Para que vuelvan

FERNANDO SEBASFernando Sebastián, cardenal arzobispo eméritoTIÁN | Cardenal arzobispo emérito

Muchos padres cristianos sufren por no saber cómo ayudar a sus hijos a recuperar la fe. Algo que he leído por ahí me ha sugerido ofrecer unas pistas. Hay que actuar sin prisas, sin presiones, sin querer quemar etapas. Con mucho amor. Cada uno tiene sus ritmos y hay que saber esperar la hora de Dios, que siempre llega.

  • 1. Orar. La fe es un don de Dios. Hay que pedirla constantemente, para nosotros y para los demás. “Pedid y recibiréis”. Santa Mónica, madre de san Agustín, es un buen modelo para tantas madres de ahora.
  • 2. Vivir. En silencio, hay que esforzarse para vivir intensamente lo que queremos transmitir. El buen ejemplo de las personas que queremos siempre nos llega al corazón.
  • 3. Formarse. A veces, sin querer, creamos nosotros mismos las dificultades porque no sabemos presentar bien la propuesta de Jesús y los contenidos de su Evangelio.
  • 4. Sembrar. Suavemente, como quien no quiere la cosa, hay que dejar caer datos y noticias que creen una buena imagen de la Iglesia, los cristianos o los frutos de la fe.
  • 5. Hablar. Aprovechar el momento oportuno para hablar confidencialmente con ellos, de corazón a corazón. No imponiendo ni regañando, sino preguntando y escuchando, sin replicar. Para ayudarles, antes hay que saber lo que piensan, lo que les ocurre.
  • 6. Compartir con ellos lo que nosotros vivimos, los bienes que recibimos. Hablarles desde la experiencia personal, indirectamente, sin herir ni querer imponer nada.
  • 7. Invitar. Cuando llegue el momento hay que invitar, sin forzar, a que prueben, a que traten de acercarse a Jesucristo, a que vivan algo del Evangelio, a que recen desde el fondo de su corazón.
  • 8. Completar. Cuando se inicie algún cambio es el momento de ayudar, conectándolos con algún grupo, ofreciéndoles el apoyo de un ambiente favorable. El punto final ha de ser la Eucaristía y, antes, el arrepentimiento y la confesión de los pecados. Para Dios no hay nada imposible.

En el nº 2.970 de Vida Nueva.

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