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‘Dios, cosmos, caos’


Una obra de David Jou (Ediciones Sígueme) La recensión es de José Manuel Lozano-Gotor

Dios, cosmos, caos, libro de David Jou, Ediciones Sígueme

Título: Dios, cosmos, caos

Autor: David Jou

Editorial: Ediciones Sígueme

Ciudad: Salamanca, 2015

Páginas: 256

JOSÉ MANUEL LOZANO-GOTOR | En Las dos culturas (1959), el inglés C. P. Snow alertó sobre el abismo que se abría entre las ciencias naturales y las humanidades, e hizo una llamada a forjar una tercera cultura que las aunara. David Jou, catedrático de Física y ensayista, destacado poeta en catalán y convencido creyente, encarna como pocos la búsqueda de esa nueva cultura capaz de iluminar las sendas de la humanidad en un mundo más y más complejo. En tal búsqueda se encuadra el diálogo entre ciencia y religión, una empresa tan fascinante como arriesgada, “porque no aboca a una seguridad racional, sino en todo caso a la conciencia de la magnitud de las preguntas y de sus muchas respuestas posibles” (p. 243). Este talante exploratorio, alejado de enfáticas certezas, es uno de los grandes aciertos del libro.

Los dos primeros capítulos indagan en las relaciones entre conocimiento científico y vivencia religiosa (cap. 1) y en cómo las repercusiones culturales de la ciencia y la tecnología afectan a la experiencia de la religión en nuestra sociedad (cap. 2). Los cuatro capítulos siguientes exploran algunas teorías científicas contemporáneas, prestando especial atención a sus resonancias religiosas. Una panorámica (cap. 3) deja paso a consideraciones sobre el lugar del hombre en el cosmos (cap. 4), la acción de Dios en el universo (cap. 5) y el fin del mundo (cap. 6). Se insiste en que es importante considerar no solo los elementos de orden y armonía del universo, sino el desorden y el sufrimiento en él presentes. Los dos capítulos finales vuelven a ocuparse de la vivencia religiosa en culturas marcadas en diverso grado por lo científico, poniendo el acento en la conversión (cap. 7) y la celebración (cap. 8).

Al autor le interesa mostrar que el conocimiento científico, lejos de excluir la vivencia religiosa, propicia interrogantes que invitan a indagar en esa otra línea. La ciencia misma sugiere que el mundo no puede explicarse solo por lo empíricamente constatable. Jou apenas se adentra en terrenos dogmáticos; su objetivo es, más bien, poner de manifiesto la legitimidad de la reflexión creyente y apuntar posibles caminos para ella. La ciencia parece asumir aquí un papel que a menudo se le atribuye a la filosofía.

La pregunta que nos surge es si el diálogo entre ciencia y religión no exige la intervención de la filosofía como instancia crítica y mediadora. Hablar de la indeterminación y el azar como rasgos distintivos de la naturaleza, ¿es aún ciencia o ya filosofía? ¿No requiere también mucha filosofía relacionar entre sí conceptos tan esquivos como materia, energía e información?

Mención especial merece el cap. 8, que analiza la celebración religiosa y poética del mundo en cinco cimas literarias (Gn 1–3, la Divina Comedia de Dante, El paraíso perdido de Milton, el Himno al universo de Teilhard y el Cántico cósmico de E. Cardenal): un broche de oro, una magnífica muestra de cuán fecundo puede ser el diálogo y de cuánta necesidad tenemos de esa tercera cultura de la que habló Snow.

En el nº 2.987 de Vida Nueva

Actualizado
06/05/2016 | 00:29
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