Francisco preside la misa por los prelados fallecidos en el último año

El pontífice pide obispos “no funcionarios”, sino “hijos que dan la vida por el mundo”

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El Papa en el cementerio romano del Verano

ANTONIO PELAYO (ROMA) | El calendario de los papas a inicios de noviembre es inmutable desde hace algunas décadas y está condicionado, lógicamente, por las festividades litúrgicas de esos días. Francisco lo ha seguido al pie de la letra. El 1 de noviembre, solemnidad de Todos los Santos, a la hora del ángelus, se refirió a la “comunión de los santos”, es decir, a la comunión de todos los bautizados: “¿Recordamos que en el bautismo hemos recibido el ‘sello’ de nuestro Padre celeste y nos hemos convertido en sus hijos? Para decirlo con palabras sencillas: llevamos el apellido de Dios, nuestro apellido es Dios, porque somos hijos de Dios. ¡Esta es la raíz de la vocación a la santidad! Y los santos que hoy celebramos son los que han vivido en la gracia de su bautismo, han conservado íntegro el ‘sello’”.

Una segunda característica de los santos –dijo un poco más tarde– es que son ejemplos a imitar. Atención: no solo los canonizados, sino los santos, por así decirlo, ‘de la puerta de al lado’, que, con la gracia de Dios, se han esforzado en practicar el Evangelio en su vida ordinaria. A algunos de estos santos los hemos encontrado también nosotros; quizás hemos tenido a alguno de ellos en nuestra familia o entre nuestros amigos y conocidos”.

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Bergoglio bendice la tumba de Juan Pablo I

Después del rezo de la oración mariana, Francisco evocó “los dolorosos episodios que en estos últimos días han vuelto más áspera la delicada situación de la República Centroafricana”; como es sabido, visitará este país africano los días 29 y 30 de noviembre, al final de su primer viaje por tres naciones del continente negro. Para manifestar la cercanía de toda la Iglesia con esas poblaciones “tan afligidas y atormentadas”, anunció que el domingo 29 abrirá la puerta santa de la catedral de Bangui, que será así la primera del ya inminente Año Jubilar de la Misericordia.

La misma tarde del 1 de noviembre, el Papa se dirigió al cementerio romano del Verano, donde celebró la Eucaristía juntamente con su vicario, el cardenal Agostino Vallini. En la homilía, el Santo Padre recordó que “el camino de la santidad” coincide con el “camino de la felicidad”. Y aseguró a los fieles que le escuchaban: “Ese camino es el mismo Jesús: el que camina con Él y pasa a través de Él entra en la vida, en la vida eterna”.

Al día siguiente, conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, a media tarde bajó a las grutas vaticanas para rezar ante las tumbas de los papas en ellas enterrados y por todos los difuntos. Se trató de una visita privada en la que estuvo acompañado por el cardenal Angelo Comastri, arcipreste de la Basílica vaticana.

El 3 de noviembre, en el llamado Altar de la Cátedra del primer templo de la cristiandad, Francisco ofreció la misa en sufragio de los cardenales y obispos fallecidos durante el último año. No hizo, por supuesto, la más mínima alusión la polvareda que se había levantado la víspera, pero en sus palabras reclamó privilegiar el amor a Dios y al prójimo por encima de nuestras necesidades: “No tenemos que inquietarnos por lo que nos falta aquí, sino por el tesoro de allí; no por aquello que nos sirve, sino por aquello que verdaderamente sirve. Que en nuestra vida nos sea suficiente la Pascua del Señor para ser libres de los afanes por las cosas efímeras que pasan y se desvanecen en la nada. Que nos baste Él, en el que están la vida, la salvación, la resurrección y la alegría. Quien no vive para servir no sirve para vivir. Así, seremos siervos según su corazón: no funcionarios que prestan un servicio, sino hijos amados que dan la vida por el mundo”.

Nombramientos sorprendentes

En Roma, y sobre todo en los pasillos curiales, no han finalizado aún los comentarios e interpretaciones de la carta que el Papa dirigió el 14 de octubre a su secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, y que se hizo pública dos semanas después. Texto breve que L’ Osservatore Romano titulaba así: “Por un trabajo ordenado”. Después de recordar que, mientras no se lleve a la práctica concreta la reforma de algunas estructuras de la Curia romana, siguen en vigor la constitución apostólica Pastor Bonus y el reglemento general, el Papa advierte que “también las contrataciones y los cambios de personal deberán efectuarse limitándose a los cuadros orgánicos, excluido cualquier otro criterio, con el nihil obstat de la Secretaría de Estado y observando los procedimientos prescritos, incluida la referencia a los parámetros de retribución establecidos”. Predomina la interpretación de que se ha querido poner fin a ciertos desmadres observados en los últimos meses relacionados con ciertos nombramientos en el Governatorato.

Por otro lado, han llamado la atención las designaciones de los nuevos arzobispos de Bolonia y Palermo. Para la sede boloñesa ha sido designado Matteo Maria Zuppi, que hace solo cinco años era párroco de Santa María en Trastevere y solo tres obispo auxiliar de Roma. Para la archidiócesis siciliana, el Papa ha nombrado a Corrado Lorefice, que da el salto, sin escalas intermedias, de simple sacerdote a arzobispo de una de las grandes diócesis italianas; sucede al cardenal Paolo Romeo, con una larguísima experiencia diplomática a las espaldas antes de ser nombrado arzobispo de Palermo.

En el nº 2.963 de Vida Nueva

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