Versos de esperanza y expectación para la Navidad

Poetas como Enrique García-Máiquez o Jesús Beades siguen cultivando este género de la poesía española

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El Belén, símbolo de la alegría y la expectación del Niño que va a nacer

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | Para Gerardo Diego, Navidad y poesía eran una misma palabra, un mismo significado en el misterio de la fe y de la literatura. “Todos los temas de la poesía simplemente humana –escribió el poeta de la Generación del 27– se reúnen y abrazan en el motivo de la Navidad. Maternidad, niñez, naturaleza y paisaje real e irreal, tierra y cielo, nieves, flores y estrellas… y allá, en el fondo, la Muerte y Resurrección”.

El poeta, articulista, crítico, profesor y también bloguero Enrique García-Máiquez (Murcia, 1969) cree que, muchas décadas después, la afirmación sigue estando vigente: “Digamos que yo lo habría expresado de otro modo por culpa del pudor de nuestra época, pero sí, sí que lo veo así también”. García-Máiquez, afincado en El Puerto de Santa María (Cádiz), es uno de los representantes de la pujante poesía meditativa y confesional, autor de notables poemas navideños, fiel a la tradición de felicitar cada año con uno: “Poéticamente, la Navidad es un tiempo en el que estamos muy unidos a la tradición –afirma a Vida Nueva–, en la línea continua de los villancicos poéticos del Siglo de Oro hasta hoy, y que continuará en el futuro, sobre todo, por su culto a la niñez”.

El autor de Con el tiempo (Renacimiento, 2010) advierte, no obstante: “Todo coronado con un aroma inconfundible a eternidad. Y para evitar la grandilocuencia, siempre en versos menores, en pequeñas canciones, como si nada. Como si nada, y es todo”.

Belén es toda la vida

Yo, más viejo cada año
y Tú, cada año más Niño.
Yo, cada vez más de barro;
Tú, cada vez más divino…

Cuando termine el camino
y llegue, al fin, al Portal,
pondrás un soplo de espíritu
sobre mi carne mortal.

Enrique García-Máiquez

Del Derecho a la poesía

Enrique Barrero Rodríguez (Sevilla, 1969) es profesor de Derecho Mercantil en la Universidad de Sevilla y poeta galardonado, entre otros muchos premios, con el Fray Luis de León. De honda tradición mística, Barrero sostiene que “sí, en cierta manera, la Navidad funde una gran cantidad de temas profundamente líricos, y no solo cuestiones tan concretas como la maternidad o el paisaje a las que alude Gerardo Diego, sino cuestiones abstractas y más generales: el tiempo, el cíclico retorno a la infancia como escenario perdido”. Además, insiste, se vincula a “temas hondamente religiosos que constituyen el fundamento de la Navidad”, como dice Gerardo Diego con ese “y allá, en el fondo, Muerte y Resurrección”.

También sevillano es Jesús Beades (1978), una referencia ineludible del grupo Númenor y la poesía contemporánea española, autor de Cantinelas (Fundación Lara, 2003). “Estoy de acuerdo con Gerardo Diego –explica a Vida Nueva–. Y añadiría más: si alguien siente rechazo por el cristianismo, partiendo de los relatos de la pasión y muerte de Cristo, puede, sin embargo, acceder al misterio de la Encarnación a través de la puerta angosta, pequeña, como la de la juguetería Imaginarium, de la Navidad. A nadie le amarga un dulce”.

El recuerdo de la Navidad en Gerardo Diego era intenso, feliz, alegre. Pero él describió como nadie que este es, también, un tiempo de angustia, de temor. El de esa Virgen Madre que se pregunta: “Cuando venga, ay, yo no sé/ con qué le envolveré yo,/ con qué”. Barrero, autor de poemarios como Fe de vida, Liturgia de la voz abandonada o el celebrado Instantes de la Luz (KRK Ediciones, 2011), profundiza en ello: “Tengo la impresión de que la poesía gira siempre sobre el mismo tema: el deseo de retener la verdad y la belleza que resultan fugaces, de burlar al tiempo, en cierto modo. La Navidad me asocia indudablemente a la infancia, a la fe del niño, a la ingenuidad incluso, a la esperanza. Y también hay que reconocer que la Navidad está tremendamente vinculada con la nostalgia, con la sensación de pérdida, porque nos devuelve el recuerdo, incluso familiar, de aquello que pasó y no volverá a producirse”.

