Alergia al “sí, quiero”. ¿Por qué cada vez hay menos matrimonios?

manos de una pareja separándose

Expertos y parejas abordan las razones por las que las bodas, religiosas y civiles, no dejan de caer en España

manos de una pareja separándose

RUBÉN CRUZ | En 2014, hubo 158.425 bodas en España. Son 50.000 menos que diez años atrás. Solo un 30% de personas se casa por la Iglesia. Las cifras preocupan: las parejas no quieren casarse. Unos huyen de la Iglesia, algunos no creen en el matrimonio jurídico y otros no cuentan con una estabilidad económica. En pleno Sínodo de la Familia, los prelados se plantean cómo reformar la pastoral prematrimonial.

Con dos en una cama sobran testigos, cura y juez. Así lo canta Sabina. Y así parece que piensan muchas parejas. Las cifras de enlaces en nuestro país no han hecho sino descender en los últimos años, tanto los celebrados por la Iglesia como por los juzgados. ¿La razón? Por un lado, la inestabilidad económica y, por otro, el temor al “para siempre”, que también planea sobre la mente de las nuevas generaciones.

De hecho, la media de edad a la que los novios contraen matrimonio supera los 35 años. En comparación con los vecinos europeos, España está a la cola, ya que es el séptimo país de la Unión Europea en donde menos bodas se celebran, según datos de Eurostat.

“A la Iglesia, como institución, le preocupan las bajas cifras de acceso al sacramento del Matrimonio”, reconoce a Vida Nueva Fernando Herrera, director de la Subcomisión de Familia y Vida de la Conferencia Episcopal Española (CEE). El problema, que afecta principalmente a la Iglesia occidental, está siendo debatido estos días en Roma en el marco del Sínodo de la Familia.

La cuestión económica

En opinión de Juan María González-Anleo, profesor del CES Don Bosco y autor de Generación ‘selfie’ (PPC), “los jóvenes no tienen salidas, porque no tienen acceso a la independencia. Antes te casabas y te ibas de casa para tener hijos y formar una familia. Sin embargo, hoy los jóvenes están al resguardo de sus padres y no pueden independizarse; no solo por falta de dinero, sino por la situación de inestabilidad. Porque los señores que hoy tienen 70 años tampoco ganaban mucho dinero en los años 60, pero tenían perspectivas de futuro en sus empresas”. Hoy, uno de cada cuatro contratos que se formaliza es de duración semanal. ¿Cómo pueden los jóvenes entonces dejar de ser independientes económicamente de sus progenitores?

Fernando Herrera señala que el descenso de los enlaces, tanto por la Iglesia como por lo civil, se da “en ambos casos por algunas causas comunes”. En primer lugar, “en un nivel un poco más profundo que el económico, podemos apuntar a la falta de capacidad, de interés y/o el miedo a comprometerse”. Pero “la que me parece más profunda, y que, de alguna manera y en gran medida puede subyacer a la anterior, es que no se cree en el amor, en un amor pleno, exclusivo y eterno. Aun algunos de los que dan el paso no lo consideran como algo definitivo. En todo caso, prevén que puede tener un fin antes de la muerte”, añade.

Los jóvenes no van al altar porque “una gran mayoría de ellos ya no tienen fe, se han alejado de la vida sacramental y, por tanto, no se plantean que la fe y la Iglesia puedan ser importantes en la configuración de su vida en común como pareja”, explica José Luis Guzón, director del Instituto de Ciencias de la Familia de la Universidad Pontificia de Salamanca. A pesar de esta constatación, “es evidente que, todavía hoy, no pocas parejas de novios acceden al sacramento del Matrimonio canónico sin la debida preparación teológico-catequética y sin una experiencia de fe personalizada y una vivencia eclesial real”, matiza Guzón.

En palabras de Fernando Vidal, director del Instituto Universitario de la Familia de la Universidad Pontificia Comillas, “la visión del matrimonio está demasiado juridificada. Por supuesto que hay parejas, pero no reconocidas por el Estado. La gente que decide vivir con alguien no lo hace porque sí, también están fusionando sus vidas. Hay muchas parejas de hecho y otras que simplemente conviven y que son verdaderos matrimonios, porque hay poca diferencia entre una pareja de hecho y un matrimonio”. En el mismo sentido, añade que la realidad hoy es que “la etapa del noviazgo incluye tiempo de convivencia común. Es una forma de que la pareja se ponga a prueba. Además, en muchas ocasiones el paso siguiente es tener hijos y no casarse”.

Hablan las parejas: “¿Casarme por la Iglesia? ¿Para qué?”

El 5 de septiembre se casaron. Irene Cruz y Moisés Martín, ambos de 28 años, decidieron formalizar su relación 11 años después de comenzarla, pero no lo hicieron ante “los ojos de Dios”. “¿Para qué?”, se pregunta Irene. Unos días antes de celebrar su enlace, los jóvenes tinerfeños pasaron por el juzgado.

Ella se ha mostrado siempre escéptica frente al matrimonio, y él ha sido quien ha tirado del carro. “He vivido equivocada toda mi vida”, cuenta Irene. “No quería una boda como la que tuve –continúa-, tenía claro que me casaría solo ante mi familia y mis amigos más cercanos. Pero menos mal que acepté la proposición de ‘Moi’, porque fue el día más feliz de mi vida”.

Moisés nunca se había planteado si quería casarse por la Iglesia o no, aunque siempre ha tenido muy claro que quería formar una familia. “Hace unos años fuimos a la boda de una amiga que tampoco eligió casarse por la Iglesia y me di cuenta de que yo quería un enlace igual”, explica.

Sin embargo, Irene nunca pensó en la Iglesia como una opción, porque “para mí el matrimonio es compartir tu vida con otra persona, me da igual si es un hombre o una mujer, lo importante es que te quiera. Cuando la Iglesia acepte a los homosexuales, a lo mejor se casa más gente por el rito católico”.

Entre su grupo de amigos, la inmensa mayoría cuenta con pareja, aunque no es lo normal: “Lo raro hoy en día es llevar 11 años con tu pareja. Somos una ‘rara avis’. La gente de nuestra edad quiere vivir la vida y no están pendientes de encontrar una pareja para siempre”, señala Moisés. Mientras, su ya esposa indica que “es difícil formalizar una relación cuando no hay trabajo. Ahora sales de la universidad y sigues viviendo con tus padres. Los jóvenes tienen como prioridad encontrar empleo, no casarse”.

El hecho de tener niños, de dar el siguiente paso, planea sobre la cabeza de los recién casados. “Si fuera por él, ya hubiéramos tenido hijos, pero yo no me he decidido. Sí es verdad que quiero ser una madre joven, así que tampoco lo dejaré pasar mucho más tiempo”.

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En el nº 2.960 de Vida Nueva

 

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