Francisco a los trabajadores y empresarios mexicanos: “Dios pedirá cuenta a los esclavistas de nuestros días”

En su segundo acto en Ciudad Juárez, el Papa pide “invertir en las personas”

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Francisco asiste a una reunión con organizaciones de trabajadores en Ciudad Juárez

DARÍO MENOR, enviado especial, CIUDAD DE MÉXICO | La pobreza, la falta de oportunidades y la explotación laboral conforman “el mejor caldo de cultivo” para que florezcan el narcotráfico y la violencia. Es la advertencia que el papa Francisco ha dejado en su encuentro con 3.000 representantes del mundo del trabajo, entre los que había sindicalistas, empresarios y obreros, en el Colegio de Bachilleres del Estado de Chihuahua de Ciudad Juárez.


En el penúltimo acto de su visita a México antes de volver a Roma, Jorge Mario Bergoglio afrontó la raíz de los graves problemas que sufre el país latinoamericano. Denunció que es la juventud la más expuesta a ellos.

“Uno de los flagelos más grandes a los que se ven expuestos sus jóvenes es la falta de oportunidades de estudio y de trabajo sostenible y redituable que les permita proyectarse, generando en muchos casos situaciones de pobreza”, dijo. Y esta pobreza “es el mejor caldo de cultivo para que caigan en el círculo del narcotráfico y de la violencia. Es un lujo que nadie se puede dar; no se puede dejar solo y abandonado el presente y el futuro de México”.

En una nueva crítica a los excesos del capitalismo, el Pontífice lamentó que se haya impuesto el paradigma de “la utilidad económica” en las relaciones personales. “La mentalidad reinante propugna la mayor cantidad de ganancias posibles, a cualquier tipo de costo y de manera inmediata”. Esta situación olvida que “la mejor inversión” es crear oportunidades e invertir en las personas, quienes están sin embargo sometidas “al flujo de capitales”, dando lugar a la explotación de los empleados “como si fueran objetos de usar y tirar”.

“Dios pedirá cuenta a los esclavistas de nuestros días”, advirtió el Papa, añadiendo luego que debemos hacer “todo lo posible para que estas situaciones no se produzcan más”. El flujo del capital, remachó, no puede determinar la vida de las personas.

El amigo sindicalista de Bergoglio

Después de escuchar el testimonio de varios representantes del mundo del trabajo, Francisco recordó a un viejo amigo sindicalista para indicarle a los presentes cómo tiene que ser la negociación ideal. “Cuando negociamos cada uno tenemos que perder algo para que todos ganemos”, comentó.

Francisco defendió la Doctrina Social de la Iglesia como herramienta para velar por la integridad de las personas y de las estructuras sociales e invitó a los poderosos de México a que se plantearan qué país querían dejarle a las nuevas generaciones. Lo hizo recurriendo a las pregunta retóricas, un recurso habitual en sus discursos: “¿Qué quiere dejar México a sus hijos? ¿Quiere dejarles una memoria de explotación, de salarios insuficientes, de acoso laboral? ¿O quiere dejarles la cultura de la memoria de trabajo digno, del techo decoroso y de la tierra para trabajar? ¿En qué cultura queremos ver nacer a los que nos seguirán? ¿Qué atmósfera van a respirar? ¿Un aire viciado por la corrupción, la violencia, la inseguridad y desconfianza o, por el contrario, un aire capaz de generar alternativas, generar renovación y cambio?”

El Pontífice no es un iluso y sabe que lo que plantea no resulta fácil de llevar a la práctica. La alternativa, en cualquier caso, es muy negra. “Sé que es peor dejar el futuro en manos de la corrupción, del salvajismo, de la falta de equidad. Sé que no es fácil poder congeniar en un mundo cada más competitivo, pero es peor dejar que el mundo competitivo termine determinando el destino de los pueblos”. El lucro y el capital, remarcó, no son un bien “por encima del hombre”, sino que están están al servicio del bien común. “Y, cuando el bien común es forzado para estar al servicio del lucro, y el capital la única ganancia posible, eso se llama exclusión”.

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