Ciudad Real y Jaén, pastores de mudanza

Amadeo Rodríguez

Gerardo Melgar y Amadeo Rodríguez reconocen que sus traslados les producen “dolor, pero también ilusión renovada”

Amadeo Rodríguez

Amadeo Rodríguez en las que hasta ahora era su diócesis

Gerardo-Melgar-G

El obispo Gerardo Melgar

 

 
JOSÉ LORENZO | Ocho días después de que el papa Francisco recibiese en audiencia al nuncio Renzo Fratini se produjeron, con el intervalo de 24 horas, sendos nombramientos episcopales. Siendo eso inusual, pero comprensible dado que algunos prelados sostienen que el ritmo de la renovación episcopal en España es lento, también llamó la atención que se cubriesen dos sedes vacantes dejando en esa condición a otras dos. Y así quedan ahora Osma-Soria y Plasencia después de que los días 8 y 9 de abril, sus respectivos obispos, Gerardo Melgar y Amadeo Rodríguez, fuesen designados nuevos titulares de las sedes de Ciudad Real y Jaén. Sustituyen a Antonio Algora y a Ramón del Hoyo, que habían presentado sus renuncias por razones de edad, respectivamente, en octubre y septiembre del pasado 2015.

Un nombramiento de estas características “siempre es una sorpresa”, señala a Vida Nueva Gerardo Melgar (Cervatos de la Cueza, Palencia, 1948). “Salir de una diócesis cuesta porque, lógicamente, es donde has estado viviendo y gastando tu vida, en mi caso durante los últimos ocho años. Y en ese tiempo siempre se crean lazos afectivos, lo que hace que también se asuma la noticia con un cierto dolor. Pero estoy convencido de que los obispos estamos al servicio de la Iglesia, y si ella nos necesita en otro lugar, gustará más o menos, pero vamos porque estamos cumpliendo con esa misión importante que es pastorear esa porción del Pueblo de Dios”. Pero viendo el lado positivo, Melgar, que tomará posesión de la sede castellano-manchega el 21 de mayo, considera que “ir a otra diócesis siempre es un aliciente para volver a ilusionarte y comenzar con ardor renovado en tu tarea. Lo que más se lamenta es tener que dejar algún proyecto iniciado…”.

No ha disimulado tampoco su dolor Amadeo Rodríguez (San Jorge de Alor, Badajoz, 1946) en una hermosa carta dirigida a los fieles de Plasencia. Pero, como les escribió nada más difundirse su nombramiento a los de Jaén, “conservo muy fresca mi capacidad para ilusionarme y para ponerme enseguida a mirar con profundo cariño hacia los que, a partir de hoy, vais a ser mis diocesanos”.

Valorando lo que son los pros y contra de un traslado episcopal, Rodríguez señala a esta revista que va a la diócesis andaluza –de la que tomará posesión el 28 de mayo– con un bagaje de doce años de pastoreo. “Ha sido una experiencia rica y gratificante, pues he sido muy feliz. Todo eso lo llevo a Jaén, y creo que es un capital importante de mi vida. También es verdad que ahora tengo que empezar de nuevo, conocer a mis diocesanos, situarme en aquella Iglesia, ver lo que se ha hecho y se está haciendo. E incorporarme a ello y no cambiar nada, porque un obispo no va a una diócesis a empezar de cero, sino a recoger todo lo bueno que han hecho sus predecesores”.

Sin embargo, esto también tiene su cruz, como reconoce: “Lo peor de un traslado es que un obispo es también un ser humano, que comparte vida, fe e ilusiones con otros seres humanos. Y para ser obispo, uno tiene que querer y dejarse querer. Y yo en Plasencia dejo lazos muy profundos. Pero en todo caso, los cambios también son positivos. No soy una persona que se instala o acomoda. Soy proactivo y un cambio trae también consigo ilusiones que se renuevan”, reconoce el nuevo obispo de Jaén.

Dos nombramientos que dejan vacantes Osma-Soria y Plasencia

Gerardo Melgar y Amadeo Rodríguez cubren dos sedes vacantes, pero dejan en ese estado otras dos, que se suman a las de Palencia y Calahorra y La Calzada-Logroño. En su día, ambos llegaron a las sedes que ahora abandonan para ser ordenados pastores desde cargos curiales de responsabilidad. ¿Ocurrirá lo mismo con quienes les sucedan o seguirá esta política de traslados? Sea lo que sea, como señala Melgar, “una diócesis necesita de la presencia del obispo. Es malo tener mucho tiempo a una diócesis sin pastor, porque tiende a paralizarse. Cuando antes se nombre al sustituto, mejor”.

En el nº 2.984 de Vida Nueva

 

LEA TAMBIÉN:

Compartir