Diócesis de León: apadrina una parroquia

Desde 2010 impulsan una campaña para atender a sus templos rurales

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El sacerdote Francisco José Pérez, el primero abajo a la derecha

Diócesis de León: apadrina una parroquia [extracto]

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | En un momento de paulatino descenso en las vocaciones al sacerdocio y a la Vida Consagrada, y en el que cada vez hay menos fieles en misa, las iglesias, numerosísimas en un país de gran tradición cristiana como el nuestro, siguen en pie…, pero más vacías y con muchos menos medios para sostenerse. Un fenómeno que se recrudece en los ámbitos rurales, de por sí despoblados. En la Diócesis de León, de sus 810 templos, 505 están en pueblos con menos de 100 habitantes. Y en más de 150 no llegan a las 25 personas. Son parroquias que cuentan con diversas necesidades de sostenimiento, solo equiparables a su falta de recursos, materiales y personales.

Con la intención de revertir esta situación y fomentar además el sentimiento comunitario de los cristianos leoneses, la diócesis impulsa, desde 2010, la campaña Comunicación de bienes, con la que cada año recaudan un dinero que va íntegramente dirigido a pagar la luz, el agua y otras necesidades básicas de las pequeñas parroquias, como las inspecciones técnicas de sus edificios o la tasa de basuras.

Dirigido principalmente a los fieles de los grandes núcleos urbanos, el proyecto llama a la solidaridad económica –a través de colectas en sus parroquias o por el pago de cuotas para familias, anuales o mensuales, con un mínimo de tres euros y que se pueden domiciliar– con las iglesias más pequeñas y desabastecidas, aquellas que “no pueden hacer frente ni a lo más elemental, como es tener un seguro obligatorio por daños a terceros”, explica a Vida Nueva Pedro Puente, el vicario episcopal de Asuntos Económicos de León.

Aunque el sacerdote enfatiza que el plan diocesano va mucho más allá de la mera solidaridad: “Es otra cosa. Se trata de compartir necesidades y soluciones, de sumar fuerzas y personas, pues todos formamos parte de una misma comunidad. De ahí el concepto de comunicación de bienes, que preferimos al de mera solidaridad”. Y es que se trata, al fin y al cabo, de una mejor manera de organizarse. Y que da frutos: el año pasado recaudaron 27.000 euros, con los que atendieron 95 solicitudes.

Todos son protagonistas

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Muchas parroquias solo se llenan en verano

Además, el espíritu comunitario de la campaña concuerda con el modo en que se desarrolla: “Pretendemos implicar a todos –enfatiza Puente–. La idea es que sea un entramado colegiado, no una acción impulsada desde la cúspide de la diócesis. Reflejo de esto es que ha sido acogida muy bien por los sacerdotes y las parroquias, con diversos grupos implicados. Hay una comisión en el consejo presbiterial, y son los propios párrocos los que plantean problemas y posibles soluciones, alentando luego esa inquietud en sus comunidades. Además, buscamos que en cada arciprestazgo se elija un representante propio para coordinar el trabajo en su realidad concreta. Y hemos creado un grupo de voluntariado fijo, itinerante por todo el territorio diocesano, para encargarse de aspectos tan básicos e importantes como la realización de obras de mantenimiento, reparando o apuntalando tejados, muros…”.

Pese a que no se han planteado un objetivo económico específico y la crisis hace que toda iniciativa solidaria sufra una erosión, lo cierto es que en estos cinco años de programa, como remarca el vicario, han visto colmadas sus iniciales expectativas. La experiencia también les hace saber cuáles son los tiempos fuertes a la hora de tratar de que se conozca entre cada vez más fieles el plan diocesano: “Aunque la campaña es permanente, comprobamos cómo el verano o la Navidad son puntos importantes, pues mucha gente de las ciudades vuelve a sus pueblos para las vacaciones, con lo que les es más fácil percibir de un modo directo las dificultades en sus parroquias de origen”.

De hecho, en los meses estivales reúnen cada año la mayor parte del dinero con el que –estiman desde la diócesis– cubren las necesidades básicas a las que tienen que hacer frente las parroquias más pequeñas, los núcleos más sencillos de una comunidad unida por algo mucho más fuerte que la simple solidaridad.

