La excelsa y rara divinidad de Luis de Morales

El Prado actualiza la obra del pintor más enigmático y devoto del Renacimiento español

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Exposición del Divino Morales (Luis de Morales) en el Museo del Prado de Madrid

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | El Divino Morales (Luis de Morales) fue una figura renovadora de la pintura española. “Uno de los maestros más significativos y originales del Renacimiento español”, según el presidente del Real Patronato del Museo del Prado, José Pedro Pérez-Llorca. Un maestro singular, de biografía incierta e innegable éxito. “Un buen morales es una pintura excelsa, llena de matices y calidades”, insiste Pérez-Llorca.

Pintor de un intenso sentimiento religioso, todo ternura y delicadeza, también austeridad y dramatismo, Luis de Morales inauguró un nuevo lenguaje pictórico que enlazaba con las tradiciones flamencas de finales del siglo XV y principios del XVI, matizadas por elementos y modelos italianizantes. Sus obras, en su mayor parte de pequeño formato y medias figuras, reflejan imágenes de gran devoción, sencillas en su composición y muy cercanas al creyente: la Virgen con el Niño, Cristo con la cruz o muerto ya, en brazos de su madre.

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Leticia Ruiz, comisaria de la muestra

“Un reducido repertorio de imágenes en las que, habitualmente, se omite cualquier elemento temporal o espacial para sumergir al espectador en unas condiciones excepcionales de contemplación religiosa”, explica a Vida Nueva Leticia Ruiz, jefa del Departamento de Pintura Española del Renacimiento del Museo del Prado.

La “personalidad cautivadora, única e irrepetible” del Divino Morales –como ha escrito Miguel Zugaza, director del Prado– le permitió crear obras de extraordinaria demanda por su altísima calidad y su intensidad devocional, como la Virgen del pajarito (1562) de la Parroquia de San Agustín (Madrid), “una de las más bellas composiciones de la pintura española del siglo XVI”, según Peréz-Llorca. Es una de las tablas que se podrá ver en el Museo del Prado un siglo después de la exposición (1917) con la que la pinacoteca madrileña rescató del olvido al Divino Morales después de las consagradas al Greco (1902) y Zurbarán (1905).

Ahora le dedica otra selecta muestra con 54 obras en la que han colaborado las diócesis de Toledo, Madrid y Mérida-Badajoz, así como el Cabildo de la Catedral de Salamanca –que ha cedido la impresionante Virgen con el Niño y san Juanito (1545-1555)– o el Real Colegio Seminario de Corpus Christi en Valencia, que participa con dos obras: Cristo con la Cruz a cuestas (1568) y El juicio del ama de san Juan de Ribera (1568). “Fue cognominado el Divino –escribió Antonio Palomino en 1724–, así porque todo lo que pintó fueron cosas sagradas, como porque hizo cabezas de Cristo, con tan gran primor y sutileza en los cabellos, que al más curioso en el arte ocasiona a querer soplarlos para que se muevan, porque parece que tienen la misma sutileza que los naturales”.

Más allá de ese realismo que separa al renacimiento del medievo, las “divinas” obras de Luis de Morales –que probablemente naciera en 1510 o 1511, no se sabe dónde, y murió tal vez en Alcántara (Cáceres) en 1585– fueron, en su mayoría, pensadas para oratorios y capillas privadas, aunque también fue un maestro del retablo. “El pintor pretendía –explica Zugaza– sumergir al espectador, al creyente, en unas condiciones excepcionales que le permitieran participar de unas emociones y unos sentimientos que hoy se nos escapan”.

La iconografía y la piedad religiosa del pintor extremeño se imponen a su técnica depurada. “Es en las obras devocionales del maestro donde pueden encontrarse las mejores señas de identidad de su pintura”, insiste Leticia Ruiz, comisaria de la muestra del Prado. Sobre todo, en lo que la propia conservadora denomina el “dulce pintar” en torno a la Virgen y el niño, con el que Morales cautivó a la aristocracia extremeña, andaluza y portuguesa, sus principales clientes.

