Laurent Dognin: “Es imposible detener la migración como si se cerrara un grifo”

Presidente de la Comisión Episcopal para la Misión Universal de la Iglesia en Francia

Laurent Dognin, presidente de la Comisión Episcopal para la Misión Universal de la Iglesia en Francia

Laurent Dognin: “Es imposible detener la migración como si se cerrara un grifo” [extracto]

JOSÉ LUIS CELADA. Foto: SERGIO CUESTA | Obispo de la diócesis francesa de Quimper y Léon desde el pasado mes de julio, Laurent Dognin (París, 1953) es también el presidente de la Comisión Episcopal para la Misión Universal de la Iglesia en su país. Una Iglesia gala que está “muy comprometida en ayudar a los refugiados y migrantes”, aunque “no solo hay que salvar a la gente –advierte el prelado–, sino crear políticas migratorias y de asilo globales que respeten los derechos humanos fundamentales”.

PREGUNTA.- ¿Cómo está viviendo la Iglesia francesa la llegada masiva de inmigrantes a Europa?

RESPUESTA.- El fenómeno asusta, porque se ve como una invasión justo cuando nuestros países están tratando de superar la crisis económica. Sin embargo, la Iglesia trata de informar y sensibilizar a los franceses: primero, invitándoles a no ceder al miedo, porque Francia no es ni mucho menos el país que más inmigrantes acoge en el mundo. Por otro lado, recordando que estas personas vienen a trabajar. A menudo son jóvenes cuyo único deseo es estar en un país en el que puedan vivir con dignidad, contribuyendo así a su crecimiento. A través de sus obras sociales, la Iglesia ayuda a los migrantes que lo necesitan, pero tampoco nos olvidamos de la dimensión espiritual. Acogemos a los inmigrantes cristianos en nuestras parroquias y les permitimos reunirse para celebrar en su lengua y su cultura. Su fe enriquece la nuestra.

P.- ¿Dónde está la solución al fenómeno migratorio?

R.- No es un fenómeno nuevo. Incluso, se ha extendido con la globalización y la facilidad del transporte. Hoy nos enfrentamos a desplazamientos masivos sin precedentes en la historia de la humanidad, originados por eso que el papa Francisco ha llamado “una tercera guerra mundial por partes”.Es un desafío que solo puede superarlo la comunidad internacional. Un país no puede actuar solo. Los estados pueden limitar por ley los “flujos migratorios”, pero es imposible detener la migración como si se cerrara un grifo. Es preciso solucionar los problemas en su raíz, favoreciendo el advenimiento de la justicia, la paz y el desarrollo económico en sus países de origen. Es una larga y dura lucha.

P.- ¿Qué opina de las políticas migratorias de la Unión Europea (UE)?

R.- Es normal que la Unión Europea busque desmantelar las redes mafiosas de tráfico de personas que alimentan la financiación del terrorismo y destruyen tantas vidas. ¡Pero esto no es suficiente! Las políticas migratorias de la UE son contradictorias, porque los estados se sienten obligados a salvar a los náufragos, pero no quieren favorecer su regreso a casa. En la situación actual de nuestro mundo, no solo hay que salvar a la gente, sino crear políticas migratorias y de asilo globales que respeten los derechos humanos fundamentales, incluido el derecho a la vida, y a una vida digna.

P.- La Iglesia sigue acogiendo y acompañando a los inmigrantes, pero ¿es suficiente?

R.- La Iglesia está muy comprometida en ayudar a los refugiados y migrantes, pero también actúa a nivel diplomático y trabaja con organismos nacionales e internacionales para hacer oír su voz de alarma ante esta situación. Nuestro presidente de la Conferencia Episcopal Francesa, monseñor Pontier, ya ha recordado con firmeza la llamada de la Iglesia “a la comunidad internacional para que ponga fin con la mayor rapidez posible a esta sucesión de padecimientos de los migrantes, que comienza con las razones de su éxodo y que continúa con las atroces condiciones impuestas durante su periplo”.

