacer una petición: “Que la Iglesia no diluya la situación de los cristianos perseguidos en una genérica crisis de refugiados. Todos clamamos por la caridad, pero ha de ser ordenada. En la catedral de Alepo damos 17.000 comidas diarias y no preguntamos a nadie por su fe, pero las mezquitas no ayudan a cristianos… La caridad debe empezar por los más próximos, y más si son los últimos”. “Los cristianos de Siria –sentencia– se sienten olvidados por la Iglesia. El gesto del Papa de llevarse de Lesbos a 12 refugiados y que todos ellos sean musulmanes, ha causado mucho dolor aquí”.

“La solución –reconoce– es que venza Al-Assad. Esto no se entiende en una Europa en esencia cristiana, donde el diálogo marca la civilización. Aquí, en la cultura islámica, todo lo estructura la idea de poder. Solo los regímenes autoritarios funcionan en este contexto”. Por último, pide a Occidente que deje atrás su “buenismo infantil” y reconozca que “es una falacia la idea de que existe una oposición moderada en Siria”.

En el nº 2.987 de Vida Nueva

 

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