III Encuentro ‘Juntos somos más’: “La misión compartida ha pasado el punto de no retorno”

Organizado por CONFER, reúne en Madrid a laicos y religiosos de 127 congregaciones

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Miembros del comité organizador departen antes de una reunión

III Encuentro ‘Juntos somos más’: “La misión compartida ha pasado el punto de no retorno” [extracto]

JOSÉ LORENZO | La Misión Compartida (MC) es una incipiente realidad que concita cada vez más interés en la Iglesia española. El impulso inicial que supuso el primer encuentro entre religiosos, religiosas y laicos celebrado en el año 2014, bajo la coordinación de la Conferencia Española de Religiosos (CONFER), se traduce hoy en una saludable continuidad con la tercera edición del encuentro Juntos somos más, que se celebra en Madrid el 5 de marzo. Un interés que se ve ratificado con el número de inscritos –678 personas pertenecientes a 127 congregaciones–, que agotaron las plazas quince días antes del cierre oficial del plazo y que dejó a muchos sin poder participar, en una opción que busca hacer más fluidos el diálogo y el trabajo de reflexión conjunta, según señalan a Vida Nueva desde la CONFER.

“La MC es un regalo del Espíritu Santo a las personas, a las instituciones, a la Iglesia y a este mundo en el que vivimos”, afirma Juan García Callejas, un laico que comparte misión con La Salle. “Si no somos conscientes de que la MC no es una moda ni un capricho, sino un don del Espíritu al que debemos responder responsablemente, es difícil tener la visión acertada del horizonte que nos queda por delante”. Y ese horizonte –tras haber visibilizado en las ediciones anteriores la realidad de esta MC en España y compartido las experiencias que se estaban dando– pasa ahora “por caminar en la formación en el liderazgo y acompañamiento de los procesos, donde religiosos y laicos sean, a la vez, protagonistas y destinatarios”.

A medida que esta iniciativa se consolida y se marca en rojo en los calendarios anuales de las congregaciones, se va desechando la idea de que la MC es un parche ante la falta de vocaciones, aunque, como apunta García, “aún queda mucho poso y sustrato de ella en los corazones. Para algunos religiosos, la MC es una oportunidad de ‘utilizar’ a los laicos como un mal menor ante ese déficit vocacional. Y para algunos laicos, es una oportunidad para ‘ascender’ en el escalafón del poder…”. En todo caso, este laico lasaliano está convencido de que tanto en los seglares como en los religiosos “se va despertando la conciencia de que la identidad de la Iglesia es comunión para la misión, de que todos somos protagonistas de esta misión única que es la comunidad de los seguidores de Jesús, y de que no puede haber misión compartida sin vida compartida”.

Juntos, complementarios y sin categorías. Así entiende José Ignacio Jiménez, laico que comparte misión con los claretianos, el papel de los seglares en esta realidad en la que ya incidió el Vaticano II al hablar de la corresponsabilidad. Una realidad “que ya ha pasado el punto de no retorno, aunque queda mucho por hacer”, y en la que los laicos “deben desprenderse de ataduras de la vida cotidiana que les impida compartir con alegría el trabajo por un mundo mejor, y de prejuicios o ideas mal concebidas sobre la acción de los religiosos y de planteamiento de vida poco valientes”.

En la línea con el tema de esta tercera edición, este profesor de bachillerato afirma que “un laico en misión compartida se preocupa y necesita formación”, aunque, hoy por hoy, la aportación laical en este sentido es deficitaria “a distintos niveles, porque hay laicos muy preocupados por esa formación y otros que, por sus tiempos, no pueden acceder a una de calidad”. En todo caso, además de esa ineludible formación, José Ignacio Jiménez considera que los laicos que hagan la opción de la misión compartida “necesitan mirar el trabajo del religioso con humildad, impregnar su quehacer del sentido de anuncio, denuncia y trabajo por un mundo mejor que el Evangelio lleva dentro”.

Para Belén Blanco, la misión compartida “es ya una gran realidad eclesial en España” y constituye “un fiel reflejo de la presencia de los laicos en la Iglesia, y de su deseo de participar activamente en la evangelización, dentro de un contexto de eclesiología de comunión”. Su vocación cristiana, como reconoce, va íntimamente unida a su vocación docente, y ambas las desarrolla en misión compartida con los religiosos marianistas.

Crecer juntos

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Julia García Monge, secretaria general de CONFER

Esta madre de familia numerosa estima que, más que una necesidad o un deseo, la misión compartida es “una oportunidad” para encontrar nuevas formas para “pasar de la misión compartida a la vida compartida”. ¿De qué tendría que desprenderse el laico en ese trasvase? “De todo aquello que le aleja de la esencia de la misión: afán de protagonismo, deseo de poder y búsqueda de intereses personales”, señala con decisión.

Y aunque no olvida que en algunas congregaciones la misión compartida se ha visto como una necesidad ante la sequía vocacional, “sin embargo, en numerosas ocasiones la misión compartida no nace por necesidad, sino por deseo de los laicos y de los religiosos de crecer conjuntamente y de compartir carisma y espiritualidad”. En todo caso, y dado que también percibe el deseo común de que “la coparticipación y la colaboración conjunta sean los objetivos”, considera también pertinente “pasar del triángulo, donde la estructura es jerárquica y piramidal, al círculo, a la mesa redonda, en la que laicos y religiosos comparten alimento”.

Un camino no exento de dificultades

“No cabe duda de que estamos en un camino que tiene dificultades, pero que hemos de recorrer con decisión”, señala a Vida Nueva Julia García Monge, del Instituto Calasancio de las Hijas de la Divina Pastora y secretaria general de CONFER, cuando se le pregunta por los desafíos que afronta en la actualidad la misión compartida en España. Y abunda: “No siempre los religiosos facilitamos que los laicos asuman su responsabilidad en la misión, respetando su laicidad. Y, por otro lado, hay un déficit en la teología vocacional del compromiso laical. Siempre lo más importante es lo que el Espíritu obra en la vida de las personas y el camino recorrido de comunión y de compromiso en la misión está siendo significativo. Si hemos crecido en la propia respuesta vocacional como creyentes, si la dimensión eclesial es el horizonte en el que nos movemos, si vamos generando espacios de encuentro para responder comunitariamente a la misión, todo esto es ya una buena noticia para la Iglesia”.

Reconoce la religiosa que el momento histórico y eclesial que estamos viviendo favorece esta misión compartida, “porque ha habido un camino de reflexión común, de relaciones de amistad, de formación conjunta, de vida compartida. Y, todo ello, ha potenciado la misión”. Y subraya que “la misión evangelizadora tiene un horizonte de futuro y esperanza cuando hay un nosotros, un cuerpo apostólico que la anima. No solo los religiosos, también los laicos estarán empeñados en asegurar la impronta carismática fundacional de las obras apostólicas. Y de esto hay ya signos maduros”.

En el nº 2.979 de Vida Nueva

 

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