Carmen Iglesias: “En España falta conciencia histórica”

Carmen Iglesias, presidenta de la Real Academia de la Historia

La primera mujer que dirige la Real Academia de la Historia hace balance de su primer año al frente de la institución

Carmen Iglesias Real Academia de la Historia

Carmen Iglesias, actual directora de la Real Academia de la Historia

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | Carmen Iglesias (Madrid, 1942) es un verdadero referente moral e intelectual. Siempre hay que escucharla. “No se ha sabido hacer ver realmente que hay que hacer las cosas lo mejor posible y de acuerdo a tu conciencia. Y estar en paz con ello”, afirma. Historiadora de innegable prestigio, catedrática de Historia de las Ideas Políticas, gran especialista en Montesquieu, ha ido alcanzando hitos a los que nunca había llegado una mujer.

Es la primera en dirigir la Real Academia de la Historia (RAH) desde su fundación, en 1736, y en ser elegida para el Consejo de Estado, institución que se remonta al siglo XVI. Fue la cuarta fémina en entrar en la Real Academia Española. “No he sido partidaria de cuotas nunca –manifiesta con modestia–. Las mujeres hemos ido ganando espacios, pero los procesos no siguen una línea recta, tienen también sus zigzags. No hay que olvidar lo que decía Montesquieu, que la civilización de un pueblo se mide por la libertad de sus mujeres. Pero como la democracia misma, la igualdad es un proceso que se va construyendo poco a poco”.

Ya ha cumplido un año al frente de la RAH y recibe a Vida Nueva en su sencillo despacho en la madrileña calle del León, a pocos metros de donde vivió y murió Cervantes. Y hace balance: “Teniendo en cuenta que ingresé en esta Casa en 1991, la conocía bien”. Uno de los deseos que manifestó al suceder al fallecido Gonzalo Anes fue “abrir la Academia a la gente”.

Un gran reto, y nada fácil, cuando la fidelidad histórica no parece que interese demasiado: “La abriremos con una jornada de puertas abiertas en la Noche de los Libros [el 23 de abril, cuando se conmemora en nacimiento del autor de El Quijote]. Tendremos un acto público sobre Cervantes en el Barrio de las Letras y luego visitas guiadas hasta medianoche. Vamos a tener una nueva página web también, y el Diccionario Biográfico estará online, con sus 50.000 referencias. Estamos en ello, pero necesitamos un patrocinio”, enumera frente a un retrato de Campomanes, el reformista ministro de Hacienda de Carlos III.

Sobre todo, en su despacho es visible la presencia monárquica: Alfonso XIII de niño, María Cristina e Isabel II. Y esa galería de fotografías en donde aparece junto a Felipe VI, del que fue tutora en Historia y Ciencias Sociales. “La Real Academia de la Historia tiene que ser una institución que mantenga viva la conciencia histórica –afirma–, como ha sido tradicionalmente en estos trescientos años, aunque en determinadas épocas con más énfasis que en otras”. Ardua tarea.

“En España pecamos de no tener conciencia histórica. Y hemos tenido unas clases dirigentes que han estado muy apartadas de la realidad. No se trata solo de conocer hechos, fechas, personajes y autores –continúa–; es saber cómo hemos llegado hasta aquí, que tenemos detrás un conglomerado heredado, y también que nos ha costado mucho estar donde estamos, porque en la sociedad occidental somos unos privilegiados respecto a libertades y a oportunidades, a pesar de que haya desigualdad. Y todo esto es más frágil de lo que parece”.

La educación, asignatura pendiente

Especialista en Historia Moderna y autora de dos centenares de publicaciones, Iglesias insiste en la necesidad de implantar esa “conciencia histórica” porque le preocupa el extraordinario desconocimiento que los jóvenes tienen de Historia –“y también de Geografía”, puntualiza–, así como de las consecuencias de esa “ignorancia”, precisamente, en el escenario político, ante la irrupción de “salvadores” temerarios.