“Cualquier amante de la pintura puede apreciar la extraordinaria técnica pictórica empleada por Morales para crear la fisonomía adolescente de la Virgen: luminosa, ensimismada, evanescente”, señala Zugaza. La popular Virgen de la leche del Museo del Prado –pinacoteca que posee, en total, diecinueve obras suyas– es un buen ejemplo de esas vírgenes, casi siempre tristes y melancólicas, porque preconizan las angustias y sufrimientos de la Pasión. “La finalidad, por consiguiente, es la de suscitar en el espectador por empatía sentimientos simultáneamente de ternura y compasión”, añade la comisaria.

Pasión de Cristo

Exposición del Divino Morales (Luis de Morales) en el Museo del Prado de MadridRealmente, el gran tema de Morales es la Pasión de Cristo. Esas múltiples tablas con fondos en un intenso color negro en los que los Cristos, siempre dolientes, apesadumbrados por el cansancio y el castigo físico en su ascensión por la Vía Dolorosa, emergen con un volumen casi escultórico. Es, por ejemplo, el Ecce Homo (Museu Nacional de Arte Antiga de Lisboa), restaurado en El Prado. Por primera vez se podrán ver La Crucifixión y La Resurrección, ambas pintadas hacia 1566.

“Probablemente estas tablas fueron realizadas, junto a El lamento ante Cristo muerto, para el retablo mayor de la parroquia de Alconchel, en Badajoz”, apunta Ruiz ante las obras, que el pasado mes de julio fueron donadas al Museo del Prado por Plácido Arango. “Morales dio a la cruz un innegable carácter alegórico –explica Ruiz– que enlazaba con las meditaciones medievales atribuidas al Pseudo-Buenaventura. El carácter devocional de sus obras permanece en las composiciones de El Greco, quien, sin embargo, sustituye el fondo oscuro y neutro por sus espectaculares celajes”.

Morales realizó, además, un número notable de retablos en Extremadura, prolongando su actividad hasta Salamanca y Portugal. “Gran parte de esas maquinarias de arte y devoción han desaparecido, pero aún es posible recuperar su memoria en Alcántara, Arroyo de la Luz, Valencia de Alcántara, Plasencia, Higuera la Real, Elvas o Évora y, por supuesto, en Badajoz, la ciudad en la que residió gran parte de su vida”, describe Ruiz.

En El Prado se pueden ver dos óleos –La Piedad y La estigmatización de san Francisco– del Museo Catedralicio de Badajoz. Su “patrono más significado” fue san Juan de Ribera (Sevilla, 1532-Valencia, 1611), que ocupó el Obispado de Badajoz, entre 1662 y 1568. El Divino Morales le retrató en tres ocasiones. “Era Morales en 1917 –relata Zugaza, en referencia a la anterior muestra que le dedicó El Prado– una figura inaprehensible, envuelta por las sombras y construida a partir de muchos tópicos. Recuperar al pintor después de tantos años, en los que se han sucedido hallazgos de documentos y nuevas obras, ha resultado una tarea especialmente fascinante”.

Exposición del Divino Morales (Luis de Morales) en el Museo del Prado de MadridEl museo saca a la biblia del olvido

“El cristianismo y la cultura clásica pagana han sido el fundamento civilizador de Occidente y de su arte, que resulta incomprensible sin la adecuada interpretación de estos dos caudales de nuestra identidad hoy globalizada”, según el historiador del arte Francisco Calvo Serraller. Bajo esa perspectiva –o, más concretamente: “Para paliar el olvido actual de estas dos fuentes esenciales para el arte”, explica el exdirector del museo–, la Fundación Amigos del Prado dedica este curso su ciclo anual de conferencias a La Biblia del Prado. La historia sagrada en el arte.

Calvo Serraller dirige el ciclo y será su primer ponente, entre las 19 conferencias previstas de octubre a marzo. “Como quiera que el legado de la Biblia configura nuestra historia y nuestro pensamiento, su huella en el arte abarca todos sus campos y géneros, como la literatura, la música y las llamadas bellas artes. Aunque este curso orientará su atención en estas últimas, no obviará señalar su estrecha relación con las anteriores, ni tampoco reflexionar sobre la íntima compenetración de lo sagrado con lo artístico”. Calvo anuncia, además, que, “ante la amplia y apasionante materia”, se programará más adelante otro curso dedicado al Nuevo Testamento.

En el nº 2.959 de Vida Nueva.

 

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