Francisco clausura en Roma el Año de la Vida Consagrada

papa Francisco clausura en Roma el Año de la Vida Consagrada 2 febrero 2016

El Papa pide a 5.000 religiosos y religiosas audacia para abrirse a “opciones proféticas y valientes”

papa Francisco con religiosas en la clausura del Año de la Vida Consagrada en Roma 1 febrero 2016

El Papa con las religiosas, el 1 de febrero, en el Aula Pablo VI

ANTONIO PELAYO, corresponsal de Vida Nueva en ROMA | Un acontecimiento como el Año de la Vida Consagrada es difícil de valorar; sus frutos no son contabilizables con nuestros habituales criterios de efectividad. Solo Dios puede saber el impacto que estos meses han producido en esa inmensa galaxia de la Vida Religiosa, femenina y masculina, que sigue siendo la vanguardia de la Iglesia en los cinco continentes. Como se recordará, el Año de la Vida Consagrada fue hecho público con una carta apostólica del papa Francisco fechada el 21 de noviembre de 2014, fiesta de la Presentación de la Virgen María. Comenzó el 30 de noviembre de ese mismo año y concluyó ayer martes 2 de febrero, fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo.

En la citada carta, el Papa jesuita fijó los tres objetivos de ese Año: mirar el pasado con gratitud, vivir el presente con pasión, abrazar el futuro con esperanza. También añadió lo que él esperaba de su iniciativa: “Que despertéis al mundo, porque la nota que caracteriza a la Vida Consagrada es la profecía. (…) Espero de vosotros gestos concretos de acogida a los refugiados, de cercanía a los pobres, de creatividad en la catequesis, en el anuncio del Evangelio, en la iniciación a la vida de oración. En consecuencia, deseo la agilización de las estructuras, la reutilización de las grandes casas en favor de obras que respondan a las actuales exigencias de la evangelización y de la caridad, la adecuación de las obras a las nuevas necesidades”.

Al concretar las iniciativas previstas para el Año por la Congregación para los Institutos de Vida consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, su secretario, José Rodríguez Carballo, anunció la publicación de varios documentos. Pero, sobre todo, durante todos estos meses en el mundo entero las congregaciones religiosas se han movilizado para poner en práctica las consignas del Papa con mayor o menor incidencia en la vida eclesial. También han tenido lugar diversos congresos para conmemorar los cincuenta años de la publicación del decreto del Concilio Vaticano II Perfectae Caritatis, que, como se ha repetido sin cesar, “sigue siendo para nosotros un punto obligado de referencia”.

Clausura en Roma

Llegados por fin a las fechas de clausura, acudieron a Roma desde los últimos rincones de los cinco continentes unas 5.000 personas –hombres y mujeres– en representación de ese universo plural que en muchos casos tiene sus orígenes muchos siglos atrás.

La vigilia de la clausura, el 1 de febrero en el Aula Pablo VI del Vaticano, tuvo una multitudinaria audiencia; en todos los rostros –tal vez más en los femeninos– se adivinaba la emoción, y el mismo Papa no podía ocultar su satisfacción por reunirse con las religiosas y religiosos (al fin y al cabo, él ha sido y sigue siendo un hijo de san Ignacio de Loyola, hombre profundamente jesuita).

Como era de esperar, dio de lado el discurso que tenía preparado y durante media hora se lanzó a una de sus famosas improvisaciones, que son la expresión más genuina de su pensamiento y de sus sentimientos. Cuando dijo “he entregado al cardenal prefecto el texto porque es un poco aburrido leerlo”, todos los presentes acogieron su iniciativa con un caluroso y sentido aplauso. Sus palabras giraron en torno a tres ejes: profecía, proximidad, esperanza.

“No obediencia militar, sino donación del corazón”

Al inicio de sus palabras, recordó las palabras clave de la consagración en la Vida Religiosa: pobreza, castidad y obediencia. “Hay entre vosotros –dijo– hombres y mujeres que viven una obediencia fuerte, una obediencia… no militar; no, eso no, esa es disciplina; otra cosa, una obediencia de donación del corazón. Y esto es profecía”.

