Madeleine Delbrêl, testigo del Evangelio en tiempos de incertidumbre

Madeleine Delbrêl, mística cristiana francesa, asistente social, ensayista y poetisa del siglo XX

Un modo luminoso, atractivo y esperanzador de ser cristianos en el mundo

portada Pliego Madeleine Delbrel 2983 abril 2016

TÍSCAR ESPIGARES, Comunidad de Sant’Egidio | Con motivo de la próxima publicación del libro El bello escándalo de la caridad. La misericordia según Madeleine Delbrêl (Narcea) y de la visita a España (18-20 de abril) del presidente y la vicepresidenta de la Asociación de Amigos de Madeleine Delbrêl de Francia, desgranamos la actualidad de la vida y obra de esta protagonista de la Iglesia de mediados del siglo XX en el contexto presente. La figura de Madeleine Delbrêl, aún poco conocida en España, es testigo de un Evangelio a pie de calle y “en la periferia”, y ha ido suscitando creciente interés en la Iglesia de Europa. No en vano, diversos episcopados del continente han pedido al papa Francisco que se acelere su causa de beatificación.

Madeleine Delbrêl es uno de esos personajes que no deja indiferente a nadie, conocerla provoca interrogantes, cuestiona la autenticidad de nuestra vida cristiana.

Su vida transcurre en Francia, entre los años 1904 y 1964, durante uno de los períodos más convulsos del siglo XX; es testigo de dos guerras mundiales y conoce el auge del comunismo, que se abría camino en medio de una clase obrera sumida en condiciones miserables. Su muerte tiene lugar mientras en Roma se desarrollaba la tercera sesión del Concilio Vaticano II, cuyo espíritu –aunque no llegase a verlo concluido– conocía bien y, de hecho, ya había vivido en el contexto de la Iglesia francesa tan dinámica y vanguardista de aquellos años.

Nacida en el seno de una familia católica convencional, desde joven abraza el ateísmo cuando su familia se traslada a París y entra en contacto con el mundo intelectual, donde un tema recurrente de debate era la negación de Dios. A sus 15 años se definía “estrictamente atea” y a los 17 redactó un texto titulado significativamente “Dios ha muerto, viva la muerte”. Su conversión es el fruto de una búsqueda “provocada” por el testimonio de grandes amigos cristianos que le hicieron “dudar” de la inexistencia categórica de Dios: “Si quería ser sincera, puesto que Dios ya no era rigurosamente imposible, no debía ser tratado como algo seguramente inexistente. Escogí lo que me parecía que podía expresar mejor mi cambio de perspectiva: decidí rezar”.

Desde entonces, el timón que dirigió por completo el rumbo de la vida de Madeleine fue este deslumbramiento. En palabras suyas: “Tener una fe viva es ser cegado por ella para ser guiado por ella”.

(…)

Estas páginas no pretenden ser una biografía de Madeleine Delbrêl; lo que quieren es poner de relieve algunos de los pilares fundamentales de su vida cristiana, porque Madeleine no ofrece fórmulas ni recetas para aplicar, que, por otra parte, serían caducas, puesto que la fe se vive “en cada aquí de la tierra y en cada ahora del tiempo”. Lo que ella sí nos ofrece es un modo luminoso, atractivo y esperanzador de SER cristianos en el mundo.

* ¿Quieres seguir leyendo este artículo? Pliego completo en este enlace solo para suscriptores

* Comprar el número suelto en la app de la Revista Vida Nueva nº 2.983: en iPad o para dispositivos de Android

* Suscribirse a Vida Nueva

Compartir