Editorial

Un hogar sin derecho de admisión

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un padre y una madre sostienen un bebé cada uno

EDITORIAL VIDA NUEVA | Dos asambleas sinodales, consultas en los cinco continentes, debates en la opinión pública… El camino recorrido por Francisco que culmina con la exhortación Amoris laetitia no ha sido improvisado ni personalista. Lo certifican las múltiples referencias a las Iglesias locales y al magisterio eclesial, especialmente a Tomás de Aquino y a la Familiaris consortio de Juan Pablo II. Esta mirada histórica y colegial otorga autoridad y categoría magisterial a un documento que, a la vista está, no pretende ser ruptura con lo anterior, sino sana y necesaria evolución.

La exhortación avanza en la línea de interpelar a la Iglesia para encarnar esa alegría del amor en el tiempo y espacio en el que está inserta. De ahí la llamada constante a integrar a todas las familias del planeta, sin exclusiones ni condenas. Todas las realidades, desde las madres solteras a las viudas pasando por las parejas de hecho, cuentan para Francisco. No las equipara al matrimonio cristiano, pero tampoco las destierra. Es más, se presentan como una oportunidad para acercarles a Jesús.

Desde esta apertura, subraya que “de ninguna manera la Iglesia debe renunciar a proponer el ideal pleno del matrimonio” ni caer en una pastoral del fracaso. Pero eso no impide tratar de curar las heridas cotidianas en asuntos tan diversos como la responsabilidad de una educación de los hijos, los roles del padre y de la madre, el papel de la mujer, el derecho al trabajo y a una vivienda digna para construir un hogar… En materia intraeclesial, no duda en hacer autocrítica por no presentar de forma atractiva el matrimonio, insiste en una formación continua de los novios y subraya la belleza de la sexualidad.

Así pues, desde una unidad de doctrina y de praxis, Francisco anima a responder desde lo concreto, en cada comunidad. En este desafío entra en juego la dinámica ignaciana que sacude las páginas más comprometidas del texto: el acompañamiento y el discernimiento. Son las llaves para las situaciones “irregulares”, entre ellas, las de los divorciados vueltos a casar. El salto cualitativo de diferenciar entre pecado objetivo y subjetivo llama a no aplicar las leyes morales “como si fueran rocas que se lanzan sobre la vida de las personas”.

Insta no solo a que puedan participar en servicios eclesiales para no sentirse excomulgados, sino a abrirles la puerta a la Eucaristía. Que esta cuestión se resuelva en dos notas al pie no resulta baladí. Se plantea así precisamente para no identificar el acceso al sacramento con un objetivo finalista, sino dentro de un camino pastoral.

Quienes han intentado generar un clima cismático o cuestionar la autoridad de Bergoglio agitando fantasmas a costa de los divorciados, ven ahora cómo sus temores se esfuman. Francisco, una vez más, deja sin argumentos a quienes defienden “una fría moral de escritorio”. Comprende a “quienes prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión alguna”. Pero ni en Amoris laetitia ni en los motu proprios sobre las nulidades hay coladero alguno ni un “todo vale” relativista. Solo hay misericordia: la de un Dios que es Padre y de una Iglesia madre que no teme “mancharse con el barro”.

Es cierto que no es fácil materializar contrarios armonizables como el perdón y la justicia, la caridad y la ley, la gravedad y la ternura. Exige un arduo discernimiento en la frontera e, incluso, en la confusión. Ahora toca valorar si quienes han de aplicar Amoris laetitia en la parroquias, centros de orientación familiar y diócesis están dispuestos a acompañar como familia o prefieren ejercer de notarios. No se trata de opositar a un sacramento, sino de pastorear en un proceso de reconstrucción vital.

Como pedagogo, Francisco propone una adaptación curricular de la doctrina. Sin rebajas, pero al ejemplo del Maestro, que condenaba el pecado pero compartía mesa con el pecador. En Amoris laetitia nadie queda fuera del hogar. No se reserva el derecho de admisión. Francisco comulga con las diferentes realidades familiares para encarnar la “alegría del amor”.

En el nº 2.984 de Vida Nueva. Del 16 al 22 de abril de 2016

 

ESPECIAL ‘AMORIS LAETITIA’: