Estados de vida cristiana

Ginés García Beltrán, obispo de Guadix-BazaGINÉS GARCÍA BELTRÁN | Obispo de Guadix-Baza

La vida cristiana es una vocación y, como todos sabemos, la vocación es llamada. Y la llamada, en este caso, es de Dios, que nos invita a participar de su vida. Esta vida se nos da en el bautismo, sacramento que nos introduce en un mundo nuevo, el mundo de la gracia que nos capacita para responder, según Dios, a la llamada inicial. Por eso se nos dice que los cristianos estamos llamados a ser santos, esto es, a responder al proyecto de amor que Dios tiene para cada uno de nosotros.

Cada uno se configura con Cristo desde su situación particular en la Iglesia y en el mundo. Pensemos en este contexto en el matrimonio como vocación cristiana. Si hoy no hay tantos sacerdotes o religiosas como quisiéramos es porque los jóvenes no se sienten llamados; se dice “yo no tengo vocación”. Pero yo me pregunto: ¿todos los que se casan están llamados al matrimonio? Pues si el sacerdocio exige la llamada previa, también lo exige el matrimonio, al menos desde el punto de vista cristiano. Para un cristiano, casarse es introducirse en el Misterio del amor de Cristo a su Iglesia; los esposos están encarnando, en sus propias vidas, la entrega de Cristo a su esposa, la Iglesia. Llamados al matrimonio, los esposos responden con un amor fiel y fecundo, que por vocación es eterno.

La cuestión, por tanto, no es: matrimonio civil o eclesiástico, divorcio sí o divorcio no; la cuestión es si los cristianos estamos respondiendo a la llamada de Dios desde nuestro estado de vida; es decir, si con la gracia del matrimonio caminan los esposos a la santidad, manifestando a los hombres de nuestro tiempo “el amor divino, origen, razón y término de todo amor verdaderamente humano”.

En el nº 2.964 de Vida Nueva

 

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