Cuando España se convierte en tierra de refugio

Tras huir de la guerra de Afganistán en 2010, Fátima Husaini y su familia son felices en España

Fatima-Husaini-refugiada-afganistan-en-vivo-G

Fátima Husaini, su marido y sus dos hijos llegaron hasta Hungría andando

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Fátima Husaini habla con una alegría y una pasión que sacan a relucir su creatividad y sus ganas de seguir aprendiendo cada día. A sus 26 años, viste como cualquier otra joven de su edad. Cuesta imaginársela ataviada con un burka y sin poder expresarse. Eso es lo que la movió a huir de su Afganistán natal hace cinco años. Tras un viaje plagado de momentos duros, junto a su marido y sus dos hijos pequeños, consiguió llegar a España meses después. Eran refugiados de guerra, aunque esta condición (un reconocimiento que le abría la posibilidad real de iniciar una vida diferente) tardaría aún dos años en conseguirla.

“He dejado atrás a mis padres y a mis hermanos –cuenta a Vida Nueva en una céntrica cafetería madrileña–, a los que hace diez años que no veo, pues ya llevaba otros cinco buscando oportunidades en diferentes partes de mi país y en otros del entorno. Duele, pero allí no tenía alternativas: debía ir completamente tapada, no podía opinar, trabajar… A veces, ni siquiera era fácil ir por la calle. Afganistán lleva muchos años en guerra, bajo la amenaza constante de bombas, atentados… Fue difícil, pero mi marido estaba de acuerdo: debíamos irnos”.

Así nació una peregrinación cuyo destino final fue España y que estuvo marcada por mil sinsabores: salvo las escasas veces que pudieron subirse a camiones o coches, hicieron la mayor parte de su recorrido andando desde Afganistán, pasando por Turquía y Grecia hasta llegar a Hungría. Luego estuvieron de paso en Austria, Italia y Francia. Hubo noches de dormir al raso en bosques o amenazas en cada paso de frontera, pero lo que les marcó especialmente fueron las tres semanas en Hungría.

Su situación era desesperada. Pero entonces conocieron a gente que les animó a pedir ayuda a la ONG ACCEM (Asociación Comisión Católica Española de Migración). De ahí en adelante, la espada de Damocles que les amenazaba empezó a pararse: “Nos consiguieron una vivienda por seis meses, nos empadronaron, nos ayudaron a conseguir la tarjeta sanitaria y a escolarizar a nuestros hijos, nos daban clases de español a mi marido y a mí, nos proporcionaban formación laboral y asesoría jurídica, transporte… Lo que habla por sí solo es hasta qué punto nos respetaban como personas. Somos musulmanes, como muchísimos otros del centro”.

Ahora, se siente inmensamente agradecidamente a España (“este es un pueblo acogedor, integrador, donde la mayoría trata de ayudar a quienes lo necesitan, sin juzgar a nadie”) y está segura de que estará a la altura en esta crisis. Aunque le gustaría volver algún día a Afganistán, es feliz sabiendo que, si no es así (“solo regresaría si hubiera paz y libertad”), aquí tiene su hogar.

Reportaje íntegro solo para suscriptores

En el nº 2.970 de Vida Nueva

 

LEA TAMBIÉN:

Compartir