Carmen Iglesias, presidenta de la Real Academia de la Historia

La presidenta de la RAH critica que la educación y la historia se hayan convertido en “armas arrojadizas”

“Creo que la asignatura pendiente de toda la democracia ha sido la educación –sentencia–. Hay una manifiesta falta de educación elemental, de cultura general. Sin ella, no podemos situarnos en el espacio-tiempo. No podemos saber cuándo alguien dice una barbaridad. Ni podemos tener conciencia cívica. Los jóvenes creen que la democracia es lo que diga la mayoría en el momento presente. Desconocen que la democracia es, como dice el profesor Rodríguez Adrados, una tela de Penélope, el instrumento para conquistar las libertades del individuo y la igualdad de oportunidades”. Y es que, como explica, “los fundamentalismos se combaten con educación, que es, insisto, lo que ha fallado”.

La educación y la historia mantienen una relación muy compleja y desequilibrada. Por una lado, está esa enseñanza insuficiente; por otro, la manipulación que se ha practicado desde los nacionalismos. “Eso de que en cada legislatura cambie la Ley de Educación y, sobre todo, la fragmentación total de las autonomías ha sido un error –dice tajante–. Debe haber un tronco común mínimo en toda la educación. No se pueden enseñar diecisiete historias de España distintas. Pero lo que me escandaliza es que hemos vuelto a lo peor del antiguo régimen, y no me estoy refiriendo al franquista, sino al de la Edad Media. A las aduanas interiores, que son aduanas físicas y también aduanas mentales”. Por eso mismo añade: “Si la Educación entera se ha convertido en un arma contra el contrario, lo de la Historia ha sido extraordinario. No hay nada más que ver Cataluña. No es que la historia se tergiverse, es que se la inventan”.

La educación y la historia han sido –son–, según Carmen Iglesias, “arma arrojadiza” y un “objeto de manipulación partidista” en España: “La conquista de las libertades ha consistido en que haya un estado de Derecho que es igual para todos. Porque cuanto más dependas de un cacique, que es en lo que se han convertido en gran medida muchísimas, o todas, las autonomías, menos libertad tienes. Y más clientelismo se crea. De ahí la corrupción”.

Sobre esta lacra, añade: “Ha existido siempre, pero el umbral de corrupción ya se está sobrepasando. Sobre todo, el descaro y el cinismo de no avergonzarse de nada de esa corrupción, de no enmendarla, de considerar que la culpa siempre es del otro”. El nacionalismo está ahí. “Hay un secesionismo que, entre otras cosas, lo que busca es evitar a los jueces –señala–. A pesar de que la lucha contra la corrupción es imperfecta, hay jueces, y muchos no son conocidos, que siguen cumpliendo con sus deberes”.

“No podemos obviar lo que el cristianismo ha hecho por nuestra civilización”

Saltar sobre las raíces cristianas de España, de Europa, como si se hiciera una falla en el tiempo, es otra de las consecuencias de “la ignorancia del desconocimiento de la historia”, apunta Carmen Iglesias: “Es tremendamente absurdo, somos productos de una civilización judeocristiana con la aportación básica del mundo grecorromano. No podemos obviar lo que el cristianismo ha hecho por nuestra civilización. La historia es apasionante en su complejidad, no tiene sentido reducirla a una historia de buenos y malos”. Y añade: “Las tradiciones son muy importantes, están culturalmente muy arraigadas. Tenga cada uno las creencias que tenga, lo importante es la libertad”. Sobre las críticas en torno a la conmemoración del V centenario de Isabel la Católica y del “rey que imaginó España”, Fernando de Aragón, dice: “En este país ha habido un exceso del ‘todo es política’, como decía Kundera. Y esa expresión es totalitaria. La política es un medio, un instrumento, para poder convivir, no es un fin en sí mismo. El desprecio que ha habido en España por los políticos hacia la cultura es muy llamativo, otra diferencia con Francia”.

En el nº 2.981 de Vida Nueva

Compartir