Infancia y adolescencia

Beades lo explica recurriendo a uno de sus poetas de cabecera: “Decía José Julio Cabanillas que hay poetas de la infancia –los más–, y poetas de la adolescencia. Para estos poetas de infancia, la Navidad, si son creyentes o, si no lo son, si la recibieron de un modo religioso de niño, representará siempre el centro neurálgico de lo que en poesía es llamado ‘infancia’: el territorio del asombro, de la inocencia, la expectación del algo mejor que viene”. Y esto lo simbolizan, extraordinariamente, Gerardo Diego, Miguel d’Ors y, “de modo especial, Charles Dickens, por más que sea un novelista y no un poeta. Y Chesterton”.

El propio Beades insiste en que “la clave reside en esto último: la expectación”. Que vincula, prosigue, “a esa importante institución que son los Reyes Magos”. El poeta sostiene que la “ilusión” ante el Nacimiento del Niño, y la consecuente llegada de los Magos, “esa especie de adviento infantil”, como lo denomina, “tiene una relevancia decisiva en la formación de nuestra personalidad, en el modo en que vemos la realidad y el deseo, por mucha desilusión que traiga”. Beades remite a uno de sus maestros: Miguel d’Ors (Santiago de Compostela, 1946). “Nadie mejor que él ha retratado la diferencia entre los regalos que imaginamos el 3, el 4, el 5… Y la realidad concreta, tangible, del 6 de enero”.

Minuto de teozoología

Pero, con mi respeto
para la Teología, aquí no acaba todo;
aquí falta
un minuto de lo que se debiera,
con todo mi respeto, llamar Teozoología.
Sí, que al buey y a la mula que allí estaban, oscuros,
alguien debió de darles también algún aviso,
pues ya veis –caso raro de veras– que, en lugar
de alborotarse trompicando en la penumbra,
todo pezuñas, costaladas y bufidos,
ante aquella invasión de su tibio descanso,
se quedaron echados, rindieron los testuces
y con algo que era casi amor, enfocaron
el vaho de sus morros hacia aquel puñadito
de carne sonrosada y llorona.
Si pienso
qué hubiera sucedido si a Dios aquella noche
le falta aquel aliento, que fue como una manta
de ternura gaseosa; lo distinta que pudo
haber sido la vida de los hombres,
concluyo
que la mula y el buey –benditos para siempre
ellos y sus estirpes–, a su modo, sabían
lo que estaban haciendo. Lo que estaba naciendo.

Miguel d’Ors

 

Tanto García-Máiquez como Barrero, en cambio, coinciden en otro referente: el magisterio de Pablo García Baena (Córdoba, 1923), eje del grupo Cántico y autor de Gozos para la Navidad de Vicente Núñez (1984). “Siento gran aprecio por ese libro. También releo bastante en estas fechas la poesía navideña de Antonio Murciano. Y me gustan los clásicos: san Juan de la Cruz y santa Teresa”. Y es que la poesía española del siglo XX, y aún la contemporánea, tiene en la Navidad un género propio.

Receta para construir un nacimiento

Tomad papel de plata, haced un río
y colocad, encima de él, un puente;
fabricad un portal, ponedle enfrente,
de papel y cartón, un caserío.

Simulad la blancura del rocío
con un poco de harina y, lentamente,
hacedla que descienda suavemente,
como la nieve cae, blanca de frío.

Colocad las figuras una a una,
la Virgen y José junto a la cuna
y en ella el Niño, en el pesebre echado.

Y si después que todo lo habéis hecho
sentís que hay una estrella en vuestro pecho
es que está el nacimiento terminado.

Luis López Anglada

En el nº 2.969 de Vida Nueva

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