José María Arizmendiarrieta, apóstol de la cooperación

El promotor del movimiento cooperativo Mondragón, hoy venerable, sigue siendo un ejemplo inspirador

portada Pliego José María Arizmendiarrieta 2986 abril 2016

JAVIER RETEGUI Y CARLOS GARCÍA DE ANDOIN, equipo gestor de la Comisión Postuladora | El 15 de diciembre de 2015 el papa Francisco declaró venerable a José María Arizmendiarrieta (1915-1976), sacerdote vasco promotor y guía del movimiento cooperativo de Mondragón. Su acción con jóvenes de la JOC y de la Acción Católica en los años 50 sentó las bases del que hoy es el primer grupo empresarial en el País Vasco y el séptimo en España, a la vez que referente mundial del cooperativismo. La actividad por él impulsada se extiende a muy diversas áreas: empresas industriales, educación, distribución, financiación, servicios, seguros, investigación…

En el grupo cooperativo Mondragón trabajan 74.117 personas, en 260 empresas y entidades, con filiales en 41 países, 15 centros tecnológicos y unos ingresos totales de 11.875 millones de euros (2015).

Los principios del movimiento cooperativo mantienen una fuerte inspiración en los valores de la Doctrina Social de la Iglesia: la prioridad de la persona, la dignidad del trabajo, la subordinación del capital al trabajo, el fin social de la actividad económica y el compromiso de la empresa con la comunidad.

La experiencia cooperativa se articula a través de sociedades de personas que se autoorganizan con criterios democráticos, de cooperación y solidaridad, donde cada cooperativista tiene un voto. El modelo se ha hecho más complejo a través de la creación de diferentes cooperativas de segundo grado y mixtas, como es el caso de las facultades de la Universidad de Mondragón o de los centros de investigación, donde el poder de los socios trabajadores es compartido con los usuarios o con entidades promotoras.

¿Quién fue la persona excepcional que ideó todo este movimiento? ¿Cómo pudo un sacerdote diocesano, desde la responsabilidad de coadjutor de parroquia, activar a la población para protagonizar tal desarrollo?

I. En todo sacerdote

II. En Mondragón, coadjutor y consiliario de la Acción Católica y de la JOC

III. La palabra que no se transforma en acción no es palabra válida

En Arizmendiarrieta, la correlación entre sentido trascendente y acción inmanente es un rasgo esencial. Vivía para Dios, “colaborando con Dios en la tarea de la Creación”, impregnaba de oración su vida y traducía las exigencias de su fe en acciones coherentes al servicio de los demás. Se nutría de la Doctrina Social de la Iglesia, estudiaba a los humanistas más avanzados y sabía interpretar, como pocos, los signos de los tiempos. Trataba a todo tipo de personas: en la calle, en su despacho, siempre abierto a todos, en el confesionario, en sus visitas de trabajo a Madrid, penetraba en los problemas y sentimientos de la gente y tenía palabras de estímulo y aliento, fomentando los más nobles sentimientos. “Tú, antes que empleado, antes que obrero, antes que todo, eres bautizado (…). Estás obligado a interesarte por los demás miembros; estás obligado a socorrerlos en sus necesidades, y hoy es el momento en el que tienes que hacerlo”.

El estudio, el contacto con las personas y la oración le llevan a idear futuros innovadores y avanzados, propiciando la transformación estructural de la sociedad al servicio de las clases más necesitadas. Persona de visión avanzada, se anticipa a las necesidades con propuestas audaces.

Los pensamientos se van traduciendo en palabras y propuestas. Compartía con sus colaboradores las ideas, las desgranaba en las homilías, se planteaban en las clases que impartía, en general, trataba de “socializar el pensamiento”. Alentaba a sus colaboradores para traducir las ideas arraigadas en actividades al servicio de los demás y establecía una estrecha correlación entre pensamiento, palabra y acción. “El pensamiento que no se transforma en palabra no es pensamiento válido. La palabra que no se transforma en acción no es palabra válida” o “hacer pensando y pensar haciendo” fueron algunos de sus lemas. Le hastía la palabrería hueca.

El carisma arizmendiano es la encarnación de la Doctrina Social de la Iglesia: la apuesta por la acción, la voluntad de transformar la sociedad, el trabajo, el sacrificio, la creación de instituciones y la formación de personas. La reflexión nutría la acción, y las realizaciones maduraban y modelaban las teorías. Él se limitaba a idear propuestas, socializar el pensamiento y confiar a sus colaboradores los nuevos proyectos. Siempre lideró, pero nunca asumió cargos directivos ni de gestión directa.

Su actuación evangelizadora y transformadora empezó por la formación de los jóvenes de la Acción Católica. Analiza los acuciantes problemas que vive la sociedad, impulsa la movilización, organiza rifas, instituciones deportivas, culturales, de salud, de vivienda, etc., que van creando un clima transformador y el afloramiento de reconocidos líderes sociales que serán sus primeros colaboradores.

IV. Socializar la educación: la Formación Profesional

V. La empresa cooperativa

VI. La intercooperación

VII. Inspiración cristiana y realizaciones laicas

VIII. Razones de una causa

IX. Fundación

 

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