Encarnar la misericordia

Jolanta Kafka

Jolanta KafkaJOLANTA KAKFA | Misionera claretiana

Este Año Jubilar invita a la Vida Religiosa a implicarnos más en la “artesanía de la misericordia”. En el misterio de la Encarnación del Hijo y en su vida (cf. MV 1) encontramos la luz. En la segunda semana de Ejercicios, san Ignacio nos invita a confrontarnos con su “hagamos Redención”. Nuestra historia está inscrita en este misterio de la voluntad de Dios de liberar. Dios mira con “instinto de ternura” (como decía Léon-Dufour) la limitación humana, su pecado y determina salvar.

El modo es en la Encarnación, en el descenso de Dios: el Padre se entrega y el Hijo se entrega en su sí. Se entrega María en la fe. Se da una extraordinaria peregrinación de la misericordia de Dios: de las entrañas del Padre a las entrañas de una mujer fiel. “A Dios nadie le ha visto jamás. El Hijo único que está en el seno del Padre, Él lo ha contado” (Jn 1,18). Desde entonces quedaron abiertas las entrañas del Padre para toda la humanidad. El camino hacia abajo queda consagrado en el Hijo. Quienes se unen a su sí de la entrega al Padre se suman a esta peregrinación de la misericordia.

Pero la misericordia en Jesús se ha hecho histórica en el obrar de Jesús, como anuncia en la sinagoga de Nazaret. En sus encuentros, curaciones, palabras, signos, hasta la Cruz lleva a cumplimiento el abajamiento.

Los que sufren atraen su mirada y su compasión; se convierten en un lugar teológico de la manifestación de la misericordia y de su obediencia al Padre. Sin el inclinarse por ellos de Jesús, no podríamos comprender la anchura, la hondura, la altura de su amor.

Y no solo ha curado las heridas, sino que ha curado la dignidad; ha devuelto la vida; ha liberado del peso de la culpa, del miedo a Dios, de la angustia, desenmascarando la hipocresía de cargas intolerables (cf. Lc 11, 46); de las falsas imágenes de Dios.

Nos hemos consagrado a vivir como Él vivió y a continuar su misión por el Reino. Si no estamos dispuestos a perder la vida, como Él, queda vacía de contenido la realidad de nuestra ofrenda libre y perenne. Es este el criterio y condición vocacional de la consagración: bajar con Él y como Él a las profundidades de la humanidad.

En el nº 2.983 de Vida Nueva

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