‘Amoris laetitia’, una perspectiva positiva y propositiva

familia de un padre y una madre con un bebé en brazos

La reflexión de responsable de Familia de la CEE sobre la exhortación del Papa, solo en ‘Vida Nueva’

familia de un padre y una madre con un bebé en brazos

MARIO ICETA, obispo de Bilbao, padre sinodal y presidente de la Subcomisión Episcopal de Familia y Vida | La alegría del amor se encuentra en el corazón de la alegría del Evangelio. Por eso, esta hermosa exhortación se inserta en el surco iniciado por la anterior, la que Francisco entregó a modo de hoja de ruta para la Iglesia. Mis primeros sentimientos al recibir la exhortación son de agradecimiento y de alegría. Agradecimiento porque el Santo Padre ha querido abordar profusa y profundamente un asunto tan importante como es la familia. Ha querido hacerlo de modo colegial, convocando dos sínodos y, tras los documentos postsinodales, ha enriquecido admirablemente las aportaciones realizadas por los padres sinodales. Y alegría porque es un texto con gran contenido que ahora debemos recibir, profundizar y diseñar los modos y caminos para llevarlo a la práctica.

El Papa aborda esta temática desde la Palabra de Dios, en continuidad con el Magisterio de la Iglesia, la experiencia y conocimiento profundo de la realidad familiar en la situación actual. Como pórtico, comenta bellamente el Salmo 128 y, poco después, va desgranando el impresionante himno a la caridad que san Pablo nos ofrece en su primera carta a los Corintios. Esta Palabra de Dios ilumina la realidad del amor humano, específicamente del amor conyugal.

A esta perspectiva le sigue la mirada de amor y misericordia ante las heridas que muchas familias sufren a lo largo de su caminar y que, en casos dolorosos, pueden abocar a un fracaso. Es un acercamiento realista y esperanzado de las vicisitudes que viven hoy las familias, en su diversidad pero en su común vocación.

Como afirma el número 38, “en el mundo actual también se aprecia el testimonio de los matrimonios que no solo han perdurado en el tiempo, sino que siguen sosteniendo un proyecto común y conservan el afecto. Esto abre la puerta a una pastoral positiva, acogedora, que posibilita una profundización”.

Esta multitud de experiencias de tantos matrimonios que, más allá de las dificultades propias de la existencia humana, conservan y acrecen la luz y el fuego del amor y la extienden por todos los rincones y periferias de la sociedad, son el mejor testimonio de que la promesa de Dios se cumple. Y es un testimonio de esperanza, de amor y de posibilidad de abrazar los sufrimientos de situaciones sobre las que el amor de Dios siempre es capaz de inclinarse, acoger y restaurar.

El bien disuelve el mal

El mismo párrafo 38 afirma que en muchas ocasiones “gastamos las energías pastorales redoblando el ataque al mundo decadente, con poca capacidad proactiva para mostrar caminos de felicidad”. Pienso que es un eco actualizado de la invitación de san Pablo, “vence el mal a fuerza de bien” (Rom 12, 21), que tantas veces repitió, asimismo, san Juan Pablo II. La luz disipa la oscuridad, el bien disuelve el mal, el amor y la misericordia aniquilan el odio, la vida vence la muerte.

Es esta una perspectiva positiva y propositiva que debe latir fuertemente en la renovación de la pastoral familiar a partir de la exhortación Amoris laetitia. Un testimonio y un anuncio de la verdad, bondad, belleza del amor conyugal, que es posible y nos llena de gozo porque es respuesta a la invitación de Quien ha impreso en nuestros corazones la vocación al amor y continuamente lo sostiene y alimenta en el hogar que Dios nos ha preparado y que se llama Iglesia.

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ESPECIAL ‘AMORIS LAETITIA’:

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