Mi oración a los beatos mártires víctimas de Sendero Luminoso

martires-sendero-luminoso-G Miguel Tomaszek, Zbigniew Strzalkowski y Sandro Dordi

Sendero Luminoso asesinó en 1991 a los tres religiosos (Miguel Tomaszek, Zbigniew Strzalkowski y Sandro Dordi) ahora beatificados

GIOVANNI SABOGAL OSORIO (Sacerdote de la Diócesis de Chimbote)

Mi oración a los beatos mártires de Sendero Luminoso [extracto]

Con gozo y alegría estamos viviendo en la Diócesis de Chimbote (Ancash, Perú) la beatificación, este 5 de diciembre, de nuestros primeros beatos, los mártires Miguel Tomaszek y Zbigniew Strzalkowski, originarios de Polonia, y Sandro Dordi, de Italia, asesinados por Sendero Luminoso. Es un gozo no solo para el Perú, sino para toda nuestra Iglesia universal. Ellos son mártires porque fueron y son testigos de Cristo, la razón y ser de sus vidas.

Son verdaderos mártires porque se han desgastado y han dado todo por Dios y por el amor a su rebaño. Los tres pudieron haber elegido escapar o marcharse ante la ola de violencia vivida entonces en el Perú, pero respondieron con su vida y su testimonio quedándose, demostrando su fidelidad y su perseverancia. Al final, pagaron el precio de ese sacrificio con su muerte.

En mi caso, he tenido la gracia de conocer y amar a un hombre de Dios como fue y será siempre el padre Sandro Dordi, un hijo amado de nuestro Creador. Vino desde Bérgamo (Italia) a nuestra tierra de Santa (Ancash), a su querida parroquia Señor Crucificado, en 1980. Estuvo desde aquella fecha hasta el 25 de agosto de 1991, cuando entregó su vida a Dios y su comunidad. No tuvo miedo de darse por nosotros y dedicar su tiempo a los más pobres. Él será siempre un Buen Pastor, un misionero a carta cabal, que visitaba con amor a todo el mundo, recorriendo incansable el valle de Santa. ¡Cómo no recordar su preocupación por el pan espiritual y el pan material para todos sus hijos, sus fieles de la parroquia, del valle y de sus comunidades!

El padre Sandro nos enseñó a brindarle un tiempo a Dios, a amarlo con todas las fuerzas y la pasión, así como a nuestro prójimo. Se convirtió en uno de los nuestros con su sencillez, su humildad, su servicio y su bondad, y fue un verdadero mensajero de Dios, apóstol de los pobres y de los enfermos. ¡Cómo no recordar sus yanquis y su sombrero! Su vida estaba insertada y compenetrada en nuestra comunidad y en las familias. Se preocupó para que todas las comunidades tuviéramos un lugar para Dios y para nosotros mismos en nuestra formación cristiana.

Son innumerables las obras del padre Sandro: el botiquín parroquial, el club de madres, los centros de formación, sus capillas, el CEO y los talleres; además de ello, los cursos de alfabetización, de manualidades, de primeros auxilios, etc. Fue un auténtico trabajador, un campesino más que nos enseñaba a ser responsables de nuestros actos, a amar la parroquia, a tener cuidado y respeto con la casa de Dios… Nos enseñó a amar a nuestra tierra, a nuestra familia y a nuestro prójimo. Trabajó en la viña del Señor, como Jesús, el Buen Pastor, con las familias, especialmente con la catequesis familiar, los acólitos, los grupos parroquiales y las comunidades.

Fue, ante todo, un hombre de oración. Siempre lo veíamos en las primeras bancas del templo parroquial orando ante Jesús sacramentado, ante el Señor crucificado de Santa. También en el arenal, en el cerro de la juventud, en la playa y en todo lugar se ponía en sintonía y comunicación con Dios.

Hoy, en los días previos, estamos viviendo la fiesta de su beatificación, en oración, con nuestro tiempo, con nuestra generosidad, pero ante todo con nuestro testimonio de vida. Miguel, Zbigniew y Sandro fueron fieles a Dios; nadie les quitó la vida, ellos la dieron libremente como su amado Maestro y Señor Jesús. Fueron hombres de fe que no solo proclamaron la Palabra de Dios, sino que su vida es y será, ya para siempre, la Palabra viviente de Dios.

En el nº 2.967 de Vida Nueva

 

LEA TAMBIÉN:

Compartir