Ya entrado en la glosa de esta palabra, añadió: “Profecía es decir a la gente que hay un camino de felicidad, de grandeza, un camino que te llena de alegría, que es exactamente el camino de Jesús. Es un don, es un carisma, la profecía. Hombres y mujeres profetas… La profecía es decir que hay algo más verdadero, más hermoso, más grande, más bueno a lo que todos estamos llamados”.

“El que murmura es un terrorista”

También disertó sobre la proximidad o cercanía, “no para alejarse de la gente y tener todas las comodidades, no; para acercarme y comprender la vida de los cristianos y de los no cristianos, los sufrimientos y los problemas, todas esas cosas que se comprenden si el religioso o la religiosa se hacen prójimos, en la cercanía. (…) Ser consagrados no significa subir uno, dos o tres escalones en la sociedad (…) no es un estatus de vida que me hace ver a los otros con distanciamiento. La Vida Consagrada me debe llevar a la cercanía con la gente, cercanía física, espiritual”.

En este pasaje Bergoglio abordó un tema sobre el que ya ha expresado su opinión negativa en numerosas ocasiones: las murmuraciones dentro de la Vida Religiosa: “El que murmura es un terrorista dentro de la propia comunidad porque arroja como una bomba una palabra, la palabra contra esto o aquello, y después se va tan tranquilo. Destruye, esto es lo que hace. El que hace eso destruye como una bomba y él se aleja. (…) ¿Terrorismo en las comunidades? No… Las murmuraciones no sirven”.

Esto último lo alegó invocando el ejemplo de santa Teresita del Niño Jesús, “que jamás se lamentó del trabajo, del fastidio que le daba aquella hermana que tenía que llevar todos los días del coro al comedor, porque esa hermana era anciana, casi paralítica, tenía muchos dolores (¡ah, cómo entiendo eso!) y era un poco neurótica”.

Cuidado con la “inseminación artificial” de las vocaciones

Por fin llegó el turno de la esperanza: “Os confieso que a mí me cuesta mucho cuando veo la caída de las vocaciones… El cardenal Amigo Vallejo [presente en el Aula] puede contarnos cuántos monasterios hay en España que son mantenidos con cuatro o cinco sores que han llegado al final… Y a mí me viene la tentación contra la esperanza”.

“Pero, ¡¿por qué el vientre de la Vida Vonsagrada –se preguntó– es tan estéril? Algunas congregaciones hacen el experimento de la inseminación artificial. ¿Qué hacen? Acogen… y luego vienen los problemas dentro. No, hay que acoger con seriedad. Hay que discernir bien si esta es una vocación y hay que ayudarla a crecer… Lo que hay que hacer contra esa tentación es rezar más”.

Agradeciendo al Papa su palabras, Rodríguez Carballo usó una metáfora atrevida afirmando que la Vida Religiosa, como Lázaro, tiene que “apartar la losa, desembarazarse de las vendas y caminar. (…) Lo que hay que hacer es poner vino nuevo en los viejos odres. (…) Los tiempos que estamos viviendo no son solo de reforma y de conversión personal, siempre necesarias, sino de refundación, de creación de estructuras nuevas y de una profunda innovación de las ya existentes de modo que seamos capaces de contener el vino nuevo que se encuentra en el corazón de tantos hermanos y hermanas y en nuestros carismas”.

papa Francisco clausura en Roma el Año de la Vida Consagrada 2 febrero 2016

Un momento de la celebración del día 2, en la Basílica de San Pedro

El primer y único amor

El 2 de febrero, por la tarde, la Basílica de San Pedro acogió la misa de clausura de este bendito Año de la Vida Consagrada. Francisco no quiso emplear demasiadas palabras –la suya fue una de las homilías más breves que le hemos escuchado–, pero pidió a todos los presentes audacia para abrirse a “opciones proféticas y valientes… Los carismas de los fundadores no deben encerrarse en botellas o convertirse en piezas de museo”.

Finalizada la Eucaristía, el Papa salió a la Plaza, desde donde muchos y muchas de las que no habían podido entrar en el templo habían asistido a la ceremonia: “No os olvidéis del primer y único amor de vuestra vidas… Cuento con vosotros”.

En el nº 2.975 de Vida Nueva

 

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