Juan de la Caridad García: “Los cubanos tenemos que abrirnos a nosotros mismos”

El arzobispo electo de La Habana habla con ‘Vida Nueva’

Juan de la Caridad García Rodríguez, nuevo arzobispo de La Habana

J. L. CELADA | Aunque “sorprendido” por su nombramiento como nuevo arzobispo de La Habana, porque “indiscutiblemente hay otros obispos más capaces y más entregados que yo”, Juan de la Caridad García Rodríguez (Camagüey, 1948) afronta esta nueva etapa de su ministerio “en paz, pues no lo busqué ni lo quise, pero hay veces que la Iglesia te pide aceptar la voluntad de Dios”. “Su providencia es tremenda”, confiesa en conversación telefónica con Vida Nueva pocas horas después de conocerse la noticia, el pasado 26 de abril. “Hoy, en el evangelio –explica–, Jesús les decía a los discípulos que les da su paz, que no se inquieten ni tengan miedo. Me parecía que era Dios quien me hablaba, porque el evangelio no lo escogí yo, estaba puesto en la liturgia de todo el año”.

Desde que el cardenal Jaime Ortega Alamino presentara su renuncia el 18 de octubre de 2011, no han faltado rumores sobre su sucesor, pero pocos apuntaban al hasta ahora arzobispo de Camagüey, ya que –según diversas fuentes– no era el “candidato favorito” del régimen (cabe recordar que su padre fue preso político). “El Gobierno no tiene nada que ver en eso –sale al paso–, el Papa nombra y la Iglesia informa a las autoridades”. De quien sí es el elegido es de Francisco. ¿Por ser un pastor “con olor a oveja”? “No sé si soy o no un ‘pastor con olor a oveja’. Yo trato de hacer lo que puedo y Dios hace lo demás”, responde, antes de recordar que conoció al entonces cardenal Bergoglio en Aparecida (2007), pero “apenas tuvimos contacto”. Sí pudo tratarle más con ocasión de su viaje a Cuba, en septiembre de 2015, “en el encuentro que tuvimos con él y en las misas”. “Realmente es un hombre inspirado por el Espíritu”, resume.

Todavía no se conoce la fecha de su toma de posesión, pero con su llegada a La Habana se cierran más de tres décadas del cardenal Ortega al frente de la sede. Lo cual no significa, a su juicio, que se abra una nueva etapa en la Iglesia de la Isla. “La Iglesia cubana sigue su camino –sostiene–, apoyada en el Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC) de 1986. Allí el Espíritu nos llamó a ser una Iglesia orante, encarnada y misionera. Ese ha sido siempre el camino de la Iglesia, trazado ya por Jesucristo, Camino, Verdad y Vida. Y el cardenal lo ha andado, lo ha enseñado y lo ha propuesto. Pero no es un camino de personas, sino del Espíritu Santo”.

Faltan más avances

Durante todo este tiempo, García Rodríguez también ha constatado que “la situación ha ido mejorando” por lo que respecta a las relaciones entre la Iglesia y el Gobierno de Castro. “Aunque desearíamos más apertura en cuanto a comunicación social, escuelas… –advierte–. Ha habido avances, pero harían falta muchos más”. Por eso, el arzobispo electo de La Habana espera que “esos pasos sigan adelante, que mediante el diálogo podamos caminar juntos”. Y al llamamiento lanzado por san Juan Pablo II en 1998 (“que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”), añade un deseo: “Que los cubanos nos abramos a nosotros mismos, los de dentro y los de fuera de la Isla”.

Y es que, convertida en escenario de históricas citas –como el encuentro del Papa con el patriarca ortodoxo de Moscú o las conversaciones de paz entre el Gobierno colombiano y la guerrilla–, Cuba está llamada también a ser testigo y protagonista de su propia reconciliación. “Todos estos pasos son muy interesantes para América Latina, incluso esa providencia divina que fue el encuentro de Francisco con el patriarca Kirill–, y ello nos empuja a convivir como hermanos”, concluye el prelado.

En el nº 2.986 de Vida Nueva

 

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