P.- Mientras tanto, una sociedad tradicionalmente hospitalaria como la francesa asiste al auge de la ultraderecha, que asocia yihadismo e inmigración…

R.- Es cierto que los partidos extremistas se aprovechan de esta situación. Los ataques de enero en Francia y el intento frustrado contra dos iglesias en abril crearon una onda de choque real. Nos dimos cuenta de que los terroristas, tan habituales en Siria o Irak, tenían también el poder de actuar entre nosotros. Por desgracia, estos hechos refuerzan en la mente de los franceses una asociación de terrorismo-musulmanes-inmigrantes totalmente falsa e injusta. Esto es precisamente lo que quieren los terroristas: dividir a los franceses de diferentes religiones y crear un conflicto, de tal modo que puedan tomar el control mediante la imposición de su ideología. La mejor manera de impedir su siniestro plan es fortalecer el diálogo entre las religiones, fortalecer la fraternidad, en particular con los inmigrantes que se sienten injustamente bajo sospecha.

Yihadismo y laicidad

P.- Muchos jóvenes hijos de inmigrantes, aunque nacidos ya en Francia, se incorporan a las filas del yihadismo, principalmente en las periferias de las grandes ciudades. ¿Qué está fallando? ¿Quizá se están dando cuenta de que esa libertad, igualdad y fraternidad que aprenden en el aula luego no existen fuera de clase?

R.- Parece que los jóvenes que se sienten atraídos por el yihadismo provienen a menudo de los barrios conflictivos, donde muchos tienen problemas para encontrar un trabajo y viven en la precariedad. Buscan un ideal que creen encontrar en la engañosa propaganda yihadista. Sin embargo, se han emprendido muchas iniciativas para ayudar a estos jóvenes a encontrar su lugar en la sociedad. Pero, ¿qué sociedad les ofrecemos? La laicidad es cada vez más restrictiva con la libertad religiosa; sin embargo, no establece límites a la libertad sexual. ¿Una sociedad que sitúa el hedonismo y el consumismo como un ideal de vida? ¡Para sacar la paja del ojo de los jóvenes, debemos primero quitarnos la viga del nuestro!

P.- ¿Cómo ha afectado a la convivencia interreligiosa en su país todo lo ocurrido en Charlie Hebdo?

R.- El diálogo interreligioso es hoy muy difícil, ya que va en contra de la opinión pública. Tras los asesinatos de los periodistas de Charlie Hebdo y del supermercado judío, hubo importantes encuentros interreligiosos en la República para proclamar que queríamos permanecer unidos. Los líderes musulmanes condenaron unánimemente estos actos odiosos. Pero hubo cierto malestar con la frase “Je suis Charlie” (Yo soy Charlie). Sí, si es para garantizar a los periodistas la libertad de expresión. No, si esta expresión es un medio para promover una libertad de expresión que alimenta el odio y la violencia. El lema nacional de Francia es Libertad, Igualdad y Fraternidad. Tenemos que reencontrar el verdadero camino de una fraternidad basada en la justicia, el respeto, el diálogo, el conocimiento mutuo y la confianza. Como nos invita el Papa, no debemos bajar los brazos y hemos de fortalecer los lazos fraternos con los miembros de otras religiones, incluso si no tenemos la misma fe. No se dialoga con el islam, sino con los musulmanes. ¡Es muy diferente!

P.- ¿Cómo le gustaría que vivieran los católicos franceses el Año de la Misericordia en su relación diaria con los inmigrantes?

R.- El Papa desea que salgamos a “las periferias existenciales para dar testimonio personal de atención y cercanía a los pobres, a los que sufren, a los marginados…”. ¡Los migrantes están ahí! Tenemos la oportunidad de cambiar nuestra mirada sobre ellos, no considerándolos más unos parásitos, sino personas queridas por Dios, ovejas que el Señor quiere reunir en su amor y por las que entrega su vida, sea cual sea su religión.

La familia, antídoto contra el desarraigo

El prelado galo participó meses atrás en la Comisión Mixta del Mediterráneo, el encuentro que obispos del norte de África (Marruecos, Túnez, Argelia) y del sur de Europa (Francia, Portugal, Italia y España) celebraron en Madrid. Allí, responsables de la pastoral de los migrantes, del diálogo islamo-cristiano y de la misión universal de la Iglesia tuvieron la ocasión de constatar “los fuertes vínculos existentes entre las diócesis de ambas orillas del Mediterráneo”, para así “entender lo que está pasando y responder”. Por ejemplo, ofreciendo “las condiciones y la formación específica a los que proceden de una cultura o una religión diferentes y piden el bautismo”. Pero también facilitando la agrupación familiar que ponga remedio a su situación de desarraigo. “Esta es la clave –dice Laurent Dognin– para una integración exitosa a nivel social, profesional, académico y religioso”.

En el nº 2.961 de Vida Nueva

 

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