Víctimas del robo de bebés piden ayuda a Francisco

Los hombres del saco, libro de José Luis Gordillo, San Pablo

La Junta instará a los obispados andaluces a que colaboren abriendo sus archivos diocesanos

mujeres protestan en la calle pidiendo justicia para las víctimas de las tramas de bebés robados

J. LORENZO | Son más de 300.000 en toda España y, aunque muchas se confiesan católicas, no se sienten amparadas por la Iglesia. Por eso, estos colectivos de víctimas de bebés robados han apelado al papa Francisco y se han puesto en contacto con el entorno más cercano del Pontífice para pedir ser recibidos, a lo que habrían encontrado “cierta receptividad” y podrían ser atendidos “en las próximas semanas”.

Así lo afirma José Luis Gordillo, periodista sevillano que acaba de publicar en la Editorial San Pablo Los hombres del saco, una investigación sobre un asunto que hunde sus raíces en la posguerra y cuya trama llega prácticamente hasta nuestros días, salpicando también a instituciones eclesiales.

Estos colectivos están convencidos de que Jorge Mario Bergoglio será sensible a un drama que busca desvelar la verdadera identidad de miles de personas porque él ya vivió un episodio similar en su Argentina natal, con la sistematización del robo de los bebés hijos de las presas detenidas durante la dictadura de los años 70.

Según Gordillo, las víctimas españolas no se sienten acogidas ni por las instancias eclesiales ni por las judiciales. “Encuentran una actitud reacia, la misma que en los hospitales y registros civiles; están chocando contra un muro que no saben cuán alto y grueso es”, señaló el periodista durante la presentación del libro, el 29 de octubre, en Madrid.

“La Iglesia en sí, como jerarquía, no puede decirse que tuviese una implicación sistemática, sino que fueron instituciones concretas, algunas órdenes que regentaban maternidades, hospicios, casas cuna y orfanatos. No creo que la Iglesia católica, como tal, hubiese tomado una decisión formal de implicarse”, aclaró a preguntas de Vida Nueva.

Gordillo subrayó que, pese a que muchas de estas víctimas se confiesan creyentes, “no existe ninguna colaboración con la Iglesia. Ignoro si han sido recibidas por la Conferencia Episcopal Española. Sí sé que la Corona, el rey Felipe VI, les ha dicho que no tiene hueco en su agenda para recibirlas. Pero no es buena esa falta de colaboración. Una de las pocas instancias que las ha querido escuchar ha sido el Parlamento de Andalucía, que celebró el 28 de octubre una sesión en donde se abordó su caso”, añadió el autor de un libro que se lee como una novela negra. De hecho, uno de los puntos del compromiso adoptado ese día entre las víctimas y los grupos parlamentarios fue instar a los obispados de Almería, Granada, Córdoba, Sevilla, Málaga, Jaén, Cádiz y Huelva a que permitan la apertura de los registros de nacimientos, defunciones y adopciones. “Es algo que se les está negando”, subrayó.

La trama que este periodista ha estado investigando durante cuatro años comenzó en la década de los cuarenta del siglo pasado en base a “una auténtica aberración científica: esa que consideraba que cualquier ideología izquierdista era, en realidad, una enfermedad mental”. De ahí que entre 1940 y 1954, unos 30.000 niños les fueran retirados a sus madres, presas republicanas, y a familias de represaliados. Desde las cárceles, esta práctica se extendió luego a unos 190 centros sanitarios de toda España. “Si en los hospitales se perpetraban los robos de bebés, las casas cunas eran los centros de expedición de esos niños”, sostiene el autor. Y ahí entraban en juego algunas congregaciones religiosas.Los hombres del saco, libro de José Luis Gordillo, San Pablo

“La trama no tenía un móvil económico. Lo sustentaba una ideología que llevó a que sus autores creyesen que estaban haciendo un bien social, ayudando a erradicar una enfermedad mental con la redistribución de esos niños en familias con otros valores más acordes con los del nacionalcatolicismo de la época”.

“No podemos lavarnos las manos”

Este libro llama la atención por sí solo, por una temática que siempre funciona muy bien. Pero también por el sello que lo cobija, una editorial católica con un fundador beatificado en 2003. ¿Es incompatible, teniendo en cuenta que una parte de la Iglesia no sale bien parada?

“No podemos lavarnos las manos antes las situaciones que se viven en nuestro tiempo”, se adelantó a aclarar en la presentación el director editorial Octavio Figueredo, quien reconoce que, imbuidos del espíritu que insufla en la Iglesia el pontificado de Francisco, su editorial tampoco quiere “permanecer ciega e indiferente a los problemas de la gente, sino ofrecer esperanza y mucho de verdad y caridad”.

“El libro no se anda con chiquitas”, apostilló la coordinadora de la colección que inaugura la obra, la periodista María Ángeles López, quien subrayó la valentía de San Pablo con un texto “que no solo no encontró censura, sino apoyo y entusiasmo”.

En el nº 2.963 de Vida Nueva

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