Consuelo eclesial a pie de calle tras el terremoto en Ecuador

El Papa se muestra “muy preocupado por la situación” en el país

Portoviejo (Ecuador)

Una calle devastada en la ciudad de Portoviejo

RUBÉN CRUZ | La fotografía de Ecuador es la de un país derruido que llora a los centenares de víctimas que, el pasado 16 de abril a las 18:58 (hora local), fueron sacudidas por el terremoto. Pedernales, Manta y Portoviejo, en la provincia de Manabí, son las localidades que más han acusado el seísmo. Unos 400 efectivos, entre ellos el contingente militar enviado por España, trabajan a destajo en las labores de rescate de los cuerpos que pueden aún encontrarse bajo los escombros. Por su parte, la Iglesia se hace presente en medio de la desgracia para ayudar a los ocho millones de afectados por este golpe de la naturaleza.

“El Santo Padre está muy preocupado por la situación”, dice un miembro del Pontificio Consejo Cor Unum –encargado de coordinar las iniciativas de caridad de la Iglesia– en una llamada a la Nunciatura ecuatoriana. Tras el terremoto, el nuncio apostólico, Giacomo Guido Ottonello, se intentó poner en contacto con los obispos de las zonas afectadas, pero no pudo comunicarse hasta la madrugada del domingo 17 de abril, como relata a Vida Nueva su secretario, John Paul Pedrera.

Ahora, desde el pontificio consejo esperan instrucciones del nuncio para enviar la ayuda necesaria desde el Vaticano. El problema es que Ottonello se encuentra en una zona donde las comunicaciones se han caído y en la nunciatura están esperando su regreso, que podría prolongarse un par de días por el estado de las carreteras. Además, el nuncio también quería visitar Esmeraldas, otra de las regiones afectadas, antes de volver a Quito para informar a Roma sobre las necesidades que tiene el país. Y es que el nuncio prefirió dirigirse a la zona cero “para estar con la gente” y no hacer un informe desde su despacho.

También miembros de la Comisión de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal de Ecuador se han desplazado hacia las zonas afectadas, según confirmaron a esta revista desde el episcopado. A pie de calle, cientos de sacerdotes y religiosos se encuentran al lado de las familias que sufren, ya sea dando una palabra de aliento, celebrando una misa en una acera o velando a un fallecido en una plaza. Sin buscar los focos de las cámaras, pero cercanos al pueblo. En Manabí y Esmeraldas hay decenas de congregaciones religiosas presentes. Así, al menos seis religiosas han perdido la vida en medio de la catástrofe (una hermana mercedaria y cinco siervas del Hogar de la Madre).

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