António Francisco dos Santos: “Tenemos que hacer sitio a los pobres, no solo darles limosna”

António Francisco dos Santos, obispo de Oporto, Portugal

Obispo de Oporto

António Francisco dos Santos, obispo de Oporto, Portugal

Extracto de la entrevista con António Francisco dos Santos

Texto y foto: ANTÓNIO MARUJO | Desde hace poco más de un año, António Francisco dos Santos es el obispo de Oporto, la diócesis más poblada de Portugal, con poco más de dos millones de habitantes. En este entrevista expone sus prioridades pastorales y reflexiona sobre los llamamientos del papa Francisco en favor de una Iglesia más acogedora, incluso en situaciones de fractura, como en el caso de los divorciados vueltos a casar.

PREGUNTA.- En el último encuentro con los obispos portugueses en visita ad limina, el Papa pidió una Iglesia abierta a la sociedad. ¿Cómo interpreta usted esta petición?

RESPUESTA.- El reto que nos dejó fue el de ser una Iglesia cada vez más cercana a la gente y que no se queda esperando. Nos pidió una actitud de acogida a las familias, incluidas las que pasan por dificultades, y a los jóvenes. Nos habló del nuevo documento para resolver las cuestiones de la nulidad del matrimonio, diciendo que no pone en tela de juicio la doctrina de la indisolubilidad, sino que propone nuevos caminos y soluciones.

P.- El cambio cultural, que también se refleja en la familia, fue uno de los retos que usted apuntó cuando llegó a la diócesis. Y ha escrito que la Iglesia debe ser también el hogar de los cristianos divorciados vueltos a casar. ¿Es para concretar estos llamamientos del Papa?

R.- Francisco nos lo ha dicho de varias maneras. Delante de la Iglesia y en la Iglesia, todo el mundo tiene nombre, rostro, corazón y alma. A menudo, es un corazón roto, que sufre. Pero la Iglesia debe aprender a acomodar y hacer un camino común en ese sentido. También debemos reflexionar con ellos, no solo acoger. Es importante escuchar y decidir, con las parejas divorciadas vueltas a casar, las formas de un compromiso concreto en la vida de la Iglesia. Incluso con los que están en situaciones de ruptura o rechazo de las orientaciones de la Iglesia, sabemos que nunca pueden ser marginados y que siempre podrán encontrar la Iglesia abierta.

Acogida a divorciados

P.- ¿Es usted optimista con los resultados del Sínodo sobre la Familia?

R.- La Iglesia dará pasos y el Sínodo ha valorado nuevos caminos, especialmente en la acogida a las personas divorciadas vueltas a casar. El Papa nos pide apertura y verdad. Ya hay experiencias en algunas diócesis con grupos de parejas divorciadas. Se ha abierto camino con iniciativas de reflexión, debate y propuestas de compromiso en algunas áreas de acción de la Iglesia, donde estas personas se sienten valoradas, y sin herir la dignidad humana indefinidamente con una situación de ruptura o abandono.

P.- Cuando tomó posesión como obispo de Oporto, se refirió a la lucha contra la pobreza como otra de sus prioridades. ¿Cómo la afronta?

R.- Tenemos zonas muy marcadas por la fragilidad, la pobreza, la injusticia, el paro. Somos muchos y, por tanto, mayor es también el número de víctimas. Más cerca debe estar el obispo y más cercana debe estar la Iglesia, con sus propias iniciativas, que deseo creativas y audaces. Y no podemos esperar, como dijo Francisco, porque cuando alguien sufre no se puede esperar al día siguiente.

P.- Usted ha dicho que el pobre debe estar en la comunidad cristiana como en su casa. ¿Cómo se puede implementar esta idea?

R.- Tenemos que hacer sitio a los pobres, no solo darles limosna. Debemos llamarlos para que entren en las iglesias, y no solo permitirles mendigar a sus puertas. Debemos darles voz y escucharles. A menudo nos limitamos a hablar con ellos. Siempre somos nosotros los que damos consejos y les decimos palabras de consuelo. Pero ellos también nos evangelizan y enseñan. Tenemos que sentarlos en nuestras mesas. Quedamos contentos con prepararles dos o tres veces al año una mesa para ellos, pero que no es una mesa común, de familia. Tenemos que hacer todo para que redescubran la alegría de la dignidad y el coraje para volver a ir al trabajo, a vivir en armonía en la sociedad, para encontrar un lugar en la Iglesia.

