Libros

‘Conversaciones con Marciano Vidal’


Un libro a cargo de José Manuel Caamaño (PPC) La recensión es de José María Díaz Moreno, SJ

Conversaciones con Marciano Vidal, libro a cargo de José Manuel Caamaño, PPC

Título: Conversaciones con Marciano Vidal

Autor: A cargo de José Manuel Caamaño

Editorial: PPC

Ciudad: Madrid, 2016

Páginas: 205

JOSÉ MARÍA DÍAZ MORENO, SJ | Comienzo estas notas con una confesión: he leído Conversaciones con Marciano Vidal sin que decayese lo más mínimo mi interés a lo largo de sus doscientas páginas. Aquí no pretendo hacer una recensión exhaustiva de este libro. Me limito a recoger tres encuentros personales con el padre Vidal que han estado presentes a lo largo de mi lectura.

Pero antes, como prenotando general, afirmo algo que, por ser evidente, no necesita prueba: nadie que se acerque a la historia de la teología moral podrá evitar encontrarse con el nombre y, sobre todo, con la obra del padre Vidal. Se podrá coincidir o disentir de algunas de sus afirmaciones, pero no desconocer su presencia y significado, porque es un punto de necesaria referencia. Quienes hemos enseñado teología moral le debemos mucho.

Mi primer encuentro con la persona del padre Vidal se remonta a los años 1960, en la fundación de la Asociación de Teología Moral (ATM). Puedo dar testimonio directo de que, ya entonces, el padre Vidal tenía bien ganado el título de Maestro de moralistas, tanto por sus libros y otras publicaciones como por su magisterio en las universidades pontificias de Comillas y Salamanca. No fueron años fáciles, pero sí importantes, y Vidal fue un auténtico guía y maestro. En nuestras clases era ya mucho lo que debíamos a su Moral de actitudes y Moral del amor y la sexualidad.

Un segundo, y continuado, encuentro personal lo constituyen los largos años en los que compartimos clases de moral en la Universidad Pontificia Comillas-Madrid, tanto en la Facultad de Teología como en el Instituto Universitario de Matrimonio y Familia del ICADE. En la dirección de este Instituto, además de compartir clases con él, le sucedí como director del mismo. A ello debo añadir las clases que, por invitación suya, pude impartir en el Instituto Superior de Ciencias Morales (ISCMM) de los Misioneros Redentoristas en Madrid, que no dudo en calificar, por su entidad docente, su claustro de profesores y su prestigiada revista (Pentecostés-Moralia), como uno de los centros superiores de estudios morales más importantes de la Iglesia. En su fundación y sus mejores años de fuerte vitalidad, el padre Vidal, junto a un grupo cualificado de profesores redentoristas, constituyó el núcleo más importante de la necesaria y urgente renovación de la teología moral.

De manera muy especial y por razones objetivas y personales, recuerdo el Congreso Internacional de Teología Moral organizado en el año 1965 por el ISCMM, en el que participó el inolvidable maestro de la teología moral, el también redentorista Bernard Häring. No fueron ciertamente años fáciles, para profesores y alumnos, pero se inició entonces un camino nuevo en la enseñanza y comprensión de la teología moral. En esa tarea, Vidal fue un guía y maestro.

Pero, volviendo a mis encuentros personales con el padre Vidal, quiero testimoniar aquí que para mí no solo fue siempre un estimado y fraternal colega, sino un amigo entrañable. Desde aquellos ya lejanos años, puedo afirmar –y espero que él comparta esta afirmación– que nuestra amistad no ha sufrido el más insignificante paréntesis. Guardo de él un recuerdo inmejorable.

El “triste hecho del proceso”

Mi tercer encuentro personal fue con ocasión del que Vidal denomina en sus conversaciones “triste hecho del proceso” (p. 147). Creo que la denominación está absolutamente justificada. Estoy seguro de que los lectores de estas interesantes Conversaciones leerán con especial interés las páginas dedicadas a ese triste hecho. Los datos que aporta son objetivos y exactos.

Sus colegas profesores, en el ISCMM y Comillas, estuvimos al lado del padre Vidal porque nos parecía, cuando las conocimos, que las acusaciones en las que se basaba el proceso no eran justas. Entre mis viejos papeles conservo seis cartas manuscritas del padre Vidal en las que me pide o/y agradece la ayuda prestada y, sobre todo, conservo un largo Estudio Canónico del procedimiento que entregué a Vidal y que este envío a Roma, junto con su primera respuesta. Son treinta y un folios fechados en mayo de 1998. Los he vuelto a leer detenidamente y, no obstante los casi 20 años trascurridos, los volvería a firmar, sin apenas modificación. En ellos pongo en duda la justicia objetiva del proceso y la falta de fundamento de las acusaciones, que, en su mayoría, no eran sino meros juicios de intenciones.

Termino estas breves notas recomendando la lectura de Conversaciones. El conversador estoy seguro de que habría podido escribir una bien documentada biografía del padre Vidal. Pero considero un acierto haber mantenido el estilo de Conversaciones. Le felicito.

En el nº 2.985 de Vida Nueva

Actualizado
22/04/2016 | 00:30
Compartir