Tribuna

Refugiados: otra vez, sí

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MARÍA DE LA VÁLGOMAMARÍA DE LA VÁLGOMA | Profesora de Derecho Civil. Universidad Complutense de Madrid

Espero que me perdonen, pero sí, otra vez voy a hablar del “tema” de los inmigrantes, de los refugiados. Sé que a estas alturas habrán leído un montón de artículos, habrán escuchado infinidad de comentarios, más cualificados que el que yo ahora pueda formular. Pero no hacerlo sería casi como mirar hacia otro lado, algo que nunca querría.

Porque hay en este asunto muchas cosas que me preocupan, además de, en este momento puntual, acogerles en Europa y en España a los que lleguen, de la mejor y más cálida manera. Me preocupa, por ejemplo, lo que tiene que ver con la visibilidad. Pensemos en la impresionante, impactante imagen del pequeño Aylan Kurdi, ese tierno muñeco roto, ese cuerpecillo desamparado, tendido inerte en la arena de una playa turca. Un niño que debería estar correteando por ella, jugando con las olas o haciendo flanes de arena, que ya nunca hará.

En la poderosa imagen, que ha servido para sacudir nuestras conciencias, para despertarnos del sueño de la indiferencia, Aylan está solo, junto a la orilla. No se ve a su hermano Galip, solo dos años mayor que él; ni a su madre, Rihan, de 35, también fallecidos en el naufragio de la lancha hinchable que les condujo a la muerte, al resbalar de las manos de su padre cuando, en la oscuridad, trataba de salvarles.

Ilustración: Tomás de Zarate (VN 2959)Esa misma noche, murieron ahogados otros cinco niños: un bebé de nueve meses, dos gemelos de año y medio y otros dos niños de 9 y 11 años. Pero todos esos niños no existen para nosotros, porque no los hemos visto. Y lo mismo ocurre con los otros cuatro pequeños asfixiados el 27 de agosto, junto a 67 adultos, en el camión frigorífico abandonado en una carretera de Austria. Uno de los niños tenía dos años, y la muerte, por asfixia, debió ser terrible.

Pero no lo vimos, solo nos enteramos del trágico suceso por las noticias. No es cierto que una imagen valga más que mil palabras, pero la de Aylan sí ha sido de mayor valor, para hacernos reaccionar, que todas las palabras dichas con anterioridad sobre el drama de los refugiados.

¿Qué debe hacer Europa? ¿Qué podemos hacer nosotros? Acogerlos, sin más. No es únicamente un deber humanitario, es un deber jurídico, puesto que casi todos los países de Europa, España incluida, hemos suscrito la Convención de Ginebra de 1951, por la cual todos los firmantes se obligan a dar asilo a todas las personas perseguidas por motivos raciales, políticos, religiosos, de nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo social u opinión política que “tengan temores fundados de ser perseguidas”.

No digamos cuando ese temor es una realidad. Acogerlos es nuestra obligación, sabiendo que eso es solo un arreglo momentáneo, para una situación de urgencia como en la que ahora se encuentran.

Después, lo que le oí a un adolescente sirio: “No queremos ir a Europa, queremos quedarnos en nuestro país, ayúdennos a parar la guerra”. Hay que actuar en Siria ya, con medidas diplomáticas, políticas, económicas, educativas. Pero hay también otros países de África y Oriente Medio donde hay conflictos bélicos, aunque parezca que solo las guerras que vemos en la televisión son las que existen. República Centroafricana, Sudán del Sur, Nigeria, República Democrática del Congo con Ruanda, ya tan castigada, Eritrea. En Somalia, además de la guerra, la hambruna puede hacer que mueran tres millones de personas. ¿Qué es más terrible morir de un disparo o morir de hambre? No nos hagan distinciones entre inmigrantes.

Y no es cierto que no los podamos acoger. Si pensamos que hasta ahora la Unión Europea, donde se encuentran doce de los países mas ricos, ha acogido menos refugiados que Líbano, Jordania y Turquía en un solo día, ¿cómo no vamos a poder acoger a más? Suponen el 0,065% de la población europea. Por obligación legal, por humanidad y como cristianos, tenemos el deber de acogerlos.

En el nº 2.959 de Vida Nueva.