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‘Anáfora. Aproximación a la Plegaria eucarística’


Un libro de José Manuel Bernal Llorente (Verbo Divino) La recensión es de Jesús Sastre García

Anáfora. Aproximación a la Plegaria eucarística, José Manuel Bernal Llorente (Verbo Divino)

Título: Anáfora. Aproximación a la Plegaria eucarística

Autor: José Manuel Bernal Llorente

Editorial: Verbo Divino

Ciudad: Estrella, 2015

Páginas: 232

JESÚS SASTRE GARCÍA | José Manuel Bernal Llorente fue dominico, ha sido profesor de Teología (Sacramentos) y Liturgia en Roma y Valencia y autor de varias publicaciones sobre esta última materia. Participó activamente en la fundación de la Asociación Española de Profesores de Liturgia, terreno desbrozado en primera instancia por Luis Maldonado, a quien dedica este libro. Su pretensión es “ofrecer a los responsables de las Iglesias un instrumento serio que les permita ahondar en una comprensión más profunda de la Plegaria eucarística: su contenido, su dinámica interna, su calidad y estilo, sus raíces, su identidad” (p. 12).

Se nos ofrece aquí una visión panorámica de la evolución histórica de la anáfora, tanto en Oriente como en Occidente, así como un tratamiento de los elementos constitutivos de la misma. Un enfoque que, sin perder hondura en el contenido, tiene en todo momento una clara intención pastoral: que la Plegaria eucarística se comprenda y viva más plenamente. No en vano, son muchos los sacerdotes y laicos que –como he podido constatar personalmente en las clases de teología o en reuniones pastorales– no conocen adecuadamente los aspectos teológicos y litúrgicos de la anáfora.

La lectura de este libro, además, nos puede ayudar a revisar la proliferación de plegarias que particulares hacen para una u otra ocasión con voluntad de adaptación al grupo que celebra y para potenciar la creatividad. Muchas de ellas no aciertan en lo que debe ser la Plegaria eucarística, tanto en su estructura interna como en el lenguaje utilizado.

La obra consta de cuatro capítulos: el 1º y el 4º tienen como finalidad contextualizar el tratamiento de la anáfora. El capítulo 2º hace un recorrido histórico por la formación de la anáfora: la tradición hebrea, el testimonio de la Didajé, Justino e Hipólito en los siglos II y III, y el proceso de creatividad en Oriente y Occidente.

Este marco histórico está jalonado por textos donde se puede constatar lo que el autor va exponiendo. El capítulo 3º es el más importante para Bernal, pues trata de “ahondar en el sentido profundo que da consistencia a esta Plegaria, en detectar el movimiento espiritual y el nervio íntimo que da cuerpo y dinamismo a la anáfora” (p. 85). Aborda los elementos integrantes de la anáfora: alabanza exultante y vigorosa, proclamación profética de las mirabilia Dei, el relato, la anamnesis: memoria y profecía, la epíclesis: la acción del Espíritu, las intercesiones y los que celebran la divina liturgia. A lo largo de todo este recorrido por la historia de la salvación descubrimos el rostro del Dios revelado en Jesús de Nazaret y cómo lo celebramos gozosamente.

El tratamiento manifiesta los elementos que han permanecido desde el principio, así como el modo en que han sido abordados con sus variantes enriquecedoras. Bernal hace referencia constante a los grandes tratadistas de la Plegaria eucarística cuyas aportaciones no han llegado a la mayor parte de las personas, incluidos los que tienen una formación básica en teología. Cierra estas páginas una bibliografía de 42 títulos y 30 autores, entre los que destacan los españoles J. Solano, J. M. Sánchez Caro y V. Martín Pindado, L. Maldonado, M. Gesteira y X. Basurko.

Gran cuestión pendiente

Aun siendo de carácter divulgativo y finalidad pastoral, el libro puede resultar un poco denso para algunos lectores, por lo que exige una lectura lenta, reposada y tomando algunas notas. Si bien las últimas páginas recogen algunas consideraciones de tipo litúrgico y pastoral, la gran cuestión –que sigue todavía pendiente– es cómo llevar toda la riqueza e importancia de la Plegaria eucarística a la pastoral y a la catequesis. Estamos hablando de algo que se proclama en cada Eucaristía y que resulta poco comprensible para muchos de los asistentes, incluidos los celebrantes. Por eso, leer Anáfora puede resultar muy clarificador y formativo para no pocos presbíteros, jóvenes y mayores: a todos nos puede ayudar a una renovación en la celebración y vivencia de la Eucaristía.

Un aspecto a recuperar es la armonización entre el uso respetuoso de los textos oficiales y la creatividad para adaptarlos a situaciones y circunstancias. “Siempre he pensado –escribe el autor– que la fuerza del Espíritu impulsa a los presbíteros a dar cauce real a su carisma profético. Siempre he creído que el orante tiene capacidad para leer los signos de los tiempos, para descubrir la acción de Dios a través de los acontecimientos… Pero esta presencia hay que descubrirla desde la fe, desde la plenitud del Espíritu, desde una experiencia profundamente religiosa, no desde la frivolidad o el afán de protagonismo” (p. 115).

En el nº 2.980 de Vida Nueva

Actualizado
11/03/2016 | 00:37
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