Francisco y Benedicto XVI inauguran juntos el Jubileo de la Misericordia

En la solemnidad de la Inmaculada Concepción y recordando el 50º aniversario del Concilio Vaticano II

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Francisco y Benedicto XVI rezan juntos, tras atravesar el umbral de la Puerta Santa

M.PÉREZ | Era el primer Jubileo convocado por Francisco, y como no podía ser de otra manera, lo ha inaugurado por todo lo alto: encomendándoselo a la Virgen María y acompañado por el papa emérito Benedicto XVI. Y es que hoy, martes 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción, Francisco ha inaugurado oficialmente el Año Santo de la Misericordia abriendo la Puerta Santa en la Basílica Vaticana. Una fiesta que se extenderá hasta el próximo 20 de noviembre de 2016 (solemnidad de Jesucristo Rey del Universo) y en la que los fieles de todo el mundo están llamados descubrir, según Francisco “a un Padre que acoge a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno”.

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Francisco abre la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro ante el inicio del Jubileo de la Misericordia

La apertura de la Puerta Santa es “un gesto tan sencillo como fuertemente simbólico”, ha afirmado el Papa ante una plaza de San Pedro abarrotada de fieles, bajo el cielo gris que cubría la ciudad de Roma. “Entrar por la puerta significa descubrir la profundidad de la misericordia del Padre que acoge a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno. Será un año para crecer en la convicción de la misericordia”.

“La fiesta de la Inmaculada Concepción expresa la grandeza del amor Dios. Él no es sólo quien perdona el pecado, sino que en María llega a prevenir la culpa original que todo hombre lleva en sí cuando viene a este mundo. Es el amor de Dios el que previene, anticipa y salva, el inicio de la historia del pecado en el Jardín del Edén se resuelve en el proyecto de un amor que salva”, ha manifestado Bergoglio durante su homilía en la misa de solemnidad de la Inmaculada Concepción.

Francisco, quien ya como obispo en Buenos Aires había escogido como lema propio miserando atque eligendo, ha clamado que “la historia del pecado solamente se puede comprender a la luz del amor que perdona. Si todo quedase relegado al pecado, seríamos los más desesperados entre las criaturas, mientras que la promesa de la victoria del amor de Cristo integra todo en la misericordia del Padre”.

50 años del Vaticano II

“Hoy cruzando la Puerta Santa queremos también recordar otra puerta que, hace cincuenta años, los Padres del Concilio Vaticano II abrieron hacia el mundo”, ha recordado Francisco, en el 50 aniversario de la finalización del Concilio.

“Esta fecha no puede ser recordada sólo por la riqueza de los documentos producidos, que hasta el día de hoy permiten verificar el gran progreso realizado en la fe, un verdadero encuentro entre la Iglesia y los hombres de nuestro tiempo”.

Animando a salir a las periferias, materiales y existenciales, el Papa ha concluido su homilía clamando que “el jubileo nos obliga a no descuidar el espíritu surgido en el Vaticano II, el del samaritano, como recordó el beato Pablo VI en la Conclusión del concilio. Cruzar hoy la Puerta Santa nos compromete a hacer nuestra la misericordia del Buen Samaritano”.

Jubileo de la Misericordia: un año, dos papas

Al finalizar la misa, el papa Francisco se ha reunido con el papa emérito Benedicto XVI. Tras unas palabras de saludo (en las que la alegría era visible en el rostro de los dos pontífices), Francisco se ha dirigido a la Puerta Santa, “la puerta por la que venimos a ti, fuente inagotable de consuelo para todos, la belleza que no se marchita, perfecta alegría en la vida sin fin”, y ante la atenta mirada de cientos de fieles católicos ha abierto la puerta. El segundo en atravesar el umbral, como no podía ser menos, ha sido Benedicto XVI. Juntos, han rezado en la Basílica de San Pedro.

Marcado sabor español

Por la tarde, Francisco realizará el tradicional acto de veneración, homenaje y oración que cada año el obispo de Roma realiza a los pies de la imagen de la Madre de Dios, que vela sobre la diócesis del Papa, desde lo alto de la columna de la plaza de España. Esta fue colocada por Pío IX como perenne recuerdo del Dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, que había proclamado el 8 de diciembre de 1854.

 

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