P.- El plan pastoral que ha presentado en su diócesis también se refiere a la preocupación por la ecología y el desarrollo urbano, en línea con la encíclica Laudato si’. ¿Cómo concienciar sobre un tema que no es prioritario para los católicos?

R.- Esta encíclica, si no es interiorizada más fuera que dentro de la Iglesia, es probable que sea rápidamente olvidada. Su naturaleza profética es más apreciada por aquellos que llevan reflexionando desde hace tiempo sobre el respeto al medio ambiente, la naturaleza y la ecología como salvaguarda de los dones divinos de la creación. Ahora es necesario abrir el debate y estructurar intervenciones en diferentes áreas del conocimiento. A la Iglesia le toca fomentar el debate y promover estas iniciativas.

P.- Ha asumido también una diócesis con una grave crisis financiera. ¿Cómo se enfrenta ese problema?

R.- La realidad de la administración de la diócesis y de la economía no puede ser tratada en términos de crisis financiera. Se está haciendo una reorganización administrativa para reducir gastos y generar ingresos. Lo que pretendo, de forma transparente, es conocer todo el patrimonio de la diócesis y promover la corresponsabilidad en las decisiones de gestión. Tras una primera evaluación, hemos presentado las cuentas en diferentes instancias eclesiales de participación para movilizar la diócesis en este esfuerzo común.

P.- ¿Y eso pasa por llamar a más laicos para esa tarea?

R.- Sin lugar a dudas. Ya hay caminos adoptados a este respecto. Se trata de corresponsabilizar a los laicos en una misión que les pertenece. Ellos tienen la experiencia, la dedicación y la serenidad para analizar la realidad que tenemos, el camino que debemos recorrer, y para evaluar las decisiones que debemos asumir y comunicar a toda la comunidad cristiana.

P.- ¿La alta edad media del clero es un problema?

R.- Lo es si tenemos en cuenta, comparativamente, el número de parroquias (477) con el número de sacerdotes con edad más avanzada. Tenemos dos sacerdotes con más de cien años, varios con más de 90 (algunos incluso párrocos), muchos con más de 80 años, casi todos con responsabilidades pastorales. Más del 40% del clero tiene más de 65 años. Esto también requiere saber agradecer a los curas que tenemos, en todas las edades. Afortunadamente, también tenemos nuevos sacerdotes y muchos de ellos en plena actividad, a menudo quizás con sobrecarga de trabajo.

P.- ¿Le preocupa la situación?

R.- Es urgente encontrar nuevas formas de trabajo pastoral, donde los laicos, diáconos, religiosos –que son muchos– puedan tener más compromiso, más espacio y más corresponsabilidad que hoy. Pero no estoy preocupado, porque veo que los seminarios funcionan bien y las vocaciones siguen apareciendo. Siempre he tenido confianza en momentos y lugares más difíciles en el campo vocacional y donde la falta de clero era más preocupante. Y, afortunadamente, las vocaciones también rebrotaron allí, y la ordenación de nuevos sacerdotes ha surgido de nuevo.

Los fieles y la elección de sus obispos

Cuando se despidió de su anterior diócesis, Aveiro, para marcharse a la de Oporto, António Francisco dos Santos habló del dolor de la separación. Por eso, cree que en los procesos de elección de los obispos se debe tener más en cuenta a las comunidades locales. “Las Iglesias locales deben ser llamadas a intervenir en el nombramiento de sus obispos. En el caso de cambio de diócesis, solo es escuchada la diócesis para donde va el obispo y no la que él deja. Pero también pienso que las comunidades locales deben ser educadas para preocuparse por todas las Iglesias, y no solo por su interés particular. Imagínese que los cristianos de Éfeso no hubiesen dejado que Pablo partiera a otras Iglesias o que la diócesis de Buenos Aires no dejara al suyo irse de obispo de Roma”, señala.

En el nº 2.965 de Vida Nueva

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