Francisco reta a los religiosos y sacerdotes cubanos a ser pobres, serviciales, perdonadores y misericordiosos

papa Francisco a los jóvenes Centro Cultural Padre Félix Varela, La Habana 20 septiembre 2015

A los jóvenes le pide que no caigan en “conventillos” y que construyan “amistad social”

papa Francisco celebra vísperas con sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas catedral de La Habana 20 septiembre 2015

Un momento de su intervención en la catedral de La Habana, a los sacerdotes y religiosos

M. GÓMEZ | El papa Francisco está a punto de terminar la primera etapa de su viaje a Cuba: La Habana ha sido su primer destino, adonde llegó el sábado 19 de septiembre y de donde se va hoy lunes 21; a las 8:00 h. local (14:00 h. española), coge el avión para dirigirse a Holguín. Ayer, tras la misa celebrada en la Plaza de la Revolución, el programa vespertido contaba tres actos oficiales: encuentro privado con el presidente Raúl Castro en el Palacio de la Revolución (del que poco ha trascendido); rezo de vísperas con sacerdotes, religiosos y religiosas y seminaristas, en la catedral; y saludo a los jóvenes en el Centro Cultural Padre Félix Varela. En ambas citas, con los religiosos y con los jóvenes, Francisco dejó a un lado el texto preparado e improvisó dos bellos y sugerentes discursos, cargados de interpelaciones personales y de ánimos para el día a día.

Con los religiosos, el Papa no pudo ser más gráfico. Se sentía especialmente interpelado por los testimonios que acababa de escuchar, y habló de pobreza, servicio, misericordia y perdón.

“El espíritu de pobreza, el espíritu de despojo, el espíritu de dejarlo todo, para seguir a Jesús. Este dejarlo todo no lo invento yo. Varias veces aparece en el Evangelio. En un llamado de los primeros que dejaron las barcas, las redes, y lo siguieron. Los que dejaron todo para seguir a Jesús”, recordó.

Un poco antes, había citado a san Ignacio (“no es por hacer propaganda”, bromeaba): “Él decía que la pobreza era el muro y la madre de la vida consagrada. Era la madre porque engendraba más confianza en Dios. Y era el muro porque la protegía de toda mundanidad”. Y un poco después, volvía a ironizar hablando de la “bendición” que son los “ecónomos desastrosos”, “porque hacen libre a la Iglesia, la hacen pobre”. E invitó: “Les sugiero si alguno de ustedes tiene ganas de preguntarse: ¿cómo está mi espíritu de pobreza?, ¿cómo está mi despojo interior? Creo que pueda hacer bien a nuestra vida consagrada, a nuestra vida presbiteral”.

Luego habló a propósito del testimonio previo de una Hija de la Caridad, que confesó su miedo y tristeza cuando la enviaron a un centro de discapacitados. “Hay servicios pastorales –dijo el Papa– que pueden ser más gratificantes desde el punto de vista humano, sin ser malos ni mundanos, pero cuando uno busca en la preferencia interior al más pequeño, al más abandonado, al más enfermo, al que nadie tiene en cuenta, al que nadie quiere, el más pequeño, y sirve al más pequeño, está sirviendo a Jesús de manera superlativa”.

“Dios nos libre de las monjas lloronas, ¿eh?, que siempre se están lamentando”, señaló Francisco, citando a santa Teresa y arrancando aplausos a su auditorio, y animó: “Cuántas religiosas, y religiosos, queman -y repito el verbo, queman-, su vida, acariciando material de descarte, acariciando a quienes el mundo descarta, a quienes el mundo desprecia (…). Qué linda es para Dios y que bien que hace a uno, por ejemplo, la sonrisa de un espástico, que no sabe cómo hacerla, o cuando te quieren besar y te babosean la cara. Esa es la ternura de Dios, esa es la misericordia de Dios (…). Son nada y se los esconde, no se los muestra, o no se los visita. Y si se puede, y todavía se está a tiempo, se los manda de vuelta. Gracias por lo que hacés y en vos, gracias a todas estas mujeres y a tantas mujeres consagradas, al servicio de lo inútil (…). Ahí resplandece Jesús”.

Sus últimas palabras fueron para los sacerdotes, que deben buscar al pobre en el confesionario, “un lugar privilegiado para el sacerdote, donde aparece ese último, ese mínimo, el más pequeño”.

“Cuando ese hombre, o esa mujer, te muestra su miseria, ¡ojo!, que es la misma que tenés vos y que Dios te salvó. Cuando te muestra su miseria, por favor, no lo retes, no lo arrestes, no lo castigues. (…) Y pensá que vos podés ser esa persona. Y pensá que vos, potencialmente, podés llegar más bajo todavía. (…) Sean perdonadores. No se cansen de perdonar, como lo hacía Jesús. No se escondan en miedos o en rigideces. (…) Cuando te llega el penitente, no te pongas mal, no te pongas neurótico, no lo eches del confesionario, no lo retes. Jesús los abrazaba. Jesús los quería”.

Francisco insistía, terminando con una frase de san Ambrosio: “Donde hay misericordia, está el espíritu de Jesús. Donde hay rigidez, están solamente sus ministros”.

papa Francisco a los jóvenes Centro Cultural Padre Félix Varela, La Habana 20 septiembre 2015

Abrazo con uno de los jóvenes que dio su testimonio durante el encuentro

A los jóvenes: “Hablemos de lo que tenemos en común”

Después de dejar la catedral de La Habana, el Papa se dirigió al Centro Cultural Padre Félix Varela, donde le esperaban miles de jóvenes, y a los que dejó dos ideas principales: “Soñad”. “Un joven que no es capaz de soñar, está clausurado en sí mismo, está cerrado en sí mismo. Uno a veces sueña cosas que nunca van a suceder, pero soñalas, desealas, busca horizontes, abrite, abrite a cosas grandes. No sé si en Cuba se usa la palabra, pero los argentinos decimos ‘no te arrugues’, ¿eh? No te arrugues, abrite. Abrite y soñá. Soñá que el mundo con vos puede ser distinto. Soñá que si vos ponés lo mejor de vos, vas a ayudar a que ese mundo sea distinto”.

La segunda invitación fue, más bien, una advertencia: “No nos encerremos en los conventillos de las ideologías o en los conventillos de las religiones. Que podamos crecer ante los individualismos. Cuando una religión se vuelve conventillo, pierde lo mejor que tiene, pierde su realidad de adorar a Dios, de creer en Dios. Es un conventillo. Es un conventillo de palabras, de oraciones, de ‘yo soy bueno, vos sos malo’, de prescripciones morales”.

Y desde aquí les animó al diálogo con el diferente: “Corazones abiertos, mentes abiertas. Si vos pensás distinto que yo, ¿por qué no vamos a hablar? ¿Por qué siempre nos tiramos la piedra sobre aquello que nos separa, sobre aquello en lo que somos distintos? ¿Por qué no nos damos la mano en aquello que tenemos en común? Animarnos a hablar de lo que tenemos en común. Y después podemos hablar de las cosas que tenemos diferentes o que pensamos”.

“La enemistad social destruye. Y una familia se destruye por la enemistad. Un país se destruye por la enemistad. El mundo se destruye por la enemistad. Y la enemistad más grande es la guerra. Y hoy día vemos que el mundo se está destruyendo por la guerra. Porque son incapaces de sentarse y hablar (…). Cuando hay división, hay muerte. Hay muerte en el alma, porque estamos matando la capacidad de unir. Estamos matando la amistad social. Y eso es lo que yo les pido a ustedes hoy: sean capaces de crear la amistad social“, finalizó el Pontífice.

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