Los beneficios concretos de esta acción los saludan con gozo los responsables de las parroquias atendidas. Es el caso de Francisco José Pérez, natural de Ciudad Rodrigo (Salamanca), aunque, a sus 45 años, ha pasado la mayor parte de su vida en León, 15 de ellos como sacerdote. Junto a su compañero Toribio Cuesta, además de una parroquia en León capital, la de Nuestra Señora del Rosario, atienden desde hace nueve años la unidad pastoral de La Vecilla de Curueño, al norte de la diócesis, que consta de 27 pequeñas parroquias y dos anejos.

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Iglesia de Tolibia de Abajo (León)

Pese al apoyo de otras personas implicadas (comparten su labor con el agustino Manuel Rodríguez y con el laico y ministro de la Palabra José Luis Santos), lo cierto es que necesitan más manos y medios: “Nuestra unidad pastoral apenas cuenta con algo más de 1.500 personas censadas, de las que solo algo menos de 500 viven todo el año. Y hablamos de 29 poblaciones… Salvo en los meses de julio y agosto, tiempo de veraneo y vuelta al pueblo por estas tierras, acuden a las celebraciones dominicales unos 180 feligreses, con una edad media que supera los 70 años, y estando muy diseminados entre todas las parroquias. Muchas de ellas permanecen cerradas al culto durante largos períodos por falta de fieles y, en muchas otras, las celebraciones son prácticamente ‘en familia’, con muy escasa, aunque fiel, asistencia”.

“Si la actuación pastoral resulta complicada en estas circunstancias –se lamenta Francisco–, no lo es menos la administración de todos los templos y ermitas que tenemos encomendadas, ya que, dada la situación sociodemográfica, los ingresos de muchas de nuestras parroquias no son suficientes para cubrir los gastos destinados a las actividades pastorales, mantenimiento material de los templos y los pagos de electricidad, seguros e impuestos. La iniciativa que desde hace ya varios años viene impulsando nuestro obispado de promover una colecta a favor de nuestras pequeñas comunidades, en la que se busca involucrar a todos, posibilita la viabilidad económica de varias parroquias que corrían el peligro de cerrarse por falta de recursos. Creo, además, que es una manera de ejercer la corresponsabilidad y fraternidad cristiana entre los diferentes miembros de nuestra Iglesia local”.

Se refuerza la comunión

Lo más esperanzador de ese espíritu de unidad, añade el sacerdote, es que se involucran hasta los que menos tienen: “Dentro de nuestra propia unidad pastoral, se da el caso de que hay parroquias que aportan a esta colecta, mientras que otras son beneficiarias de la misma, lo cual ayuda a reforzar lazos de comprensión, colaboración y comunión entre las diferentes comunidades, que es uno de los objetivos principales que aspiramos a conseguir en los próximos años”.

“Aunando los esfuerzos pastorales y de administración –concluye Francisco–, esperamos seguir llevando la presencia de Jesús a estas pequeñas comunidades parroquiales del mundo rural de nuestra diócesis de León”. Así sea.

Pastoral de cocina de leña

Pese a todas las dificultades, Francisco José Pérez es un cura feliz, que se adapta a las circunstancias de escasez y cumple su vocación de cercanía: “La nuestra es una pastoral de horas de coche por las sinuosas y estrechas carreteras que ascienden hacia la cordillera cantábrica, de inviernos bajo cero adornados de nieve y hielo, de iglesias pequeñas que no han perdido todavía ese aroma a tradición. Es una pastoral cercana, del cara a cara, de historias y nombres propios, del corrillo después de misa para preguntar por la familia, el ganado o la salud. Pastoral de cocina de leña donde, al amor de un café o un plato de garbanzos, se comparte la vida de la buena gente de nuestros pueblos leoneses: recia, pero también amable y acogedora. Es también una pastoral de templos en constante reparación; de goteras que salpican los tejados y humedades que trepan por las paredes, de suelos de madera que ceden bajo el peso de los bancos y retablos en constante batalla contra la carcoma, de pequeñas obras aquí y allá para mantener la integridad y la dignidad de los templos en los que celebramos nuestra fe”. Para responder a esto último, la Diócesis de León ya da una respuesta con todas sus manos disponibles.

En el nº 2.960 de Vida Nueva

 

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